Capitulo 27: Apolo Arsen

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El suave murmullo del agua nos rodeaba mientras el aire se llenaba de una mezcla de asombro y deseo. Aún sintiendo la calidez de su beso en mis labios, me acerqué a Agatha, incapaz de apartar la mirada de sus ojos brillantes.

—Agatha —dije, mi voz suave pero firme—. Este momento... es solo el comienzo, ¿verdad?

Ella asintió lentamente, una sonrisa tímida iluminando su rostro. —Sí, me siento viva aquí contigo. Como si todo lo demás no importara.

Tomé su mano, sintiendo la suavidad de su piel contra la mía, y la llevé a la orilla del lago. —Quiero mostrarte más de este mundo —le dije, deseando que nuestra conexión se profundizara aún más. —Hay lugares que son mágicos, y quiero compartirlos contigo.

Con curiosidad en sus ojos, Agatha preguntó: —¿Cómo es un lugar mágico?

—Ven —le dije, guiándola hacia un claro en el bosque cercano. A medida que nos adentrábamos entre los árboles, la luz de la luna se filtraba a través de las hojas, creando patrones de luz que danzaban a nuestro alrededor.

Llegamos a un pequeño claro donde flores brillantes florecían en tonos que nunca había visto antes. Sus pétalos parecían resplandecer como si tuvieran su propia luz, y el aire estaba impregnado de un aroma dulce y embriagador.

—Mira esto —dije, emocionado—. Estas son flores de luz. Cada una tiene un significado especial, y se dice que traen buena suerte a quienes las encuentran.

Agatha se agachó para observar más de cerca, tocando delicadamente una de las flores. —Son hermosas —susurró, fascinada. —¿Qué significan?

—Esta —dije, señalando una flor de un azul intenso— representa la conexión. Es un recordatorio de que nuestros corazones están entrelazados, incluso en la distancia.

Ella sonrió, levantando la vista hacia mí. —Es perfecto, ¿no crees?

Me acerqué un poco más, sintiendo el latido de mi corazón resonar con su presencia. —Lo es. A veces, creo que la vida nos lleva a personas y lugares que nunca imaginamos.

Agatha asintió, sus ojos llenos de sinceridad. —Nunca pensé que encontraría un lugar así... ni a alguien como tú.

El aire se volvió denso con la intimidad de nuestras palabras, y sentí que el momento se transformaba nuevamente. No podía ignorar el deseo que crecía entre nosotros, como si el universo nos estuviera empujando a acercarnos más.

—¿Te gustaría hacer algo más? —le pregunté de repente, sintiendo una chispa de alegría. En ese instante, no necesitaba nada más que el calor de su compañía.

Agatha se rió, sorprendida pero encantada. —¿Como qué?

—Podemos explorar más de este lugar juntos. Hay maravillas que quiero que veas.

Con un destello de emoción, ella asintió. —Eso suena perfecto.

Con una sonrisa, tomé su mano nuevamente, y juntos nos adentramos en la oscuridad del bosque, listos para descubrir lo que el destino tenía reservado para nosotros.


(...)


Punto de vista de Aghata 

El aire fresco de la noche nos envolvía mientras Apolo y yo comenzábamos nuestro camino de regreso. La magia del lago aún flotaba en el ambiente, y aunque sabía que era hora de despedirnos, una parte de mí deseaba que el momento no terminara nunca.

—Me gustaría cocinar algo para ti —le dije, una sonrisa iluminando mi rostro. La idea de compartir una comida con él me llenaba de emoción.

Apolo me miró con interés. —Me encantaría. La cocina es una forma hermosa de conectar.

Mientras continuábamos caminando, de repente, un calor inexplicable comenzó a recorrer mi cuerpo. Era como si un fuego interno se encendiera, y una sensación de inquietud se apoderó de mí. Miré a Apolo, buscando su reacción.

—¿Estás bien? —me preguntó, su voz llena de preocupación mientras se detenía a mi lado.

—No lo sé... —respondí, sintiendo que el calor aumentaba y comenzaba a marearme. —Siento como si... todo se volviera borroso.

Antes de que pudiera terminar la frase, mi visión se oscureció y un leve desvanecimiento me invadió. Apreté los dientes, tratando de mantenerme en pie, pero sentí que el mundo a mi alrededor giraba.

Apolo se acercó, apoyando su mano en mi brazo. —¡Agatha! —exclamó, su voz sonando lejana. —¡No te desmayes!

Mientras intentaba recuperar el equilibrio, noté que él también parecía afectado. Su expresión se tornó seria, y vi que sus ojos se llenaban de confusión y alarma. Era como si una energía intensa nos envolviera a ambos, un fenómeno que no podía comprender.

—Apolo... —susurré, sintiendo que las fuerzas me abandonaban.

—Estoy aquí —respondió, su voz firme pero temblorosa. —Toma una respiración profunda. Vamos a sentarnos.

Nos dejamos caer sobre un suave lecho de hierba, y él tomó mi mano con la suya, buscando conectar con mi esencia. A pesar de que estaba asustada, la calidez de su agarre me reconfortaba.

—¿Qué está pasando? —pregunté, sintiéndome vulnerable y débil.

—No lo sé —dijo, la preocupación evidente en su rostro—. Algo en el aire... Tal vez... nuestra conexión está provocando esto.

—¿Conexión? —repetí, tratando de aferrarme a las palabras mientras el calor seguía invadiendo mi cuerpo.

Apolo se acercó más, su mirada fija en mis ojos. —Debemos concentrarnos, sentirnos el uno al otro. No podemos permitir que esto nos consuma.

Sentí su energía fluir hacia mí, como un cálido resplandor que trataba de calmar mi agitación interna. Cerré los ojos, intentando sintonizar con lo que él me ofrecía. Era como si nuestras almas estuvieran entrelazadas, tratando de estabilizarse en medio de esta extraña tormenta que nos rodeaba.

—Sigue mi respiración —dijo, guiándome mientras inhalaba y exhalaba profundamente. —Estamos juntos en esto.

Con cada respiración, la intensidad del calor comenzó a ceder, aunque no desapareció por completo. Aún podía sentirlo burbujear bajo la superficie, como si fuera un fuego que ardía lentamente, listo para avivarse de nuevo.

—¿Lo sientes? —le pregunté, mi voz apenas un susurro.

—Sí, es... extraño. Nunca había experimentado algo así antes —respondió, sus ojos fijos en los míos, buscando la verdad en mi mirada.

Ambos permanecimos en silencio, con el sonido del viento acariciando nuestras pieles y el murmullo distante del lago detrás de nosotros. Estábamos conectados de una manera que iba más allá de lo físico, como si el universo estuviera conspirando para unirnos.

—Debemos irnos de aquí —dijo finalmente, su tono decidido. —No sé qué es esto, pero no podemos quedarnos mucho más tiempo.

Asentí, sintiendo que su preocupación era válida. Aunque la conexión era poderosa, había algo inquietante en cómo nos afectaba. Mientras me levantaba, su mano aún estaba entrelazada con la mía, y aunque el calor seguía presente, su toque era un ancla en medio de la confusión.

Comenzamos a caminar de regreso, nuestros pensamientos entrelazados en un hilo de incertidumbre y deseo. Sabía que había algo especial entre nosotros, algo que desafiaba las leyes de la naturaleza. Pero también sabía que debíamos navegar con cautela, entendiendo los límites de lo que habíamos comenzado.

El viaje de regreso a casa sería un descubrimiento, un paso más hacia lo desconocido. Y, aunque tenía miedo, la esperanza brillaba en mi interior, recordándome que este era solo el comienzo de una historia que estaba destinada a ser compartida.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora