Especial

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Era un tranquilo día de otoño. Yuki se sentía agradecida por tener un día libre para poder relajarse, aunque sabía que en cualquier momento podrían aparecer Satoru y Suguru para interrumpir su paz, como solían hacer.

Acababa de salir de una larga ducha y el vapor había cubierto por completo el espejo del baño. Limpió el vidrio con la mano y se observó detenidamente. Apenas reconocía a la chica que había ingresado en la escuela años atrás.  Ya no era la chica asustada de 14 años que había llegado allí. Sus ojos se dirigieron a su pecho, donde descansaba una delicada cadena de oro blanco con un anillo de bodas colgando de ella.

El anillo le trajo el recuerdo de uno  sus primeros días allí, día en que decidió hacer el desayuno para sus compañeros. Era su segundo día en la escuela, y quería causar una buena impresión, aunque ese intento se vio empañado por un altercado del día anterior con Suguru Geto. A pesar de eso, estaba decidida a demostrar que merecía estar allí, que era digna de confianza.

Esa mañana, cuando todos llegaron al comedor, comenzó a servir los omelettes que había preparado. Shoko fue la primera en llegar y le sonrió con aprobación.

—Momo, no era necesario que hicieras todo esto —dijo Shoko, llevando un bocado a su boca—, pero debo decirte que eres una excelente cocinera. Muchas gracias.

—Gracias por los cumplidos, Señorita Shoko —respondió Yuki, haciendo una ligera reverencia, su voz temblando un poco por los nervios.

—No seas tan formal —dijo la castaña, con una sonrisa cálida—, después de todo, somos compañeras.

Geto llegó poco después y, para sorpresa de Yuki, se limitó a asentir en silencio antes de sentarse a comer. Justo cuando ella pensaba que todo estaba bajo control, Satoru apareció, un poco tarde, lo cual le pareció extraño, ya que se había ido de su habitación bastante temprano.

El desayuno transcurrió con normalidad. Yuki se sintió aliviada al ver que Geto no le dirigió ningún comentario desagradable. Parecía un buen comienzo de día. Cuando llegó el momento de limpiar, Shoko y Geto se ofrecieron a limpiar todo, insistiendo en que ella ya había hecho suficiente al preparar la comida.

—No es justo que tú hagas todo —alegó Suguru mientras recogía los platos—, Además, es lo mínimo que podemos hacer después de tan buen desayuno.

Después de limpiar, los cuatro se dirigían hacia el área de entrenamiento asignada por el profesor para comenzar su primera clase, cuando Shoko soltó una pregunta que desató la tensión en la joven pareja.

—Momo, me intriga bastante saber... ¿por qué llevas un anillo de bodas como collar?

Aquel comentario inocente puso a Yuki en alerta. Pudo sentir la mirada de Satoru clavada en ella, cada músculo de su cuerpo en alerta máxima. Su corazón latía tan fuerte que temió que los demás pudieran escucharlo.

—Bueno... es el anillo de bodas de mi abuela —mintió Yuki, improvisando—. Cuando ella falleció, me lo dejó y me pidió que fuera el anillo que usara el día que encontrara al amor de mi vida y me casara con él. Lo mantengo conmigo porque es un lindo recuerdo de ella.

Shoko sonrió, aparentemente satisfecha con la respuesta.

—Qué tierno. Aunque yo no creo en esas cosas del amor de la vida —comentó Shoko con una ligera risa—, pero estoy segura de que cuando uses ese anillo será porque habrás elegido a un buen hombre, Momo.

Satoru soltó una risa nerviosa y pasó una mano por su cabello, intentando relajarse.

Yuki no podía olvidar cómo, esa tarde, Satoru llegó preocupado preguntándole si Shoko había indagado más acerca del anillo. En cuanto a él nunca debía dejarlo fuera de su ropa, ya era bastante complicado que hubieran descubierto uno; sería muy sospechoso que ambos llevaran anillos de sus "abuelos" y más aún si estos anillos eran a juego.

El sonido de la puerta de su habitación cerrándose la sacó de sus pensamientos. Se cubrió rápidamente con la bata de baño y salió del cuarto de baño para enfrentar al intruso.

Allí estaba Satoru, de espaldas a ella, observando el libro que había dejado sobre la mesa. Parecía tan concentrado que no se percató de su presencia.

—Entonces, ¿sí sabes leer? —dijo Yuki con tono burlón, notando cómo él se tensaba al escucharla.

Satoru se giró con una sonrisa en el rostro, su mirada traviesa.

—Ja, muy graciosa —respondió él, dándose la vuelta para mirarla. Su mirada se fijó en ella, y Yuki se sintió extrañamente nerviosa. No entendía el motivo de su reacción, después de todo, no había nada que Satoru no hubiera visto antes.

—¿Qué haces así? Vas a enfermarte —dijo Satoru con una ligera preocupación en su voz. Tomó la toalla que Yuki tenía en el cuello y, con movimientos suaves, comenzó a secar su cabello.

Yuki simplemente se dejó hacer. Satoru siempre había sido así, lleno de pequeños gestos de cuidado y ternura cuando estaban solos. Esas acciones, esos momentos, le daban un dulce calor a su corazón. Las manos del albino se movían con una ternura que contrastaba con su habitual actitud despreocupada.

—No tienes que preocuparte tanto —murmuró ella, aunque en el fondo le encantaba ese lado protector de Satoru.

—Claro que sí. No me gustaría tener que cargar contigo al hospital —bromeó él, sonriendo.

—Como si pudieras cargarme —rió Yuki, pero su risa se apagó al ver la seriedad en los ojos de Satoru.

—Yuki —la llamó suavemente, su voz más grave de lo habitual—, sabes que haría cualquier cosa por ti, ¿verdad?

Yuki sintió un nudo en el estómago. Asintió sin saber qué decir. Por un momento, todo pareció detenerse. La habitación, el mundo, se volvió un lugar pequeño donde solo existían ellos dos. Luego, Satoru rompió el momento con una sonrisa juguetona.

—Así que, ¿vamos a ver una película o seguirás jugando a estar molesta conmigo por entrar sin permiso?

Yuki no pudo evitar sonreír. Aquel día de otoño, con el aire fresco y la compañía de Satoru, parecía uno de esos días en los que todo estaba bien en el mundo.

—Vamos a ver una película —decidió, acercándose a él—. Pero esta vez, yo elijo cuál.

Satoru rió y asintió, dirigiéndose a buscar las palomitas y algunos dulces para él. Yuki lo observó con cariño. A veces, era fácil olvidar el peso de sus responsabilidades y su pasado. Pero en momentos como este, se permitía creer que, quizá, todo podría salir bien.

Porque, después de todo, los días tranquilos de otoño eran para eso: para disfrutar de la calma, de los pequeños gestos, y de la compañía de aquellos que amas.








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Holii, este es el primer especial. Quería explorar un poco más la íntima relación que tienen Satoru junto a Yuki ₊˚⊹ᰔ

Espero les haya gustado, chau chau 𖹭.ᐟ

JUNTOS; Gojo SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora