capítulo 8. la historia de Lucía

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NOTA DE AUTORA: llevamos varios capítulos dejando entrever los sentimientos de Martin, sin embargo, todavía no sabemos lo que piensa ni lo que hace. En este capítulo vamos a conocer un poco más la vida del vasco.

No interrumpo más,

<3

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El olor a bacon entrando en las fosas nasales de Martin le despertó con un poquito de mejor humor tras la guardia del día anterior. Extendió el brazo en dirección a su mesita de noche, tratando de encontrar su teléfono y ver qué hora era. En el transcurso tiró la botella de agua al suelo, maldiciendo lo torpe que era.

 Dio un par de toques a la pantalla, las 15:10 de la tarde. Se quedó mirando un par de minutos la foto principal, en ella Martin tenía en brazos a la pequeña Lucía, la hermana de Omar, antes de que todo se torciera. Sonrió inconscientemente y recordó ese momento, la primera noche que pasó en su piso en Madrid.

Desbloqueó el teléfono y encontró bastantes mensajes, todos ellos se acumulaban sin contestar desde hacía casi una semana. 

-Que desastre soy, pensó.

Con todo lo de la Conferencia a penas tenía tiempo ni para pensar en sí mismo, quería que todo saliera perfecto. Era su gran oportunidad para devolverle a Lucía todo lo que había hecho por él. A la misma acudirían importantes pediatras, oncólogos y hematólogos. Su discurso tenía que calar hondo en la opinión de toda esa gente. 

Se merecía que dedicaran investigación para que pudiera curarse. Se negaba a que la vida de una tierna niña que rozaba los diez años se acabaran tan pronto. Todavía tenía que vivir un poco más, darse su primer beso, llorar por desamor, estudiar, trabajar... Martin siempre le decía que luchase un poquito más, que él quería verla haciendo todo eso.

Unos golpecitos en la puerta le desconcentraron de sus pensamientos, la puerta se abrió sigilosa, dejando entrar el pequeño cuerpo delgado de Lucía, ese día había escogido un turbante de color marrón a juego con sus grandes ojos. Detrás de ella, Omar apareció tirando de su brazo.

-¡Lucía! ¿Cuántas veces te he dicho que no se despierta a Martin cuando sale de guardia? - la regañó, soltándole el agarre cuando la pequeña formó un puchero en su cara.

-No te preocupes tío, justo me acababa de despertar - explicó con una sonrisa - ¿te vienes a la cama peque? - preguntó abriendo las sábanas para que entrara.

La pequeña corrió a los brazos de Martin, que la abrazó como acto instintivo, muy fuerte contra su pecho. Omar les estaba mirando, con un semblante entre la ternura y la tristeza. Ver a su hermana pequeña así le sabía cada día a despedida y no estaba preparado para ello.

-Estaba haciendo spaghettis carbonara para comer - interrumpió Omar - ¿te apetecen Martin?

-Sí, claro - respondió - me he despertado con bastante hambre, la verdad.

-Pues veniros en cinco minutos para que prepare todo - desapareció en el pasillo.

Lucía y Martin tuvieron una guerra de almohadas y cosquillas. Obviamente ganó Lucía. Y no porque Martin se dejara perder. No había persona más competitiva que la pequeña. Tenía ganas de vivir y nadie se las iba a arrebatar.

Ambos se levantaron de la cama del vasco, la pequeña ayudó a su hermano a poner la mesa mientras Martin se lavaba la cara y quitaba el pijama para ser sustituido por un chandal cómodo. 

Delante de su asiento, apoyado en un bonito mantel color azul mar, se encontró con un delicioso plato de pasta y un trozo de pan. 

-Pf... Omar, cada día te superas más - sonrió con dientes Martin. Sacó el teléfono del bolsillo del pantalón e hizo una foto al suculento plato de spaghettis.

Entró a WhatsApp, ignorando todos los mensajes acumulados desde hace días y busco un chat en concreto. Adjunto la imagen.

"Martin: buenos días guapo, ¿estoy comiendo bien después de mi guardia?"

Sonrió como un bobo mirando la pantalla. Desde su comida improvisada en el hospital no habían dejado de hablar. Se pasaban fotos de las comidas, pues Juanjo estaba preocupado de que no comiera lo suficiente. Martin no se podía creer que hubiera conseguido derribar la coraza que el maño había creado. Hablaban al final del día para ver que tal estaban. El vasco desearía tener un acercamiento mayor con el contrario pero tampoco quería espantarle y que saliera huyendo. En el fondo, a él también le gustaba ir despacio.

Sabía que en el hospital le habían creado una fama que no se correspondía con la realidad. Pero tampoco le apetecía desmentir nada. Prefería que la gente se pensara que era un tío guay que se enrollaba con tíos y tías, sin importar el género, siguiendo la moda. En realidad, solo quería pasar desapercibido y que nadie supiera nada de sus intenciones reales. La realidad era otra, a penas había tenido un romance desde que se había asentado a Madrid, y nada tuvo que ver con el hospital como todos pensaban. 

Una chica rubia, amante de la fotografía le encandiló en cuanto se vieron en uno de los parques que frecuentaba el vasco. Su amplia sonrisa, su tez morena fruto de largas horas en la playa y sus pecas le robaron la razón, Martin pensó que jamás podría olvidarse de esas pecas. Hasta que aparecieron las mejillas rojas de Juanjo, claro. 

El vasco hizo muchas locuras, que repetiría si el maño se lo pedía. Sus horas libres del hospital las pasaba con ella, llegando en ocasiones a descuidar su relación con Omar y Lucía. Es de lo único de lo que se arrepiente Martin. Nunca se arrepentiría de ese amor fugaz, infantil e irreal en ocasiones y que no duró ni tres meses pero en los que aprendió mucho y también sintió. La rubia tenía una forma de vivir que embelesó al vasco y que hoy en día seguía compartiendo. Aprendió a vivir más sencillo, amando la naturaleza y los pequeños detalles de la vida. 

Se tumbaban en mitad de los campos a hablar de la vida hasta que se hacía de noche y de día de nuevo. Sacaron fotos, muchas fotos. Viajes en autocaravana perdidos entre montañas, solamente con la suave brisa de la zona. Fue ella quien le enseñó a ser tan sin vergüenza. 

-Di todo lo que piensas, sin importar lo que sea. Bueno... tiene que ser algo bueno, si es malo no que no queremos hacer daño a la gente - le repetía siempre.

Y así es como Martin, tímido hasta no poder más, empezó a decir todo lo que pensaba, consiguiendo sacar los colores al maño. Realmente desde ese romance había pasado casi un año y el vasco no había tenido necesidad de conocer a nadie más. La rubia había dejado un vacío en él, difícil de explicar. Pero era entendible. La rubia era un alma libre, no podía quedarse atada a Madrid y sería egoísta para Martin pedirla que lo hiciera, aunque se hubiera muerto por hacerlo. Hasta que apareció Juanjo. Tenía algo que Martin no sabía explicar pero le había roto todos los esquemas y quería que siguiera haciéndolo.

Terminó su plato de pasta en silencio, Omar había fregado sus cubiertos y se había despedido de ambos  hacía un rato pues ese día tenía turno de tarde-noche en el hospital. La vibración en su bolsillo le sacó de sus pensamientos.

"Juanjo 😊: acabo de salir del hospital, pasar planta con los adjuntos no es igual de divertido que contigo 🥲 aunque te metas conmigo todo el rato"

Martin sonrió de manera bobalicona mientras veía como Juanjo seguía escribiendo.

"Juanjo 😊: yo tengo para comer puchero, lo deje ayer hecho porque sabía que si tenía que cocinar ahora me iba a dar pereza"

"Juanjo 😊: descansa Martin, mañana te veo! 😇" 

Lucía le miraba de reojo mientras comía las últimas cucharadas de su yogur.

-¿Con quién hablas y por qué sonríes como un tonto? - preguntó Lucía con curiosidad.

Martin enrojeció levemente. 

-Estaba hablando con un compañero de trabajo y no estoy sonriendo como un tonto - se quejó Martin.

-Si tú lo dices ... pero si sois novios espero que me le presentes, tengo que dar el visto bueno primero - dijo contundente Lucía.

EL AMOR SE OLVIDÓ DE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora