R e c u e r d o s

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Por favor... dejen nos ir, no haremos nada en su contra pero por favor, ¡libérennos!.— Podía escuchar cómo gritaba desde la otra habitación, yo estaba en silencio, no quería hablar, no quería estar aquí ni en otro lugar, no quería que le hicieran algo a mi hermano mayor.

—Ven acá niño, comienza la función.— Me dijo un hombre que sin ningún esfuerzo me levanto, aunque, tampoco es que yo pusiera tanta oposición.

Me arrastro por los pasillos de lo que parecía ser una vieja casa, la madera estaba podrida y podía escuchar el chirrido de las ventanas a falta de aceite, igual que podría tocarlas y millones de chirripas saldrían, de eso estoy seguro.

—Acá están jefe, el Lobito mayor y el cachorro.— Dijo el hombre que me había traído hasta acá.

Di vuelta y allí vi a mi hermano, sus ropas fueron arrancadas y ahora solo colgaban prendas de telas que ya la podría tachar como arapos; trate de respirar, aguantar, como el me lo había dicho, por que un verdadero alfa no puede actuar por impulsividad.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron...— No pudo seguir hablando por qué un fierro que desprendía humo se pegó a su abdomen, se quedó ahí durante unos segundos mientras el gritaba y gritaba, yo trataba de ir hacia el pero las cadenas en mis manos no me ayudaban en nada.—No mires.— Me grito.

—Bestias... solo son esos.— Hablo un hombre vestido con un traje marrón obscuro, su cigarro dejaba un pequeño hilo en el aire y su sombrero se apoyaba en su cabeza.— Bestias que se han dedicado a asesinar a nuestro pueblo, sin residir castigo... pero eso era hasta el día de hoy.

REY STEPHAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora