Capítulo 30

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El silencio llenaba la sala mientras Kalonet preparaba su próximo comentario. La atmósfera estaba cargada de tensión, y podía sentir cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Apolo, a mi lado, lucía igual de preocupado. Sabía que lo que Kalonet estaba a punto de decir era de suma importancia, algo que podría cambiarlo todo entre nosotros.

Finalmente, Kalonet se aclaró la garganta y me miró con una seriedad que no había visto antes.

—Agatha, hay algo más que debes saber —dijo, su voz grave resonando en el aire—. A pesar de que nunca pensamos que los Wrellyn encontrarían a su humana perfecta, la Floralis Sulfacum se ha visto gravemente afectada.

Mis cejas se fruncieron, confusa por lo que eso significaba. Apolo me miró, una sombra de preocupación cruzando su rostro.

—¿Afectada? —preguntó, su voz tensa—. ¿Cómo?

Kalonet tomó un profundo aliento antes de continuar.

—La Floralis Sulfacum ha sido tan demandada por los Wrellyn que muchos machos han arrancado sus raíces para sembrarlas en sus propias tierras. Esto ha resultado en la muerte de muchas de estas flores, y nuestros sanadores están buscando maneras de replicarla. Hasta ahora, no hemos tenido éxito.

Sentí una oleada de preocupación apoderarse de mí. La flor era esencial para la conexión entre Apolo y yo, y si se extinguía, nuestras posibilidades de estar juntos se desvanecerían.

—¿Qué significa esto para nosotros? —pregunté, casi en un susurro.

Kalonet me miró con una mezcla de compasión y seriedad.

—Te lo advierto, Apolo —dijo, dirigiéndose a él—. Debes mantenerte alejado de Agatha. Si te acercas demasiado y la energía entre ustedes se descontrola, podría ser peligroso. No solo para ti, sino para ella también.

Apolo frunció el ceño, su preocupación intensificándose.

—No puedo hacer eso —respondió, su voz firme—. No puedo alejarme de ella.

—Entiendo tu deseo —dijo Kalonet—, pero lo que está en juego es demasiado grande. Si no puedes manejar la conexión, las consecuencias podrían ser devastadoras.

El ambiente se sentía pesado, casi opresivo. La idea de separarme de Apolo era dolorosa, y aunque entendía la advertencia del sanador, mi corazón anhelaba estar cerca de él.

Después de una breve discusión, Kalonet finalmente concluyó la conversación.

—Lo que quiero es su bienestar. No tengo más que su seguridad en mente. Por favor, piensen en esto.

Con esas palabras, decidimos salir del lugar. Mientras caminábamos juntos, el silencio se convirtió en una especie de conversación no verbal entre Apolo y yo. A pesar de la advertencia, había una atracción palpable, una energía que nos unía a cada paso.

Al llegar a mi habitación, decidí romper el hielo.

—No puedo creer que la flor esté en peligro —dije, tratando de mantener la voz ligera a pesar de la gravedad del tema.

Apolo se quedó quieto, observándome con intensidad.

—Es difícil —respondió, su tono suave—, pero quiero que sepas que haré todo lo posible para que estemos bien.

Su mirada me atravesó como un rayo, y una oleada de cariño me envolvió. Sentí el impulso de acercarme más, de tocarlo. Así que, sin pensarlo, acaricié su brazo. Al instante, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, y supe que mi toque lo afectaba más de lo que imaginaba.

—Apolo —susurré, sintiendo que el espacio entre nosotros se llenaba de una tensión deliciosa—. Me gusta estar cerca de ti.

Él me miró, sus ojos oscuros reflejando un deseo ardiente.

—A mí también me gusta —dijo, su voz casi un murmullo. Sin embargo, había un toque de advertencia en su tono.

Con un impulso inesperado, me lancé hacia él, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura. Pero, al ser tan alto, no pude aferrarme como quería.

—Agatha —dijo Apolo, riendo suavemente mientras me sostenía—. Eres tan ligera y a la vez tan intensa.

La risa en su voz me hizo sonreír, y me di cuenta de lo mucho que disfrutaba de su compañía. La sensación de sus músculos firmes contra mi cuerpo me hizo sentir segura, protegida. Era como estar abrazada por una montaña, y la calidez que emanaba de él me envolvía en un manto de confort.

—Deberías estar más cerca de mí —le murmuré, sintiendo que la conexión entre nosotros crecía con cada palabra.

Apolo me abrazó con más fuerza, y la sensación de su piel contra la mía me hizo sentir viva. Sus brazos rodearon mi espalda, y pude sentir cada uno de sus músculos en acción, lo que me provocó un escalofrío de emoción. Era un abrazo que hablaba de promesas, de un deseo oculto que apenas comenzábamos a explorar.

—Haré todo lo que pueda para que estemos juntos —dijo él, su voz suave, pero con una firmeza que resonaba en mi pecho—. Te quiero, Agatha. Cada parte de ti.

Mis ojos se iluminaron con su declaración, y una oleada de alegría me envolvió. Sin poder contenerme, me acerqué aún más, deseando que el espacio entre nosotros desapareciera. Pero justo en ese momento, la sombra de la advertencia de Kalonet se hizo presente.

—Pero... —dijo Apolo, deteniendo el impulso de acercarse más—. Debo ser cuidadoso.

Sentí un nudo en el estómago. Su deseo era palpable, pero la advertencia del sanador pesaba sobre nosotros como una nube oscura.

—Apolo —susurré, con los ojos brillantes—. Quiero que me beses.

La súplica en mi voz resonó en la habitación. Sus ojos se oscurecieron con el deseo, pero el miedo también se reflejó en su mirada.

—No puedo —respondió, su tono lleno de lucha. —No quiero arriesgarte.

Ese pequeño rechazo hizo que una parte de mí se quebrara, pero comprendí su preocupación. Aun así, no podía evitar el deseo que ardía dentro de mí, la necesidad de sentir sus labios sobre los míos.

—Solo un beso —insistí, casi en un susurro—. Prometo que lo manejaré.

La tensión entre nosotros aumentó, y su mirada se tornó conflictuada. Finalmente, apretó los labios, sintiendo la lucha entre el deseo y la advertencia.

—Agatha, yo... —comenzó, pero no terminó.

Sus palabras se desvanecieron en el aire, y sentí una mezcla de frustración y anhelo. Era un tira y afloja entre lo que deseábamos y lo que necesitábamos proteger. La conexión que compartíamos se sentía tan intensa, tan abrumadora, que era difícil no dejarse llevar.

Finalmente, dejé escapar un suspiro resignado.

—Está bien, Apolo. Lo entiendo.

Él me miró, su expresión de alivio y tristeza a la vez, mientras seguía sosteniéndome. Aunque el momento no resultó ser lo que deseaba, la cercanía que compartíamos me llenaba de un calor reconfortante. Sabía que teníamos que encontrar una manera de navegar por esta compleja relación, y que, a pesar de las advertencias, nuestra conexión era algo que valía la pena luchar.

Apolo me sostuvo un poco más, como si el tiempo se detuviera, envolviéndome en su abrazo. Era un consuelo en medio de la incertidumbre, y aunque el futuro era incierto, había algo en su toque que me decía que todo iba a estar bien.

La noche se deslizó suavemente mientras nos quedábamos ahí, juntos, tratando de encontrar nuestro camino en medio de la confusión que nos rodeaba.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora