Capítulo 34

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Me encontraba sentada al lado de Apolo, apenas consciente de la incomodidad que irradiaba el sanador a mi lado. No quería irme; sentía que algo en mí lo sostenía, que mi sola presencia podía ayudarlo de alguna forma. Pero el sanador me observaba con el ceño fruncido, sus ojos fijos en mí, y finalmente, rompió el silencio.

—Tienes que salir. Tu energía está interfiriendo con la sanación —dijo, con una mezcla de calma y firmeza en su voz.

—No puedo dejarlo —respondí sin mirarlo, aferrándome a la cama de Apolo, mis dedos casi clavándose en el borde.

—Es por su bien —insistió el sanador, y, casi sin darme cuenta, sentí la presión de sus manos en mis hombros mientras me levantaba.

No tenía fuerzas para resistirme. Sin decir una palabra, me dejé guiar fuera de la habitación. Justo en ese momento, el sonido de su voz me hizo detenerme. Era un grito desgarrador, uno que hacía eco en las paredes y se instalaba en cada rincón de mi ser.

—¡Agatha! —Bramo Apolo, y el tono de su voz era una mezcla de agonía y desesperación.- No te vayas... no 

Sentí un nudo formarse en mi estómago, como si algo se rompiera dentro de mí. El sanador se detuvo, girando para mirarme con un desconcierto evidente.

—Vuelve —me ordenó suavemente, con algo de perplejidad en su voz. —Quédate cerca, pero no lo toques. Aún no sabemos qué conexión tienen ustedes dos.

De vuelta a su lado, me quedé de pie, sin atreverme a sentarme o siquiera respirar de más. Podía sentir el peso de su presencia sobre mí, una corriente de emociones mezcladas que no lograba entender del todo. Pero lo que sucedió después me dejó aún más descolocada.

Mi cuerpo reaccionaba de una forma nueva y no sabía qué hacer ni que decir, él podía sentir mi deseo porque vi como abría su nariz e inhalaba, justo como siempre lo hacía 

—Huelo tu excitación —susurro Apolo, en un tono bajo que hizo que mis mejillas se tiñeran de un rojo profundo.

Lo miré de reojo, sorprendida. Apenas podía hablar, pero su tono era certero, como si supiera exactamente lo que sentía. El sanador tosió discretamente, y aunque no dijo nada, su incomodidad era palpable. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa, pero no pude. Apolo cerró los ojos, aparentemente en paz, ahora que yo estaba allí, y poco a poco, se quedó dormido.

Esa noche, mientras él dormía, no pude apartar la mirada de su rostro. Había una paz en su expresión, una serenidad que me hacía olvidar por momentos que estaba observando a un líder alienígena. A medida que lo observaba, sentí una energía extraña brotar de mi pecho, algo que me envolvía y me hacía perder la noción del tiempo y el espacio.

(...)


Esa noche, mientras él dormía, no pude apartar la mirada de su rostro. Había una paz en su expresión, una serenidad que me hacía olvidar por momentos que estaba observando a un líder alienígena. A medida que lo observaba, sentí una energía extraña brotar de mi pecho, algo que me envolvía y me hacía perder la noción del tiempo y el espacio.

De repente, todo se tornó borroso, y sin darme cuenta, me encontraba en un lugar completamente distinto. Estaba rodeada de figuras que se movían lentamente, como en un sueño. Mujeres humanas, de diferentes épocas, todas compartían algo que no podía identificar. Se sentían tan familiares, tan cerca de mí, que por un instante pensé que podía tocarlas. A mi alrededor, veía a los Wrellyn, con su porte imponente, pero en sus ojos había una suavidad y un respeto que jamás habría imaginado.

Una de las mujeres se acercó a mí. Su rostro era parecido al mío, con unos ojos llenos de sabiduría y una calma que me hizo sentir protegida de inmediato.

—¿Quién eres? —pregunté, con un susurro tembloroso.

La mujer me sonrió y posó una mano cálida en mi mejilla.

—Soy una de tus antepasadas —respondió con voz suave—. Nos parecemos, ¿verdad? Eres mi descendiente, Agatha, y vienes de una larga línea de mujeres humanas que han estado al lado de líderes Wrellyn.

La miré, atónita. Me costaba procesar lo que decía, pero había algo en sus palabras que despertaba recuerdos dormidos en mí.

—¿Al lado de líderes Wrellyn? —repetí, incrédula—. ¿Por qué? ¿Cómo es posible?

Ella asintió lentamente, con una sonrisa que parecía entender mis dudas.

—Nuestros caminos siempre han estado entrelazados. Las primeras humanas que llegaron aquí fueron robadas por seres que desconocemos. Eran enormes, como hombres lobos, pero con cuerpos llenos de vello verde. Parecían ogros —rio, y me uní a su risa, aunque una sensación de temor se apoderaba de mí.

—¿Ogros? ¿Hombres lobo? —pregunté, entre la risa y el desconcierto—. ¿Cómo sobrevivieron?

—No fue fácil —dijo, mirándome con seriedad—. Algunas de nosotras caímos en sus garras, pero otras logramos escapar y refugiarnos con los Wrellyn. Nos aceptaron, nos protegieron... y con el tiempo, se crearon lazos irrompibles entre nuestras razas. 

Sentí el peso de sus palabras como una carga en mi pecho, pero antes de que pudiera responder, otra figura se acercó. Era una mujer más joven, con una mirada severa que contrastaba con la ternura de la primera.

—No estás aquí solo para recordar nuestra historia —me dijo, clavando sus ojos en mí—. Estás aquí porque tienes que cuidar de tu hermana. Las humanas siempre hemos estado al lado de líderes, y tu hermana también está destinada a cumplir con su parte, aunque no lo sepa aún.

Tragué saliva, sintiendo un nudo en mi garganta.

—¿Qué le va a pasar a Jazz? —pregunté, con la voz apenas saliendo.

—No lo sabemos con certeza, pero debes protegerla —respondió la primera mujer—. Ella no tiene aún la conexión que tú tienes, pero su destino está tan entrelazado con este mundo como el tuyo.

Miré a mi alrededor, viendo cómo las mujeres asentían en silencio. Ellas sabían algo que yo aún no comprendía, y una sensación de urgencia comenzó a crecer dentro de mí.

—Entonces, ¿estoy destinada a estar aquí, a su lado? —pregunté, con un susurro.

La mujer asintió, su expresión iluminada por una certeza profunda.

—Sí. El destino te trajo aquí por una razón, Agatha. Debes confiar en lo que sientes y proteger a los que amas, en especial a tu hermana.

La visión comenzó a desvanecerse, y me sentí arrastrada de regreso al presente. Desperté con el corazón acelerado, la habitación en penumbra y Apolo aún dormido a mi lado. Sentía sus palabras como una llama encendida en mi interior, una advertencia que no podía ignorar.

Cuidar a mi hermana, protegerla... ese era mi propósito, al igual que el de todas las mujeres que me habían precedido. Sabía que el destino que me esperaba era incierto, pero había algo innegable en mi corazón. Estaba preparada para seguir ese camino, aunque aún no supiera adónde me llevaría.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora