Capítulo 36

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Mientras seguía explorando la biblioteca de los Wrellyn, me sentía cada vez más fascinada por las historias que contenía. Cada piedra, cada grabado parecía susurrar secretos olvidados, pero algo me llevó a una esquina apartada, donde las luces apenas iluminaban una pequeña mesa cubierta de polvo. En el centro, encontré una hoja de papel amarillento, arrugada y llena de manchas. No pude evitar sentir una extraña atracción hacia ella. Con cuidado, la levanté y comencé a leer.

"Querido diario,"

"Hoy ha sido otro día en el que me siento menos. Menos que él, menos que los demás. A los ojos de mi gente, él es el líder perfecto: fuerte, valiente, admirado. Pero en la oscuridad de nuestra cabaña, soy un objeto para él, una sombra que se arrastra por el suelo."

Mis manos temblaron mientras seguía leyendo. Las palabras estaban cargadas de dolor y desesperación.

"Él dice que lo hace porque me ama, pero sus manos me lastiman. Cada golpe, cada grito, me recuerda que no soy más que una humana para él. En privado, soy su propiedad; en público, soy la esposa perfecta que debe ser admirada. A veces, me pregunto si las otras mujeres sienten lo mismo. Si alguna vez sienten que se convierten en sombras de sus esposos. Ojalá tuviera el valor de gritar, de huir... pero siempre me atrapa."

Una oleada de angustia me invadió. Podía sentir el eco de sus palabras resonando en mi propio corazón. El miedo comenzó a apoderarse de mí, un miedo que me había jurado no sentir. ¿Podría Apolo convertirse en un hombre así? ¿Podría él, a quien había comenzado a admirar, ser capaz de golpearme o menospreciarme en privado? Me sacudió la idea y, al mismo tiempo, sentí que las sombras del pasado de otras mujeres se cernían sobre mí.

De repente, Thalos apareció detrás de mí, interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Encontraste algo interesante, Agatha? —preguntó, notando mi expresión preocupada.

Con el corazón latiendo desbocado, le mostré la hoja.

—Esto... esto es un diario de una humana —dije, mi voz temblando ligeramente—. Habla sobre su relación con un Wrellyn. Dice que él la golpeaba y la menospreciaba, pero que ante su pueblo era un líder perfecto.

Thalos se acercó rápidamente, su mirada cambiando a una de seriedad profunda.

—Lamentablemente, esas historias no son raras entre nuestras mujeres. A menudo, el poder se malinterpreta. Muchos Wrellyn tienen el deseo de ser admirados y poderosos, pero eso no justifica sus acciones —respondió, su voz grave y reflexiva.

—¿Cómo puede alguien ser tan cruel y aún así ser venerado? —pregunté, mi mente luchando contra la idea—. ¿No pueden ver el daño que hacen en privado?

Thalos suspiró, claramente incómodo.

—Algunas veces, la admiración se basa en una imagen cuidadosamente construida. En otras ocasiones, el miedo a hablar en voz alta es más fuerte que el deseo de la verdad. Es un ciclo que perpetúa el silencio —dijo, con un tono de pesar.

Mi corazón se hundió al escuchar sus palabras. La idea de que la violencia pudiera esconderse tras una fachada de admiración era aterradora. Y si Apolo llegaba a convertirse en ese tipo de hombre... No podía soportarlo. El recuerdo de su calidez y su promesa de cuidar de mí se desvanecía, dejando solo dudas y temores.

—Thalos, ¿cómo puedo estar segura de que Apolo no se convertirá en algo así? —pregunté, sintiendo la ansiedad apoderarse de mí—. ¿Cómo puedo confiar en él?

Thalos me miró con una mezcla de compasión y gravedad.

—La confianza se construye, Agatha. A través del tiempo, de las acciones y de la honestidad. No hay garantías, pero es importante que hables de tus miedos. No te guardes nada. Te aconsejo que compartas tus pensamientos con Apolo; él debe saber lo que sientes —recomendó.

Asentí, aunque en el fondo sabía que abrirme sobre mis temores era un riesgo. ¿Y si se enojaba? ¿Y si eso lo convertía en alguien aún más distante?

—Pero... ¿y si no le gusta lo que digo? —murmuré, sintiéndome vulnerable—. ¿Y si me ve como débil?

Thalos sonrió amargamente.

—Todos los hombres, incluso los más fuertes, temen a la debilidad. Pero la verdadera fortaleza reside en ser capaz de ser vulnerable. Hablarte de tus preocupaciones no te hace débil; te hace humana. Y te permitirá construir una relación más sólida con él —dijo, su voz calmada como un río.

Mi mente giraba, tratando de encontrar el valor para enfrentar a Apolo. Pero esa hoja de diario seguía pesando en mi mente. ¿Cuántas mujeres como ella habían sufrido en silencio? ¿Cuántas más podrían estar siendo maltratadas en secreto, mientras el mundo exterior aplaudía a sus opresores?

—Thalos, necesito llevarme esto —dije de repente, señalando la hoja—. Necesito saber más sobre su historia. Quiero entender lo que pasó, y si puedo ayudar de alguna manera. No puedo quedarme aquí sin hacer nada.

Thalos frunció el ceño, evidentemente preocupado.

—Agatha, no estoy seguro de que sea lo correcto. Es un tema delicado y puede traer recuerdos dolorosos para muchas mujeres. Además, podría desatar reacciones inesperadas en los Wrellyn.

—Lo sé, pero debo hacer algo —respondí, decidida—. Si puedo ayudar a que otras mujeres no sufran como ella, lo haré.

Thalos me observó por un momento, sopesando mi determinación.

—Está bien. Si sientes que es lo correcto, entonces te ayudaré. Pero debes estar lista para las posibles consecuencias. No todos los Wrellyn son como Apolo. Algunos pueden reaccionar con ira al escuchar verdades que no quieren enfrentar —advirtió.

—Lo entiendo, Thalos. Haré lo que sea necesario —afirmé, con una mezcla de miedo y determinación en mi voz.

Cuando volví a la mesa y recogí la hoja, sentí que su peso era tanto físico como emocional. Mientras caminábamos hacia la salida, una pregunta inquietante me asaltó: ¿podría Apolo ser uno de esos hombres? ¿Podría convertirse en alguien que me vería como inferior, como un objeto que se puede romper?

Al salir de la biblioteca, el aire fresco me envolvió, pero no logré dejar atrás el nudo en mi estómago. La gente del pueblo seguía en sus tareas, pero yo solo podía pensar en la dualidad de Apolo: el hombre que me había mostrado calidez y ternura, y el posible tirano que podría ocultarse en su interior.

Llegué al lugar donde había dejado a Apolo, mi corazón latiendo con fuerza en el pecho. Lo vi en la distancia, hablando con otros Wrellyn, su postura firme y segura, pero esa imagen de líder perfecto se había desdibujado. ¿Podría ser que tras su carisma se ocultara algo más oscuro?

Cuando finalmente se dio cuenta de mi presencia, su rostro se iluminó con una sonrisa. Caminó hacia mí, extendiendo los brazos.

—Agatha, me alegra verte —dijo, tomando mis manos con suavidad—. ¿Cómo te sientes?

Lo miré a los ojos, buscando respuestas en su mirada. La calidez de su abrazo me llenó de una confusión emocional.

—He estado... pensando —comencé, mi voz titubeante—. Sobre nosotros, sobre lo que significa ser parte de esto.

Apolo frunció el ceño, su mirada atenta.

—¿Sobre qué específicamente? Estoy aquí para escuchar —dijo, y su voz era suave, casi persuasiva.

Con cada palabra que decía, la confianza en él parecía crecer, pero mis dudas se mantenían, como sombras en mi mente. ¿Podría realmente abrirme sobre mis temores?

—Sobre las mujeres humanas, sobre sus historias... y sobre lo que sucedió con ellas en el pasado. Encontré algo en la biblioteca que me perturbó. Una historia que me hizo pensar en lo que podría suceder entre nosotros.

Su expresión se tornó grave, como si sintiera el peso de mis palabras.

—¿Qué fue lo que encontraste? —preguntó, un tono de preocupación en su voz.

Respiré profundamente, recordando las palabras que había leído. Aunque sabía que abrir mi corazón podría ser peligroso, también entendía que era mi única opción.

—Leí sobre una mujer que sufrió en silencio, maltratada por su esposo Wrellyn. Ante el mundo, él era un líder perfecto, pero en privado... era un monstruo —dije, dejando que cada palabra fluyera de mi boca—. Me asusta pensar que tú también podrías ser así, Apolo.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora