XXXIII

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Capitulo Treintaitres.

—¡Haz roto la encimera!

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—¡Haz roto la encimera!

— ¡Henry, deja la encimera a un lado y ven ahora mismo!

— ¡Por supuesto que puedo dejarla a un lado, si está hecha pedazos!— se quejó, empecinado en seguir la discusión.

— Deja de darle vueltas al asunto y ven a la residencia Cullen, todos estamos esperándote — bufó ella. Del otro lado de la línea se podía oír como el elfo refunfuñaba, molesto.

— ¡Espero que alguno tenga un poder que arregle las encimeras!— continuó él — ¡Seguro revolucionan el mundo de la carpintería!

— Escucha bien, ¡Si no quieres arriesgar tu vida o la de tu pulgoso animal, será mejor que vengas aquí ahora mismo!— Rosalie le había robado el aparato a la elfina, exudando completa irritabilidad y nerviosismo.

— ¿Perdona, rubia?— espetó él, completamente ofendido — Aquí la única pulgosa eres tú que...—

— Permíteme...— Charlotte, sabiendo de antemano las reacciones del azabache, sujetó nuevamente el teléfono notando cómo el rostro de Rosalie se transformaba en uno furioso— Henry, haz lo que te dije.— finalizó, con aquel tono autoritario que
tienden a utilizar los guerreros de altos cargos. Finalmente, apagó el teléfono y lo tiró sobre la mesa a su lado— Tal vez traiga a Seth con él— agregó.

— Oh, no será ningún problema— asintió Esme, sonriendo con calidez— ¿Verdad, Rosalie?— increpó con una ceja en alto, mientras la rubia a su lado se cruzaba de brazos con aires de superioridad.

  No fue necesario que dicha inmortal hablase para dar a entender su opinión ya que, un bufido acompañado de un rodeo de ojos y un golpe seco en el suelo, les dieron a todos la validación de que la despampanante vampiresa guardaba un profundo odio sesgado por los metamorfos del clan Quileute.

  Sucede que dentro de su nube de vanidad, Rosalie no había razonado en que el más pequeño hombre lobo de dicho clan era tan solo un adolescente, quién lograría ablandar hasta al más duro corazón.

  A paso fuerte, ella se alejó de la sala, para luego oírse un leve portaso desde el piso de arriba.

  Todos voltearon sus ojos a Emmett, quién se encontraba parado a un lado de su padre, con aspecto despreocupado y relajado.

— ¿Qué?— preguntó al ver cómo lo miraban fijamente.

— ¿No irás a calmarla?— dijo Alice en tono acusatorio.

°THE BOY IS MINE°   ||   Edward Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora