capítulo 11. confesiones

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Martin se despertó al sentir los ligeros toques de su adjunto en el hombro. Abrió los ojos, costándole acostumbrarse a la tenue luz del box infantil. Se llevó la mano a la nuca, dolorido de la postura que había adoptado. Se levantó rápidamente cuando su jefe le hizo un gesto para que saliera fuera para hablar. Echó un vistazo rápido a Lucía que dormía tranquilamente junto a un peluche. No puedo evitar esbozar una sonrisa tierna. Daría todo lo que fuera por esa niña e iba a demostrarlo en la Conferencia.

-Siento haberte despertado, Martin - dijo dándole un par de palmaditas en el hombro - pero quería hablar contigo antes de marcharme de la guardia.

Martin asintió, animándole a hablar.

-¿Quieres que te invite a un café?

-Está sola, espera que aviso a una enfermera para que la eche un ojo en lo que hablamos 5 minutos - le sonrió mientras le hizo un gesto a una de las enfermeras con las que solía compartir turno, quien le dijo que dejaba la cortina descorrida para vigilarla desde los ordenadores.

Martin acompañó a su jefe a la salita donde solían reunirse los adjuntos, una diferente a la que solía frecuentar él, cercana al control de enfermería. En ese momento estaba vacía. Su jefe comenzó a echar el café en el recipiente correspondiente de la cafetera manual, de espaldas a él. La tranquilidad desbordaba en cada uno de sus movimientos algo que desesperaba a Martin, el cual estaba mordiéndose las uñas. Sacó un par de tazas de uno de los armarios. Se giró al ver a Martin de pie, expectante.

-Siéntate Martin, estás en tu casa.

Su jefe volvió a girarse, mientras buscaba en la nevera un cartón de leche. 

-¿Quieres azúcar?- dijo de espaldas.

-No, gracias- Martin jugueteaba con sus dedos, mientras miraba a todas partes de la sala de estar, realmente era muy diferente a la de los residentes. Esta era mucho más sombría y profesional. La suya estaba llena de fotos y momentos, incluso de marcas de guerra haciendo el tonto con Álvaro. 

Esta sala no le gustaba. Era una sala en la que se daban malas noticias. Pero no le iban a dar malas noticias ¿verdad? Perdido en sus pensamientos no fue consciente de que su jefe le había tendido la taza humeante delante de la mesa y él ya estaba echándose un par de cucharadas de azúcar mientras revolvía con la cucharilla tranquilamente.

Martin acercó su boca al café, dando un trago largo.

-Bueno ¿y qué me vas a decir? No tengo mucho tiempo - expresó Martin mirando su hora en el teléfono. Las 9:00 de la mañana. Había dormido cuatro míseras horas.

-A ver Martin - dijo posando las manos encima de la mesa, buscando realizar contacto visual - supongo que la niña con la que estás es la misma que nos planteaste el caso de tu Conferencia ¿verdad? - Martin asintió - Bueno ... ella está bien eh, respira tranquilo que parece que tienes un palo metido por el culo - rió.

Martin dejó salir todo el aire que estaba conteniendo en su cavidad torácica.

-Entonces si está bien... ¿De qué quieres hablar? - preguntó confuso.

-Quería decirte que he movido mis contactos y he conseguido que vengan importantes oncólogos el lunes que están llevando a cabo proyectos novedosos. Esta niña podría ser perfecta para muchos de sus estudios... Tienes que darlo todo Martin, confío en ti. Sería una gran oportunidad para dar que hablar acerca de la enfermedad. Esta gente puede servir de altavoz para ella y futuros niños que lo padezcan.- Dio un último trago al café mientras apretaba la mano de Martin.

-Lo haré, no hay nada en el mundo que quiera más que esta niña este sana - dijo con lágrimas en los ojos.

-Lo sé Martin, vete a descansar. Toma el informe de alta.

EL AMOR SE OLVIDÓ DE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora