CAPÍTULO 64: TRAUMAS DE LA NIÑEZ

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El sonido de risas infantiles llenaba la habitación mientras Arau y Baipōra brincaban emocionados sobre la cama de su abuelo. El viejo Enji, con el ceño fruncido y apenas abriendo los ojos, trataba de seguir durmiendo mientras los pequeños seguían llamándolo con entusiasmo.

-¡Abuelo! ¡Abuelo! -gritaban ambos al unísono, sus risas resonando mientras saltaban sin parar.

De repente, una voz femenina resonó desde el pasillo, firme pero cariñosa: -¡Oigan! ¡Oigan! ¡Dejen a su abuelo en paz! ¡Tiene que descansar!

Era Fuuyumi, la madre de los niños, quien se acercaba apresurada. El sonido de sus pasos acercándose les daba a ambos pequeños una pequeña señal de advertencia, pero su energía desbordante era imparable. Continuaban brincando hasta que la puerta de la habitación se abrió con fuerza.

Fuuyumi entró en la habitación, con su cabello blanco y mechones rojos cayendo sobre su rostro preocupado, y vio la escena: sus dos hijos revoloteando encima de Enji Todoroki, el ex Héroe N°1, que ahora era un anciano, tratando de descansar. Con un suspiro mezclado con resignación y ternura, avanzó hacia la cama.

-Arau, Baipōra, ¿qué les acabo de decir? -preguntó con una mezcla de reproche y cariño, mientras se acercaba para detener a sus hijos traviesos.

Enji, con su rostro aún adormilado, observó a sus nietos con una mezcla de fatiga y ternura. Sus días de gloria como héroe eran cosa del pasado, pero su corazón, aunque ya no con la misma energía de antaño, se conmovía al ver la alegría de los niños.

-¡Vengan para acá! -ordenó Fuuyumi con voz firme, esperando que sus hijos obedecieran al instante.

Sin embargo, el efecto fue completamente contrario. Arau y Baipōra, entre risas nerviosas, se escondieron rápidamente debajo de las sábanas, refugiándose justo detrás de su abuelo, como si la cama fuese una fortaleza que los protegería de la reprimenda.

-Tranquila, Fuuyumi, no me molesta. -dijo Enji con una calma inusitada para alguien de su temperamento pasado. Luego, con un gesto lleno de cariño, agarró a ambos niños de sus prendas, levantándolos suavemente en el aire, uno en cada mano, mientras ellos soltaron un pequeño grito de sorpresa y emoción.

-¡Pero papá! -replicó Fuuyumi con tono de reproche, frunciendo el ceño como si ella misma volviera a ser una niña otra vez frente a su propio padre-. No deberías consentirlos tanto.

-Es lo que hace un abuelo -respondió Enji con una leve sonrisa en su rostro, moviendo a los niños de un lado a otro como si estuvieran volando, haciendo que sus nietos gritaran de emoción.

-Ash... haz lo que quieras -refunfuñó Fuuyumi mientras se dirigía a la cocina, claramente frustrada pero también enternecida por la escena. Sabía que discutir con su padre cuando estaba en "modo abuelo" era inútil-. ¡Ya ni me importa! -dijo mientras desaparecía por el pasillo, aunque en su interior no podía evitar sonreír levemente.

-Así que... ¿Qué castigo les daré por levantarme tan temprano? -preguntó Enji con una sonrisa malévola, esa que hacía que Arau y Baipōra se tensaran un poco, aunque aún con risas nerviosas.

-¡Nooo! ¡Por favor, abuelito, no nos hagas nada! -gritaron ambos entre risas, sabiendo que lo que venía sería parte del juego.

-Ya sé... -dijo Enji, poniéndose serio de repente, lo que provocó que sus nietos se quedaran en silencio por un segundo-. ¡Los encenderé! ¡FUEGOOOO! -exclamó mientras envolvía sus manos en llamas, pero con una precisión tal que las pequeñas lenguas de fuego no dañaban en absoluto la ropa de los niños.

Arau y Baipōra estallaron en carcajadas, sintiendo el leve calor del fuego sin ningún peligro real. Sabían que su abuelo jamás les haría daño, pero el espectáculo de las llamas siempre era emocionante para ellos.

IZUKU EL MAESTRO (PAUSADA TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora