Capítulo 14

87 7 0
                                    

Desperté con la luz del sol filtrándose a través de las ventanas de la recámara, bañando el espacio en un suave resplandor dorado. La ansiedad y la incertidumbre me invadían, recordándome que, aunque estaba rodeada de nuevas posibilidades, la ausencia de Jazz pesaba en mi corazón como una roca. Decidí salir a explorar el lugar y conocer a otras mujeres que, al igual que yo, habían sido traídas a este mundo desconocido, buscando un sentido de pertenencia.

Al abrir la puerta, vi a un grupo de mujeres reunidas en un patio soleado, sus risas resonaban en el aire como melodías alegres. Me acerqué con un poco de timidez, pero una de ellas, con cabello castaño claro y una sonrisa amplia que iluminaba su rostro, me reconoció al instante.

—¡Hey! —exclamó con entusiasmo—. Soy Alicia, me alegra verte. ¿Cómo te encuentras?

—Hola, Alicia. Estoy tratando de adaptarme —respondí, sintiéndome un poco más relajada al ver su calidez y sinceridad.

A su lado, otra mujer, de cabello largo y rubio que brillaba a la luz del sol, se giró hacia mí.

—Soy Lara —dijo, sonriendo de manera amistosa—. He estado aquí un poco más de tiempo, así que si necesitas ayuda con algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para lo que necesites.

—Gracias, Lara. Aprecio mucho tu oferta —dije, sintiendo que cada vez me costaba menos abrirme a ellas. Sus palabras eran un bálsamo para mi inquietud.

Una tercera mujer, con piel clara y cabello rizado que enmarcaba su rostro, se unió a la conversación. Su energía era vibrante y chispeante, y su presencia era contagiosa.

—Yo soy Samira. Estoy emocionada de conocerlas —dijo, su entusiasmo iluminando el ambiente.

Mientras continuábamos hablando, nos sentamos alrededor de una mesa improvisada donde Alicia había traído algunos frutos frescos. La mezcla de colores y aromas me hacía sentir un poco más en casa.

—¿Qué les parece si compartimos algunas historias mientras comemos? —sugirió Alicia, llenando el ambiente de curiosidad y expectación.

Asentí, y mientras disfrutábamos de las frutas, compartí un poco sobre mi vida en la Tierra, mis sueños y los desafíos que había enfrentado, sintiendo cómo cada palabra me liberaba un poco más.

—Siempre he querido ayudar a los demás —dije, mirando a cada una de ellas mientras hablaba—. No solo de maneras obvias, sino también creando conexiones auténticas con las personas.

Lara me miró con admiración, sus ojos brillando de interés.

—Eso es increíble, Agatha. La sanación viene de muchos lugares, y compartir lo que somos es una forma poderosa de hacerlo —respondió, su voz llena de sinceridad.

Samira sonrió y añadió, su tono reflexivo:

—En mi hogar, siempre creí que contar nuestras historias tiene un valor especial. Nos conecta y nos permite conocernos mejor. Es como tejer un hilo entre nosotras.

La conversación fluyó naturalmente mientras compartíamos nuestras aspiraciones y sueños. Hablamos sobre nuestras vidas pasadas y lo que nos había traído aquí. Con cada palabra, sentía que estaba formando un lazo más profundo con estas mujeres que ahora se sentían como parte de mi historia.

Después de un rato, Alicia se levantó y propuso, su energía vibrante llenando el aire:

—Deberíamos llevar esta conversación a la fogata esta noche. Es una forma perfecta de cerrar el día y seguir conociéndonos, bajo el cielo estrellado.

La idea me emocionó. La perspectiva de sentarnos juntas, compartir historias bajo las estrellas, prometía ser una experiencia significativa, un refugio en medio de la confusión.

A medida que la tarde avanzaba, continuamos disfrutando de la compañía y compartiendo risas, sus voces entrelazándose en una sinfonía de conexión. La incertidumbre que había sentido al llegar comenzaba a disiparse, y me di cuenta de que había encontrado un grupo de mujeres con quienes podría conectar de verdad.

Finalmente, al caer la tarde, nos dirigimos hacia la fogata, con el cielo tornándose de un color naranja vibrante que presagiaba una noche mágica. Sentía que esta noche sería el comienzo de algo especial, un espacio seguro donde podíamos abrirnos y encontrar fuerza en nuestras experiencias compartidas.

Al llegar, el resplandor de la fogata iluminó nuestras caras, reflejando no solo la luz del fuego, sino también la chispa de esperanza en nuestros corazones. Supe que esta comunidad comenzaba a ser mi nuevo hogar.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora