XXV

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Capitulo Veinticinco.

    DENTRO DE aquellos amplios pasillos lo único que podía oírse era el retumbar feroz de múltiples pisadas, cargadas de desesperación e intensidad

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    DENTRO DE aquellos amplios pasillos lo único que podía oírse era el retumbar feroz de múltiples pisadas, cargadas de desesperación e intensidad.
  Las pesadas botas generaban fuertes ecos que llegaban hasta todas las partes de los miles de pasillos que habitaban aquella parte de la guarida elfica.

  Mientras algunos se mantenían absortos de la situación, permaneciendo expectantes ante las despavoridas personas que iban de un lado para el otro, muchos seguían al grupo, encargándose de llenarse del armamento necesario durante el camino para lograr ayudar en lo mayor posible, por más que no supieran la razón por la cuál avanzaban.

— Oh, Dios...— exclamó horrorizada la pequeña del grupo.

  Frente a sus rostros, cinco cuerpos de los guardias que custodiaban la puerta detrás de ellos aparecieron bajo charcos de sangre y quebraduras en algunas de sus extremidades.
  Los mismos mantenían miradas solemnes, como si no hubieran estado al tanto del peligro que se les presentaba o de la muerte que los comenzaba a acechar.

  Astrid se encaminó hacia dichos cadáveres, marcando en su mente los nombres y vida de aquellos guardias, a quiénes había conocido personalmente al igual que lo hacía con los demás.
  Recordó las innombrables veces en que había practicado con dichos elfos, quiénes fueron aprendices tiempo atrás. Tal vez había sido un error estimar aquella tarea a dos guardias tan jóvenes, y eso solo hacia que su lástima y tristeza aumentara.
  Su torso giró hacia el lado en dónde se encontraba la puerta, allí un gran cristal acaparaba gran parte de la extensa pared.
 
— Está pasando...

  La morena giró su rostro hacia la izquierda, topándose con la mirada seria y perdida de Charlotte, quién miraba cómo tras el cristal habitaba una mesa con una silla vacía.
  Le resultó extraña la palidez que portaba la elfina, quién parecía tan ensimismada en sus pensamientos como si le acabaran de dar una noticia sumamente sofocante.

  Astrid vió detrás de la figura de la guerrera, observando como los elfos del ejército se movían por los pasillos.

— No la encontrarán, ni siquiera lo intentes...

  Charlotte había volteado a verla fijamente, su expresión no revelaba nada, como si de repente se hubiera transformado en un robot el cuál repite respuestas programadas.
  La morena supuso que, tales cosas eran ciertas y que su amiga aún tenía muchas cosas que contar y explicar.

— No hay nada que podamos hacer, solo nos queda esperar — continuó la peliblanca, comenzando a caminar por dónde venían.

—¿Esperar?— cuestionó la morena ceñuda, viendo cómo ella se alejaba—¿Desde cuándo te conformas con esperar?— espetó sujetándola del brazo y haciendo que ésta frene su andar.

— ¿Y cuál es tu plan?— dijo ella volteando a verla— ¿Acaso piensas ir hasta Italia y generar otra guerra?

— La única guerra que sería capaz de generar sería si te perdiera... Y eso es lo que estuvo a punto de suceder— dijo Astrid en voz queda.

°THE BOY IS MINE°   ||   Edward Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora