capítulo 18. primeras veces en casa

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Juanjo estaba guardando en varios tuppers los espaguettis carbonara que había hecho hacía escasos momentos. Su hermana y sus amigos de Zaragoza siempre decían que era su plato estrella. Quería jugar sobre seguro en esta cita no cita con el vasco. 

Eran las 20:30h y su piso estaba tranquilo, solo sonaba de fondo Nadadora, de un grupo vasco poco conocido que Martin le había recomendado en una de sus charlas nocturnas. Tarareaba tranquilamente mientras fregaba los utensilios que había utilizado para preparar la cena. Una vez se había enfriado un poco, cerró el recipiente los espaguettis y lo metió en la nevera para que no se pusiera malo junto a la tarta de galleta y chocolate que había preparado horas antes. 

Fue a su cuarto a escoger algo de ropa cómoda, al final tenía que salir de casa por el cambio de planes. Aunque quisiera quedarse en chandal era obvio que quería causar una buena impresión a Martin. No tardó en escoger un pantalón vaquero ancho junto a una camiseta rosa. Se metió a la ducha, dedicándole más tiempo del necesario, perdido en sus pensamientos. 

Juanjo estaba preocupado de estar yendo demasiado rápido en su relación con Martin. Tenía miedo de perder el foco de lo que había venido a Madrid. Él quería ser un buen pediatra. ¿Pero eso lo podía conseguir estando con Martin? Realmente le entraron las dudas. Había pasado toda su tarde libre pensando en cómo animar al vasco en vez de estar leyendo nuevas guías de actualización en pediatría. 

Los miedos comenzaron a pesarle en la cabeza. Cerró el grifo y se anudó una toalla alrededor del cuerpo. Se quedó estático en el cuarto de baño sin saber qué hacer. No tardó en alcanzar el teléfono, del cual continuaban reproduciéndose canciones que el vasco le había recomendado, para llamar a su persona de confianza cuando tenía dudas que no le dejaban dormir.

Varias gotas de agua recorrían su frente mientras esperaba que la persona al otro lado del teléfono respondiera. 

-¿Si? -sonó Salma al otro lado del teléfono.

-Hermana - dijo a media voz Juanjo.

-¿Qué te pasa? ¿Ha pasado algo? - preguntó con voz comprensiva.

Juanjo posó el teléfono en el armario del baño con el altavoz activado, para poder hablar con ella mientras se secaba el cuerpo. 

-Tengo muchas dudas, no sé que hacer Salma.

-¿Qué tal si comienzas por decirme que te preocupa? - expresó con dulzura.

-Estoy conociendo a alguien ... - soltó de pronto, sin pensar.

Al otro lado de la línea se formó un silencio.

-¿Salma?

-Sí, si sigo aquí. Y lo he escuchado bien, no hace falta que lo repitas - dijo riéndose - me alegro mucho por ti. ¿Eso es algo bueno no?

-Pero tengo muchas dudas, Salma.

-¿Por qué deberías tenerlas?

-Ya sabes por qué vine aquí Salma. No me puedo distraer, necesitamos el dinero - susurró a media voz mientras terminaba de ponerse la ropa interior.

-Juanjo, escúchame - el maño terminó de atarse el cinturón y la prestó atención - te mereces ser feliz por una vez. Has estado toda tu adolescencia tirando de papá mientras mamá trabajaba. No pudiste disfrutar. Hazlo ahora joder. Has estudiado como el que más, permítete ser tú y si ese chico te hace feliz ¿qué más puedo pedir yo como tu hermana?

A Juanjo se le saltaron un par de lágrimas. Su hermana que le conocía lo suficiente volvió a hablar.

-¿No estarás llorando verdad bobo?- Juanjo se rió.

EL AMOR SE OLVIDÓ DE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora