Capitulo 27

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Narra Charlie:

El aroma de algo quemado me trajo de vuelta a la realidad. Stephan me había tomado de la mano y me guiaba hacia la cocina. Mi mente seguía atrapada en la confusión de la noche anterior, y aunque intentaba mantenerme firme, una parte de mí no podía evitar sentir esa calidez que siempre me recorría cuando él estaba cerca.

Me senté en una silla junto a la ventana mientras Stephan comenzaba a moverse por la cocina. Había algo en la manera en que lo hacía, en su postura, que me recordaba quién era realmente. Esa necesidad constante de controlar todo a su alrededor, incluso a mí. Aunque últimamente parecía más suave, más considerado, no podía olvidar cómo había sido al principio. Sus celos, su posesividad, la manera en que me había vigilado cada segundo de mi tiempo en esa mansión.

Suspiré profundamente, intentando recordar por qué todavía estaba aquí. Stephan me había hecho entender que escapar no era una opción. Después de lo que ocurrió la última vez que lo intenté, lo había dejado claro con su furia, con esa violencia que me había mostrado. No podía escapar. Al menos no todavía.

Él se giró hacia mí con una sonrisa que parecía genuina, pero que yo sabía tenía una capa de expectación.

—¿Cómo te sientes, Charlie? —preguntó suavemente, acercándose—. Espero que esta noche te haya hecho ver algunas cosas... quizás de manera diferente.

Había algo en su tono que me incomodaba. Era como si esperara que reconociera algo, como si quisiera que admitiera que había cambiado. Pero, dentro de mí, las dudas seguían firmemente arraigadas.

—Bien —respondí, apartando la mirada hacia la ventana.

Stephan se quedó observándome un momento más de lo necesario, evaluándome como solía hacer. Esa sensación de estar bajo su control no había desaparecido en todos estos meses. Seguía sintiendo ese peso.

—Me alegra que te sientas mejor —dijo con una sonrisa, pero había una tensión en su voz—. Quería llevarte al claro hoy. Sé que has estado practicando magia con Fashira, pero... creo que estar al aire libre podría ayudarte a concentrarte mejor.

Asentí lentamente, aunque algo en mi interior me decía que estar con él no era lo que necesitaba para mejorar. Stephan sabía que tenía magia, pero nunca podría enseñarme nada. Y aunque me ofreciera con buenas intenciones su apoyo, no podía evitar ver la sombra de sus propios intereses.

—No tienes que hacerlo si no quieres —añadió, como si realmente me diera una opción.

Lo miré fijamente por unos segundos. Sabía que, en realidad, no había una opción. Stephan no aceptaba un "no" fácilmente. Él siempre encontraba la manera de inclinar la situación a su favor. Con voz baja y tranquila, respondí:

—Está bien, iré contigo.

Vi cómo su sonrisa se ensanchaba. Era la reacción que había estado esperando, pero en lugar de sentirme satisfecha, una sensación incómoda se instaló en mi pecho.

Narra Stephan:

Charlie siempre ha sido difícil de leer. Desde el primer día, su obstinación, su espíritu indomable... todo en ella me volvía loco, en más de un sentido. Ella me necesitaba, aunque se negara a admitirlo. Yo sabía lo que era mejor para ella, aunque a veces no lo viera. Siempre lo he sabido.

Me acerqué más a ella, mis manos firmes mientras revolvía el café. No me arrepentía de nada de lo que había hecho. Alguien tiene que tomar el control, y ella, con todo su poder, necesitaba que la guiara, que la mantuviera en el camino correcto.

—Deberías usar tu magia más seguido —le dije con calma—. Sé que tienes un potencial increíble, y sé que todo lo que aprendas te hará más fuerte... para nosotros.

Charlie apartó la mirada. Siempre lo hacía cuando le decía algo importante, como si tratara de resistirse. Pero no importaba. Sabía que, al final, lo entendería.

—Ya verás —le dije mientras le ofrecía la taza de café—. Este fin de semana va a ser especial. Solo tú y yo, sin interrupciones, sin problemas.

Era un buen plan. Las cosas estaban funcionando como debían. No había necesidad de arrepentirse de nada, porque yo estaba haciendo lo que debía hacer. Ella lo entendería, eventualmente. Era cuestión de tiempo.

Narra Charlie:

Stephan levantó la mirada por un momento, sus ojos brillando bajo la luz suave del restaurante. Durante los últimos días, su esfuerzo por mantener la calma había sido evidente. Las citas, los paseos por el pueblo, todo parecía parte de un intento de mostrarse más controlado, más confiable. Sin embargo, había algo en su mirada que nunca desaparecía, un destello de celos contenido, que a veces se asomaba de manera sutil.

—He estado pensando —comenzó— en todo lo que ha pasado entre nosotros. No ha sido fácil, lo sé.

Su tono era más calmado de lo habitual, casi reflexivo. Sin embargo, cada palabra parecía cuidadosamente medida, como si luchara por mantener esa fachada tranquila.

—No lo ha sido —admití, apartando la mirada hacia el lago. El reflejo del agua en movimiento era un escape necesario para evitar la intensidad de sus ojos—, pero hemos intentado mejorar.

Él asintió, pero su mandíbula se tensó un poco, como si no estuviera del todo satisfecho con mi respuesta. Había algo dentro de él que siempre buscaba más, un control que, aunque lo intentara, no podía apagar del todo.

—Sé que no puedo cambiar todo lo que pasó de la noche a la mañana —continuó, su voz baja y cuidadosa—. Pero... quiero que sepas que estoy tratando.

Era un reconocimiento de sus celos, aunque no los mencionaba directamente. Su comportamiento posesivo, su necesidad de control, siempre había estado presente, pero ahora trataba de no mostrarlo. Sus manos permanecían sobre la mesa, abiertas, y su mirada, aunque intensa, se mantenía calmada. Aun así, yo podía sentir que debajo de esa calma, el Stephan de siempre seguía acechando.

—Lo noto —dije suavemente, obligándome a mirarlo de nuevo—, lo estás intentando.

Y era verdad. Desde que habíamos regresado a la cabaña, él había sido más cuidadoso con sus palabras, menos invasivo en mi espacio. Pero algo me decía que esta calma era frágil, que en cualquier momento podría romperse.

El mesero se acercó con el postre, interrumpiendo el momento. Stephan agradeció, pero en cuanto el hombre se alejó, volvió a mí, observándome con esa mezcla de deseo y cautela. Era como si estuviera midiendo cada movimiento, cada gesto, temeroso de decir o hacer algo que pudiera volver a alejarme.

—¿Estás cómoda conmigo ahora? —preguntó de repente, su tono casi vulnerable.

—Más de lo que pensaba —respondí, aunque sabía que no era toda la verdad. Había empezado a relajarme a su lado, pero la sombra de su antiguo comportamiento seguía persiguiéndome. Aun así, no era algo que quisiera decirle en ese momento.

Él sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. Tal vez porque, al igual que yo, sabía que había algo que no estaba diciendo. Los celos aún estaban ahí, bajo la superficie, en cada mirada que dirigía a cualquier cosa que me distrajera de él.

—Me alegra escucharlo —dijo suavemente, tomando mi mano sobre la mesa—. Quiero que estemos bien.

Pero lo que no dijo era lo que pesaba en el aire entre nosotros: Stephan siempre había querido que yo fuera solo para él, que no hubiera espacio para dudas ni secretos. Y aunque ahora se esforzara por contener sus impulsos, yo sabía que esa parte de él seguía ahí, esperando el momento adecuado para salir a la superficie.

Mientras sostenía su mano, me preguntaba cuánto tiempo podría mantener esa calma antes de que el verdadero Stephan, el que no podía controlar sus celos ni su posesividad, volviera a aparecer.

Y, aún más, me preguntaba si yo podría lidiar con eso cuando sucediera.

REY STEPHAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora