Capítulo 28

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Narra Charlie:

Las llamas bailaban en mis manos, pequeñas pero controladas. Sentía el calor contra mi piel, pero no me quemaban, y eso me recordaba lo mucho que había avanzado en mis entrenamientos. Selena me observaba desde la distancia, con los brazos cruzados, analizando cada uno de mis movimientos.

—Bien, ahora intenta lo que te enseñé ayer —dijo, su tono neutral pero expectante.

Asentí, respirando profundamente mientras enfocaba toda mi energía en el siguiente hechizo. Mi mente corría por los pasos que había memorizado: enfocar la energía en el pecho de alguien, conectar con su respiración, y luego... detenerla. No de manera permanente, solo lo suficiente para dejarlo indefenso. Una técnica peligrosa, pero eficaz.

Mis dedos se cerraron alrededor del aire y, en un instante, lo sentí. Un vacío, una presión. Era como si el aire mismo hubiera sido arrancado del espacio frente a mí. Me giré hacia Selena, quien sonreía satisfecha.

—Perfecto, ahora suéltalo —ordenó.

Con un movimiento rápido de mis manos, liberé el hechizo, y de inmediato el aire volvió a fluir. Había logrado cortar la respiración por completo. Por un segundo, el poder me llenó de una manera casi intoxicante. Controlar algo tan esencial como el aire en los pulmones de alguien... daba miedo y placer a la vez.

—Estás mejorando mucho —comentó Selena, acercándose—. Pero noto que últimamente tu mente no está del todo aquí.

Levanté la mirada, sabiendo perfectamente a lo que se refería, pero no queriendo enfrentar esa conversación.

—No sé de qué hablas —respondí, aunque sabía que no la iba a engañar tan fácilmente.

—¿No? —dijo con una sonrisa sardónica—. ¿Entonces por qué cada vez que menciono a Stephan te tensas? Sé que no es fácil, pero te estás volviendo complaciente, Charlie. ¿Te has olvidado del plan que teníamos?

Las palabras de Selena golpearon como una bofetada. Era cierto, había estado bajando la guardia con él. Stephan había intentado cambiar, había sido más amable, más cuidadoso... pero eso no borraba lo que había hecho. Las escenas se agolparon en mi mente: la sangre, la violencia, la frialdad con la que había actuado. La cabeza rodando sobre la tierra. Y yo, incapaz de hacer nada más que mirarlo, congelada por el miedo.

—No me he olvidado —respondí, pero mi voz sonaba débil incluso para mis propios oídos.

Selena me miró, sus ojos oscuros llenos de desafío.

—Eso no parece. Lo vi contigo el otro día, caminando por el pueblo, sonriendo como si todo estuviera bien. ¿De verdad crees que ha cambiado? O peor aún, ¿crees que merece una segunda oportunidad?

Su pregunta me atravesó como un cuchillo. ¿Lo merecía? Durante días había tratado de convencerme de que sí, de que todos podían mejorar, de que el Stephan que había conocido al principio, el posesivo, violento y frío, era solo una sombra del pasado. Pero por mucho que intentara creerlo, una parte de mí sabía que no era tan sencillo.

—No lo sé —susurré finalmente, bajando la mirada—. No sé qué hacer.

—Recuerda lo que hizo, Charlie. Le cortó la cabeza a un hombre sin pestañear, y fue en su primera semana aquí. No lo hizo por defensa propia, lo hizo porque podía. Porque le gustó sentir el control.

Mis manos temblaron ligeramente. Ella tenía razón. Por mucho que Stephan hubiera intentado mostrar una faceta más tranquila, ese lado oscuro seguía ahí, enterrado bajo la superficie. Me sentía atrapada entre dos versiones de él: el hombre que me mostraba ternura y el monstruo que yo sabía que podía ser.

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