R E C U E R D O S

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Siglo XIX, 1851
—No creo que debamos estar aquí  Gabriel.— dije con mi voz entrecortada, esa aldea no me daba muy buena espina, y creo que a nadie con sentido común  se adentraría al lugar en donde estábamos caminando.— Puedo oler carne podrida, y no exactamente de ternera.

—No seáis cobarde, la vida es una y quiero vivirla como si este fuera mi último minuto. ¿No queréis tener un relato de vuestras venturas para contarle a tus hijos? Imagina que tus hijos se lo cuenten a sus hijos y así sucesivamente. El sueño de todo ser viviente.
  En eso se escucho un fuerte ruido dentro
en un brazo de un viejo edificio que con sólo una soda de brisa podría caerse en
pedazos.
—Salgamos de aquí.
Y todo se volvió negro.

REY STEPHAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora