La Tierra se había convertido en un campo de batalla devastado por la invasión de robots alienígenas. Ciudades enteras, que antes eran centros de vida y cultura, ahora eran poco más que ruinas humeantes. Enormes torres de metal derrumbadas, rascacielos colapsados, y calles llenas de escombros y vehículos volcados. Los robots, con su apariencia fría y eficiente, patrullaban los restos de lo que una vez fue la civilización humana.
El cielo estaba cubierto de una niebla gris constante, oscurecido por los incendios que aún ardían en varios puntos de la ciudad. Las naves alienígenas flotaban en el horizonte, como sombras espectrales, vigilando la destrucción que habían causado, asegurándose de que ninguna resistencia humana se levantara sin ser detectada. Los pocos humanos que quedaban al descubierto eran eliminados sin piedad.
Los robots, con su precisión inhumana, atacaban sin mostrar compasión. Sus sensores detectaban cualquier movimiento, cualquier señal de vida, y eliminaban objetivos con disparos láser certeros. No había caos en sus acciones; todo estaba calculado. No era una guerra desordenada, sino una limpieza sistemática de los humanos que habitaban el planeta.
En lo que alguna vez fue Nueva York, Central Park había sido transformado en un campamento militar improvisado para los sobrevivientes. La naturaleza se mantenía en pie, pero los refugios humanos eran construcciones improvisadas: estructuras hechas de metal, chatarra y cualquier material que pudieran encontrar. Los árboles se entremezclaban con las torretas de defensa y los generadores de energía a duras penas operativos. Familias enteras vivían bajo la sombra de una invasión que no podían combatir de manera efectiva.
En el aire, el sonido incesante de drones y patrullas robóticas resonaba como el eco constante de una guerra interminable. A pesar de su tecnología avanzada, los robots no daban tregua. La humanidad se defendía como podía. Guerrillas urbanas luchaban en las calles, utilizando armas rudimentarias comparadas con las capacidades destructivas de los invasores.
En una pequeña base de resistencia en lo que antes era Tokio, un grupo de sobrevivientes intentaba coordinar un contraataque. Los líderes militares, médicos y científicos hacían lo imposible para reparar los daños y enviar mensajes de ayuda a otras bases humanas. La comida y los suministros médicos eran escasos, y los sobrevivientes apenas tenían fuerzas para seguir luchando. Las caras de los civiles estaban marcadas por el miedo y la desesperanza.
Sin embargo, no todo estaba perdido. A lo largo del planeta, focos de resistencia emergían. En las selvas del Amazonas, guerrilleros y pueblos indígenas resistían desde las sombras, utilizando el entorno a su favor para atacar a los robots que, aunque eficientes, no comprendían completamente el terreno. En las montañas de los Andes y los Alpes, pequeños grupos de combatientes humanos utilizaban el terreno para emboscar a las fuerzas invasoras.
En una base subterránea en Siberia, un equipo de científicos estaba trabajando sin descanso en una nueva arma de pulso electromagnético, con la esperanza de desactivar los robots a nivel mundial. Sabían que las probabilidades eran bajas, pero no tenían más opciones. Si podían lanzar un ataque lo suficientemente fuerte, tal vez podrían detener la invasión, o al menos ganar algo de tiempo para que la humanidad pudiera reagruparse.
Mientras tanto, en las ciudades costeras de Europa y América, las fuerzas militares restantes intentaban mantener a los robots alejados de los pocos refugios humanos que quedaban. La resistencia era heroica. Soldados, civiles y voluntarios luchaban codo a codo, armados con rifles de plasma defectuosos y viejos sistemas de misiles, mientras los robots avanzaban con su precisión devastadora.
El mundo estaba al borde del colapso. Las naciones que antes se enfrentaban unas a otras ahora estaban unidas por la desesperación común. Los líderes mundiales habían desaparecido, ya sea capturados o muertos, y los gobiernos se habían derrumbado, reemplazados por pequeños grupos de resistencia que trataban de organizarse a medida que el planeta se sumía en el caos.
ESTÁS LEYENDO
Un Universo Desconocido (Solarballs x Tu)
FanficT/n es una humana que tiene 28 años, ella fue elegida para ser astronauta, desde que era niña siempre le gusto todo lo relacionado con el espacio, ella creció y empezó a ser más realista de que para ser astronauta se requería muchas cosas lo cual l...