capítulo 25. una visita sorpresa

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Juanjo retiró el teléfono de su oído preocupado. Martin había colgado la llamada. Se quedó un par de segundos analizando lo que acababa de suceder sin mover ni un músculo. Ni siquiera parpadeaba. Salma le miró preocupado mientras daba el último sorbo a su café con leche.

-¡Tierra llamando a Juanjooooo! -dijo posando tranquilamente la taza en la mesa y moviendo la mano delante de los ojos de su hermano - parece que has visto un ente.

Juanjo se llevó las manos a la cara y se peino el flequillo con nerviosismo. Soltó un suspiro largo y empezó a mover las piernas deprisa. Su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Y si iba a verle? Necesitaba saber que estaba bien. Pero le había pedido espacio. No quería agobiarle tampoco. 

-¡Dios! ¿qué hago? -pensó.

-A ver Juanjo, dime qué ha pasado para que te hayas puesto así - trató de tranquilizarle poniendo su mano encima de la del maño - seguro que tiene solución.

-Martin acaba de discutir con dos residentes mientras estábamos en llamada y estaba llorando - resumió Juanjo.

-Uy ¿quién osa meterse con mi cuñado? - bromeó Salma para aliviar la tensión.

-Estoy hablando en serio - se quejó claramente desesperado - me ha colgado la llamada y no sé si está bien...

-Tranqui hermanito - suavizó el ambiente apretándole la mano- ¿por qué no vas a verle?

Juanjo la miró a los ojos con duda.

-¿Y tú? No quiero que estés sola - dijo con un hilo de voz.

-Juanjo vas a estar preocupado por él todo el rato, vamos a casa y yo descanso un ratito mientras tú te acercas a verle - propuso con una sonrisa - no me vale un no por respuesta. ¡Venga! Levántate, tu príncipe espera.

-Gracias, gracias, gracias - le dio besos por toda la cara.

-Juanjo ya vale -dijo apartándole - ¡qué asco!- bromeó sacándole la lengua.

-¡Me amas Salmix! - rió Juanjo.

Los dos volvieron en metro al piso de Juanjo en un cómodo silencio. Salma sabía que Juanjo necesitaba meditar y el maño lo agradeció. Su cabeza trabajaba rápidamente pensando en todos los escenarios posibles en los que el vasco estaría en ese instante. Revisaba el móvil con la necesidad de ver si le había escrito. Pero no. No había ni rastro de Martin entre sus mensajes recientes.

 Salma aprovechó para tumbarse en la cama y echarse una siesta. Una idea fugaz pasó por la mente del maño. ¿Y si le hacía algo para cenar? Por lo que le había dicho en la llamada antes de la discusión, no había comido mucho.

Decidió encender el fuego y poner a calentar unos macarrones de Spiderman que se le habían antojado la semana pasada en el supermercado, mientras picaba un poco de cebolla y bacon para hacer la salsa carbonara. Algo rápido que le permitiera salir cuanto antes de casa.

Mientras se enfriaba la comida para cerrar el tupper se cambió de ropa a un chandal cómodo, se sentía pegajoso de estar todo el día con la misma ropa. No tardó en guardar el tupper en la mochila y salir del domicilio con las llaves y el teléfono en el bolsillo.

A la misma hora en el hospital...

Martin guardó su teléfono en el bolsillo y no miró atrás ni cuando Chiara chilló su nombre varias veces tratando de alcanzarle. Aceleró apartando a la gente a su paso y se fue directo a su refugio. El lugar donde nadie iba: el despacho médico de pediatría. 

Se tiró en el sofá y comenzó a sollozar. Las lágrimas caían a borbotones por sus mejillas mojando la casaca del uniforme. ¿En qué momento su amiga Chiara se había convertido en eso? ¿Qué imagen estaba dando a los demás? 

EL AMOR SE OLVIDÓ DE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora