CAPÍTULO 61: FURIA CIEGA

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¡Te voy a matar! —gritó Red Riot, cegado por la furia. Sus golpes caían con la fuerza de una tormenta, pero Junior esquivaba hábilmente, aprovechando su endurecimiento para amortiguar los roces que lograban alcanzarlo.

Golpe tras golpe, el padre lanzaba su furia sin control, pero su hijo mantenía la calma. Con cada movimiento, Ejiro Jr. evitaba la embestida de su padre hasta que finalmente encontró su oportunidad.

¡DEJA DE CULPAR A LOS DEMÁS! —gritó Junior, conectando un poderoso golpe directo en el rostro de Red Riot, quien, aturdido, fue lanzado unos metros hacia atrás.

Antes de que Riot pudiera reaccionar, Junior ya estaba sobre él, descargando una serie de golpes. —¡Tienes que asumir el cargo! —le gritaba, su voz cargada de dolor y frustración—. ¡Deja de ser arrogante! ¡Trabaja honestamente! ¡Vuelve a ser... UN HOMBRE!

Cada golpe no solo impactaba físicamente a Red Riot, sino que también penetraba su orgullo, haciéndole enfrentar las palabras que había evitado por tanto tiempo.

¡¡¡APÁRTATE!!! —rugió Red Riot, dándole a su hijo una patada que lo apartó por unos metros. Su rostro, ahora sangrando y con un ojo morado, mostraba la intensidad de la batalla.

—¿Tú qué sabes de mí? ¡Ni siquiera conoces a tu propio padre! —gritó mientras se levantaba lentamente, enfurecido.

Eijiro Jr., también herido, se limpió la sangre que le corría por los labios antes de responder, con una calma dolorosa.

—Por supuesto que conocí a mi padre... pero mi verdadera imagen de él se fue con mamá —dijo, su voz cargada de tristeza—. Era fuerte, honorable, amoroso... Siempre lleno de afecto. Recuerdo cómo eras, papá. Pero desde aquel día... desde que ella se fue, tú también desapareciste. —sus palabras cayeron como un martillo en el silencio que siguió.

Red Riot permaneció en silencio, su rabia reemplazada lentamente por una sensación que no quería aceptar.

—¿Acaso tú conoces a tu hijo? —añadió Junior, mirándolo con firmeza.

El silencio se hizo más largo esta vez, y Red Riot no supo cómo responder. Junior asintió lentamente.

—Eso pensé... —concluyó, poniéndose de pie una vez más, decidido, mientras la sangre seguía brotando de su boca.

—Tú no sabes lo que fue tu madre para mí... —Red Riot bajó lentamente los puños, su mirada perdió la dureza con la que había atacado.

Eijiro Jr. mantuvo su posición, escuchando, mientras su padre continuaba.

—Para mí, ella era mi pilar... Y aun sin su presencia, lo sigue siendo. —la voz de Junior era firme, mostrándose invulnerable.

—Ella fue una inspiración de valentía para mí —dijo con nostalgia, sus ojos perdiéndose en recuerdos— no sé qué hubiera sido de mí si ella nunca hubiese sido quien fue.

El silencio pesaba entre ambos, cargado de emociones que llevaban mucho tiempo reprimidas. 

—¿Eso te da derecho a ser un mal padre? —exclamó Eijiro Jr., sus palabras cargadas de resentimiento—. Siempre busqué tu aprobación o la de mamá... pero ella nunca estuvo presente conmigo, y aun así, hizo un mejor trabajo que tú...

La mirada de Red Riot comenzó a endurecerse de nuevo, pero su hijo no se detuvo.

—Ella está orgullosa de mí, lo sé. Mientras haga lo que me gusta, seré su orgullo y su hijo... Y con eso me basta. —Eijiro Jr. adoptó una postura de combate, su resolución más firme que nunca—. Con ser amado por mamá... me sobra.

—¡Maldito malcriado! —gritó Red Riot, enfurecido, lanzándose contra su hijo. Pero antes de poder conectar su ataque, un rápido golpe de Yoi lo detuvo en seco.

—Por supuesto que soy un malcriado... Nunca supiste cómo criarme. Lo más cercano que tengo a un padre... ni siquiera eres tú. Es el tío Bakugo... y luego, muy fácil... Deku... —Eijiro Jr. dejó que esas últimas palabras cayeran pesadamente—. El supuesto asesino de mamá...

La batalla se intensificó, y la atmósfera se volvió más eléctrica con cada intercambio. Red Riot, enfurecido, arremetía con todo su poder, pero los estudiantes trabajaban en perfecta sincronía. Yoi, con su habilidad para prever los movimientos de su adversario, se movía ágilmente, esquivando los ataques y guiando a Eijiro Jr. para que respondiera en el momento justo.

—¡Déjame en paz, maldito crío! —gritó Red Riot, lanzando un golpe que Yoi logró anticipar. Ella se desvió con gracia y empujó a su padre hacia atrás, abriendo un espacio para que Eijiro contraatacara.

Ambos estudiantes se turnaban, cansándose pero sin rendirse. Cada golpe que lanzaban y cada esquiva que realizaban eran una muestra del esfuerzo combinado. Sin embargo, la resistencia de Red Riot era formidable. Aunque los Kirishima se sentían seguros al principio, la fatiga comenzaba a asomarse en sus movimientos.

—No podemos detenernos ahora, Eijiro. ¡Solo un poco más! —le gritó Yoi, manteniendo su mirada fija en el héroe pro que se alzaba frente a ellos.

La lucha estaba en un punto crítico; el rostro de Red Riot mostraba signos de frustración, pero sus ojos aún brillaban con el fuego de un luchador decidido a no caer. A pesar del cansancio que sentían los Kirishima, sabían que el momento decisivo estaba cerca. La verdad que habían desenterrado en sus palabras resonaba, y eso les daba la fuerza para seguir adelante.

La tensión alcanzó un punto crítico cuando Kirishima, consumido por la ira, lanzó golpes sin control, generando una densa humareda a su alrededor. Cada golpe era una manifestación de su furia, pero no estaba pensando en las consecuencias.

Fue en ese momento que Midoriya intervino, colocándose entre los descontrolados ataques de Red Riot y sus estudiantes.

Estuviste a nada de matarlos —dijo Midoriya, con una voz firme que resonó en el caos. Las palabras calaron en Kirishima, quien, en medio de su furia, comenzó a tomar conciencia de la gravedad de su comportamiento.

—¿Cómo...? —murmuró, viendo a Yoi y a Junior, ambos exhaustos y asustados. La realidad de su propia ira lo golpeó como un puñetazo en el estómago.

Debes detenerte, Kirishima —insistió Midoriya, su tono lleno de urgencia.

Kirishima, aunque aún lleno de rabia, se detuvo por un momento, sintiendo cómo la humareda a su alrededor comenzaba a disiparse. La lucha interna se reflejó en su rostro, pero aún no estaba listo para aceptar la realidad que lo rodeaba. Sin embargo, en ese instante, supo que había cruzado una línea peligrosa, una línea que casi le había costado a sus seres queridos.

De a poco, Kirishima comenzó a tranquilizarse, observando a su ex compañero frente a él.

—¿Cómo? —reaccionó un poco más calmado, sintiendo el peso de la situación.

—Si antes de que enloquecieras no intervenía... los hubieses matado —respondió Midoriya, con seriedad.

—Yo... —las palabras se atascaban en su garganta, la realidad comenzaba a calar en su mente.

—Te encomendé esta labor porque pensé que serías capaz de hacerlo —continuó Midoriya, sin dejar de mirarlo.

—Midoriya... Yo... —intentó defenderse, pero la verdad era innegable.

—No volverás a la U.A. —la voz de Midoriya resonó con firmeza, sellando el destino de Kirishima.

—Pero, Midoriya... Yo... —la desesperación empezó a aflorar en su voz.

—Solo vete... y no presentaré cargos... —dijo Midoriya, haciendo un gesto para que se alejara.

Con la decisión tomada, Kirishima se dio la vuelta, dejando atrás lo que había sido su hogar en la U.A., sintiendo el peso de su fracaso a cada paso que daba.

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IZUKU EL MAESTRO (PAUSADA TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora