Capítulo 23: Apolo Arsen

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Tras la dura noche, mis pensamientos me llevaban inevitablemente a mi pasado. No era la primera vez que los recuerdos de mi niñez se colaban en mi mente, especialmente en momentos de incertidumbre. Pero esta vez, la presencia de Agatha los hacía más intensos, más vívidos. Me encontraba dividido entre el deber que había conocido toda mi vida y los sentimientos que comenzaban a despertar en mí, sentimientos que no sabía cómo manejar.

Mi padre fue el único líder Wrellyn que conocí, una figura imponente cuya sombra siempre se alzó sobre mí. Su voz, profunda y autoritaria, resonaba en mi mente incluso cuando no estaba cerca. Nunca hubo espacio para el cariño o la comprensión. Todo era disciplina, orden y fuerza. —Los líderes no se dejan llevar por las emociones, Apolo—, me decía cada vez que mostraba una pizca de duda o cansancio. Lo decía con una severidad que perforaba mi espíritu, aplastando cualquier esperanza de recibir una palabra amable. Era como si el afecto fuera una debilidad en sus ojos, y yo, su hijo, no podía permitirme ser débil.

Mi madre, por su parte, era una de las pocas mujeres Wrellyn que existían, pero su presencia era distante. Recuerdo su papel en nuestra casa como un viento frío, siempre ahí, pero nunca cálido. Jamás me abrazó ni me susurró palabras de consuelo. Su silencio me enseñó que el cariño no era algo que los Wrellyn necesitáramos. Ella cumplía su rol de madre como quien sigue una lista de deberes, pero nunca más allá de eso. Si alguna vez busqué consuelo en sus brazos, lo olvidé rápido. Aprendí desde joven que, en nuestra especie, no había lugar para la ternura.

Y así, crecí en medio de esa frialdad, creyendo que el liderazgo se basaba en ser inquebrantable, en suprimir cualquier atisbo de vulnerabilidad. Mi padre lo dejó claro desde el principio: ser líder significaba sacrificarlo todo por nuestra gente. Y yo, como su heredero, debía seguir ese camino sin cuestionarlo. Así, forjé mi carácter a golpe de órdenes y decisiones duras, sin nunca detenerme a pensar en lo que podría sentir, en lo que realmente deseaba.

Pero ahora, todo eso se tambalea. Agatha... ella es distinta. Desde el momento en que la vi, algo en mí cambió. Esa chispa que he intentado ignorar durante tanto tiempo ahora amenaza con consumir todo lo que soy. Mis días de liderazgo, mi deber hacia los Wrellyn, todo parece desvanecerse cuando pienso en ella. No es solo atracción; es algo más profundo, algo que me confunde y me asusta.

La idea de que pueda ser mi Sohren, mi conexión destinada, es a la vez emocionante y aterradora. He pasado toda mi vida sin saber qué es el cariño, sin experimentar lo que significa realmente amar a alguien. Y ahora, de repente, estoy frente a la posibilidad de que, después de todo este tiempo, haya una persona destinada para mí. ¿Qué haría mi padre si estuviera vivo? Seguramente me diría que apartara esos pensamientos, que me enfocara en el liderazgo y olvidara lo demás. Pero yo... yo no puedo ignorar lo que siento.

Las noches se han vuelto interminables desde que ella apareció. Me encuentro caminando por los pasillos de mi nave, o mirando las estrellas desde la cubierta, pensando en ella. ¿Qué pasará si no siente lo mismo? ¿Y si este sentimiento me hace débil? Mis enseñanzas siempre me han dicho que el amor es una distracción, una debilidad que los líderes no pueden permitirse. Pero Agatha... con ella todo parece diferente.

Recuerdo una conversación reciente con Kalonet, el sanador de la nave. Al hablar de lo que me inquieta, su diagnóstico fue claro: —Tu sangre corre diferente, Apolo.— Él lo sabe, puede sentirlo. Mi conexión con Agatha no es algo que pueda ignorar o simplemente apartar. Es una parte de mí, algo que parece haberse despertado desde que la conocí.

No tengo respuestas, solo preguntas. Mientras miro el horizonte, el amanecer pinta el cielo con tonos suaves, y yo me encuentro atrapado entre dos mundos: el del deber, forjado por mi padre, y el del deseo, personificado por Agatha. Y mientras ambos tiran de mí en direcciones opuestas, me pregunto cuál de los dos ganará esta lucha interna que me consume.

(...)

Decidido a despejar mis dudas, me dirigí hacia el área donde Kalum solía pasar su tiempo. La brisa fresca de la mañana me envolvía, pero no podía concentrarme en nada más que en Agatha. Mis pensamientos eran un torbellino de emociones mientras pensaba en ella. Necesitaba respuestas, y Kalum parecía ser la única que podría ayudarme.

Al llegar, encontré a Kalum en medio de su trabajo, organizando las hierbas y pociones en su espacio. Su rostro mostraba una serenidad que siempre me había intrigado. —Apolo—, me saludó con una sonrisa. Su energía era diferente, más cálida que la que había conocido hasta ahora. Me tomó un momento encontrar las palabras adecuadas, pero finalmente logré hablar.

—Kalum, necesito preguntarte algo—, comencé, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre mis hombros. —¿Agatha siente curiosidad por mí? Quiero decir... ¿hay algo entre nosotros que ella esté reconociendo?—

Kalum me miró, sus ojos entrecerrados por un instante mientras evaluaba mi pregunta. —Sí, Apolo, Agatha siente curiosidad por ti. Pero hay más. Su corazón está dividido. Está confundida por todo lo que ha experimentado desde su llegada. No solo eso; tiene miedo.—

—¿Miedo de qué?— pregunté, incapaz de ocultar la inquietud en mi voz. Mi mente comenzó a divagar hacia los peores escenarios.

—Ella no quiere tomar la poción que le permitirá encontrar a su otra mitad—, explicó Kalum, su tono grave. —El miedo la paraliza. Temen que, si lo hace, podría descubrir que no eres el elegido, que su destino la lleve a otro macho.—

La ira se encendió en mí al escuchar esas palabras. La idea de que Agatha pudiera estar con otro me llenó de una inquietante desesperación. —¿Qué quieres decir? ¿Que podría estar con otro? No, eso no puede ser. Ella es... diferente. No puede simplemente ser la Zyrae de alguien más.—

Kalum mantuvo la calma, aunque su mirada decía que entendía la intensidad de mis sentimientos. —Apolo, no se trata solo de ti. Se trata de su conexión con su propia esencia. La poción puede ser un camino hacia la claridad, pero su temor es fuerte. Ella teme perderse en el proceso.—

El nudo en mi estómago se apretó. La idea de que Agatha estuviera en conflicto sobre su futuro, sobre si arriesgarse a tomar esa poción, era insoportable. —¿Cómo puedo ayudarla? Quiero acercarme a ella, hacerle saber que estoy aquí, que no tiene nada que temer—, le dije a Kalum, la urgencia en mi voz palpable.

—Dale espacio, Apolo, pero también muéstrale que estás dispuesto a entender su miedo. La confianza se construye con paciencia—, respondió Kalum, su voz era un bálsamo en medio de mi tormenta interna.

Miré al horizonte, sintiendo cómo el sol comenzaba a elevarse. Si Agatha estaba en conflicto, yo también lo estaba. La responsabilidad de ser líder y la necesidad de proteger mis sentimientos por ella se entrelazaban, creando una lucha interna que no podía ignorar.

—Gracias, Kalum. Haré lo que pueda para ayudarla—, prometí, la determinación brotando de lo más profundo de mí. Sabía que debía actuar, no solo como líder, sino como el hombre que realmente quería ser. No dejaría que el miedo de Agatha la alejara de lo que podría ser nuestra conexión.

Mientras me alejaba, una idea comenzó a formarse en mi mente. Quizás, si podía mostrarle a Agatha que no estaba solo en sus temores, podría abrir un camino hacia la confianza. Tenía que encontrar la manera de acercarme a ella, no solo como el líder que debía ser, sino como el hombre que quería ser a su lado.



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