Capítulo 28

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Cuando llegamos a casa, la atmósfera se sentía diferente, como si la energía que había compartido con Apolo se intensificara con cada paso. Apenas cruzamos el umbral, un calor abrasador comenzó a invadirme nuevamente. Mi piel ardía, y las mejillas se me sonrojaron con una intensidad que me sorprendió.

—¿Agatha? —preguntó Apolo, notando mi incomodidad. Su mirada se tornó seria mientras observaba cómo me movía inquieta por la habitación. —¿Estás bien?

—No, no estoy bien... —respondí, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de mí. Era como si un fuego interno estuviera consumiéndome, y no podía entender por qué.

Apolo se acercó rápidamente y buscó en la cocina algo para ayudarme. Pronto regresó con un par de compresas frías, que colocó en mis brazos y frente a mi frente. Pero el frío solo parecía acentuar el calor que bullía en mi interior.

—Respira, Agatha. Solo respira —dijo con voz calmada, pero su expresión también mostraba un leve rastro de preocupación.

—Esto no es solo calor —le dije, mi voz temblando. —Siento algo más, como una excitación... ¿Me diste algo?

Su rostro se tornó serio. —Nunca haría algo así para manipularte —respondió con firmeza, pero su mirada se oscureció un poco. —No soy así.

Pero mi mente, abrumada por la confusión, no podía calmarse. La necesidad y el deseo comenzaban a abrumarme, un impulso que no podía ignorar. —¿Por qué me siento así? —le pregunté, sintiendo que el ardor se intensificaba, como si cada célula de mi cuerpo estuviera viva y vibrante.

—No lo sé, pero... —dijo, su voz más baja y grave—, yo también siento una gran excitación en este momento.

Su confesión hizo que mi corazón latiera con fuerza. La sinceridad en sus ojos me hizo cuestionar todo lo que había sentido. Era una conexión palpable, algo que iba más allá de lo físico.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué más, casi en un impulso instintivo. La desesperación se transformó en una necesidad imperiosa, y antes de darme cuenta, me había subido sobre él, sentándome en sus piernas. Su aliento se entrecortó, y la sorpresa en su rostro se mezcló con el deseo.

—Agatha... —musitó, sus manos acariciando suavemente mis caderas, como si estuviera asumiendo lo que estaba a punto de suceder.

—No puedo controlarlo —le confesé, el rubor en mis mejillas reflejando lo que sentía. —Esto es... demasiado.

Apolo me miró con intensidad, y en sus ojos había una mezcla de deseo y algo más profundo. —No estás sola en esto. Estamos juntos, y... —su voz se tornó más baja, casi un susurro—. Yo también lo quiero.

Esa declaración encendió aún más el fuego que ya ardía dentro de mí. Sin poder contenerme, incliné mi rostro hacia él, sintiendo la suavidad de sus labios acercándose a los míos. El contacto fue electrizante, un chispazo de energía que recorrió nuestros cuerpos.

Mis manos se deslizaron a lo largo de su pecho, sintiendo su firmeza mientras nuestros labios se unían en un beso profundo. Era un abrazo de almas, un baile de deseo que nos consumía, y todo lo que había en el mundo exterior desapareció.

A medida que el beso se intensificaba, el calor en mi piel creció, como si fuéramos dos llamas que se fusionaban en un solo fuego. Sus manos se movían con delicadeza pero con firmeza, y la necesidad de más se hizo insaciable.

—Agatha —dijo, separándose ligeramente, su respiración entrecortada—, no quiero apresurarnos, pero esto es... incontrolable.

La sinceridad en su voz me hizo sentir más viva que nunca. —No quiero detenerme, Apolo. No puedo.

Sin pensarlo, me acerqué más a él, mis labios buscando los suyos nuevamente. El mundo a nuestro alrededor se desvaneció mientras el fuego en nuestro interior seguía ardiendo. Cada roce, cada susurro, se sentía como un descubrimiento, y en ese momento, comprendí que estábamos destinados a vivir esta conexión intensa.

—Quiero que esto sea nuestro —le susurré, mientras el deseo se convertía en una fuerza que nos unía, sin temor y con todo el amor que habíamos descubierto.

A medida que nos entregábamos a la pasión, supe que esta noche cambiaría nuestras vidas para siempre.

La intensidad de nuestro beso se volvió casi abrumadora, y a medida que nos sumergíamos más en ese instante, una parte de mí comenzó a reconocer la desesperación que se filtraba en mis venas. Apolo me sostenía con fuerza, su cuerpo presionándose contra el mío, y su aliento caliente acariciaba mi piel, aumentando el fuego que ya ardía en mí.

—Agatha —murmuró, separándose un poco, sus ojos intensos reflejaban una mezcla de deseo y una preocupación inexplicable—. Esto... no es normal.

Su voz era un susurro grave, y algo en su tono me hizo sentir que la seriedad de su mirada podía romper el hechizo que nos envolvía. Pero en lugar de detenerme, me acerqué más, sintiendo cómo el deseo nos mantenía atrapados en ese momento.

—No me importa —le respondí, mis labios buscando los suyos nuevamente, ansiosa por explorar esta conexión que parecía ir más allá de lo físico. Pero él, con un gesto brusco, me detuvo suavemente, aunque el deseo aún palpitaba entre nosotros.

—No, espera —dijo, su respiración entrecortada—. Debo ser honesto. Nunca me he sentido así, nunca he experimentado algo tan... intenso. Este beso humano, lo que tú llamas 'besar', es increíble.

Sus palabras me hicieron sonreír, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. —¿Te gusta? —pregunté, bromeando, mientras sus ojos brillaban con un destello de deseo.

—Me encanta —confesó, acercándose de nuevo, sus labios rozando los míos. —Pero, necesito saber... ¿me puedes enseñar a hacerlo mejor?

La petición me tomó por sorpresa, y una risa suave escapó de mis labios. —Claro, Apolo. Solo tienes que dejarte llevar.

Nuestras bocas se encontraron nuevamente, pero esta vez con un propósito claro. A medida que practicábamos, sus manos se volvieron más insistentes, explorando cada rincón de mi cuerpo con una urgencia que me hizo sentir viva. Era brusco pero cuidadoso, como si estuviera aprendiendo a manejar un fuego al que nunca había estado expuesto.

Las lenguas se entrelazaron, y cada contacto era un descubrimiento, un camino hacia una intimidad que parecía desconocida para ambos. La forma en que sus labios se movían contra los míos, el roce de su lengua, me hizo olvidar todo lo demás. Cada beso se tornaba más apasionado, y a medida que perdía la noción del tiempo, sentí que el deseo se convertía en una necesidad casi desesperada.

—Agatha... —dijo, separándose brevemente, su mirada era intensa—. Esto no es lo que me prometieron. Esto no es el acoplamiento que esperábamos.

Sus palabras me sacudieron un poco, recordándome la realidad de nuestra situación. —No sé qué es esto —continuó, su voz temblando de frustración—. No entiendo lo que sentimos. Esto es diferente, más... profundo.

—¿Quieres que vayamos al sanador? —le pregunté, sintiendo que el aire entre nosotros se volvía más denso con cada segundo. Pero mientras lo decía, una parte de mí no quería que este momento terminara.

—Sí —respondió, su expresión oscureciéndose un poco. —No sé qué está sucediendo con nosotros. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de pensar en ti.

A medida que la tensión aumentaba, el calor entre nosotros se volvía casi insoportable. No era solo deseo; era una conexión que parecía desbordarse, algo que desafiaba las leyes de nuestra naturaleza.

—No quiero perder esto, Apolo —le dije, sintiendo que mi corazón latía con fuerza—. Quiero explorar esto contigo.

Él se acercó de nuevo, su mirada fija en mis labios. —No quiero perderme en esto, Agatha. Pero necesito entenderlo.

Sin pensarlo, lo tomé de la mano, guiándolo hacia el sanador. Sabía que la respuesta que buscábamos estaba más allá de nosotros, en la comprensión de lo que nos había unido de esta manera tan intensa y desconcertante.

Mientras caminábamos juntos, una mezcla de emoción y nerviosismo llenaba el aire. Pero en mi corazón, sabía que no importaba lo que descubriéramos. Lo que sentía por él era real, y estaba dispuesta a enfrentar cualquier cosa para proteger esa conexión.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora