Capítulo 14

343 31 1
                                    

Desperté con la luz del sol filtrándose a través de las ventanas de la recámara, bañando el espacio en un suave resplandor dorado. La ansiedad y la incertidumbre se entrelazaban en mi pecho, recordándome con crueldad que, aunque estaba rodeada de nuevas posibilidades, la ausencia de Jazz pesaba en mi corazón como una roca inamovible. Algo dentro de mí deseaba hallar un sentido de pertenencia aquí, pero la sombra de su ausencia seguía siendo mi constante compañía. Decidí salir a explorar el lugar, a encontrarme con las mujeres que, al igual que yo, habían sido arrancadas de sus vidas previas y traídas a este mundo desconocido. Quizás, entre ellas, podría encontrar algo que aliviara la pesada carga en mi alma.

Al abrir la puerta, una brisa suave acarició mi rostro, y el canto de las aves flotaba en el aire, creando una melodía de serenidad que contrastaba con el torbellino de emociones dentro de mí. Frente a mí, un grupo de mujeres se encontraba reunido en un patio soleado. Sus risas se alzaban como una sinfonía alegre, pero aún sentía un nudo en mi estómago, una incomodidad que no podía disiparse del todo. Me acerqué con un paso cauteloso, como si la simple presencia de tantas desconocidas pudiera desbordar mis fuerzas, pero cuando una de ellas, con cabello castaño claro y una sonrisa amplia que iluminaba su rostro, me vio, todo cambió.

—¡Hey! —exclamó con entusiasmo, como si me conociera de toda la vida—. Soy Alicia, me alegra verte. ¿Cómo te encuentras?

—Hola, Alicia —respondí, sorprendida por su calidez. A pesar de mi inquietud, algo en su voz me hizo sentir un poco más relajada. Tal vez todo no fuera tan abrumador como pensaba—. Estoy tratando de adaptarme.

A su lado, otra mujer, de cabello largo y rubio, que brillaba a la luz del sol, se giró hacia mí. Su presencia era tranquila pero firme, como si hubiese encontrado su lugar en este mundo con facilidad.

—Soy Lara —dijo, sonriendo de manera amistosa—. He estado aquí un poco más de tiempo, así que si necesitas ayuda con algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para lo que necesites.

—Gracias, Lara. Aprecio mucho tu oferta —dije, sintiendo un nudo en el estómago, deshacerse ligeramente, como si mi mente dejara ir parte de la presión que había estado acumulando.

Una tercera mujer, con piel clara y cabello rizado que enmarcaba su rostro de manera encantadora, se unió a la conversación. Su energía era como una chispa que iluminaba todo a su alrededor, y cuando habló, su voz vibró con una vibrante energía contagiosa.

—Yo soy Samira. Estoy emocionada de conocerlas —dijo, su entusiasmo desbordando.

Nos sentamos alrededor de una mesa improvisada, donde Alicia había traído algunos frutos frescos. La mezcla de colores y aromas me envolvía como un abrazo, suavizando la tensión que había estado cargando. Mientras las risas y las voces fluían con naturalidad, me sentí por primera vez como si la maraña de pensamientos que me acechaba durante todo el día comenzara a deshacerse.

—¿Qué les parece si compartimos algunas historias mientras comemos? —sugirió Alicia, llenando el aire con una curiosidad palpable, como si sus palabras abrieran una puerta a algo más profundo.

Asentí, y mientras disfrutábamos de las frutas, comencé a hablar más sobre mi vida en la Tierra, mis sueños, mis anhelos. Sentía cómo cada palabra me liberaba un poco más, cómo cada trozo de mi historia se tejía con la suya, creando una red de conexiones invisibles pero poderosas.

—Siempre he querido ayudar a los demás —dije, mirando a cada una de ellas mientras hablaba, buscando un terreno común—. No solo de maneras obvias, sino también creando conexiones auténticas con las personas, tocando sus almas de alguna manera.

Lara me miró con admiración, sus ojos reflejando una chispa de comprensión.

—Eso es increíble, Agatha. La sanación viene de muchos lugares, y compartir lo que somos es una forma poderosa de hacerlo —respondió, su voz llena de sinceridad.

Samira, con su energía chispeante, añadió:

—En mi hogar, siempre creí que contar nuestras historias tiene un valor especial. Nos conecta y nos permite conocernos mejor. Es como tejer un hilo entre nosotras. Cada historia que compartimos es un paso hacia la comprensión mutua.

El aire se llenó de algo profundo, un sentimiento de pertenencia que nunca había experimentado antes. Nos sentíamos como si estuviéramos construyendo una comunidad, tejida con nuestras propias experiencias y vulnerabilidades. La conversación fluyó como un río tranquilo, cada una aportando algo único, y por primera vez desde que llegué aquí, me sentí parte de algo más grande.

Después de un rato, Alicia se levantó, su energía vibrante llenando el aire como un canto alegre.

—Deberíamos llevar esta conversación a la fogata esta noche. Es la forma perfecta de cerrar el día y seguir conociéndonos, bajo el cielo estrellado. —Su propuesta llenó el aire de promesas.

La idea me emocionó. Sentarme junto a ellas, bajo las estrellas, compartiendo más historias y risas, sentía que sería una experiencia única. Algo dentro de mí deseaba abrirse, dejar que la magia de la noche hiciera lo que las palabras no podían.

La tarde avanzó, y la compañía de estas mujeres comenzó a calmar la tormenta de incertidumbre que había estado dentro de mí. La tensión que había cargado durante todo el día se fue disipando poco a poco, y su risa se convirtió en un refugio cálido.

Al caer la tarde, nos dirigimos hacia la fogata, con el cielo tornándose de un naranja vibrante, presagiando una noche mágica. El resplandor de las llamas danzantes iluminaba nuestros rostros, pero no solo la luz del fuego reflejaba en nuestras caras, sino también la chispa de esperanza que brillaba en nuestros corazones. Sabía que esta noche sería el comienzo de algo especial, algo que iría más allá de las palabras y las miradas. Habíamos encontrado un refugio en cada una, un refugio que nos daba la oportunidad de sanar juntas.

Al llegar, la luz de la fogata bañó nuestras caras, reflejando no solo el resplandor del fuego, sino también la energía de lo que acabábamos de comenzar: una comunidad, un lazo, un lugar donde cada historia importaba. La incertidumbre que me había acompañado desde mi llegada ya no me parecía tan insuperable. Con ellas, ya no me sentía perdida.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora