Capítulo 29

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Cuando salimos de la casa, sentía mi corazón latir con una intensidad que nunca antes había experimentado. La mano de Apolo sostenía la mía con firmeza, pero había una tensión palpable entre nosotros, como si ambos supiéramos que algo trascendental estaba por suceder. 

Mis pasos resonaban en el suelo metálico del pasillo que nos llevaba al sanador, y el eco de cada pisada solo amplificaba mi ansiedad.Apolo iba en silencio, pero su mirada, aunque calmada, revelaba una mezcla de confusión y preocupación. Podía sentir que él tampoco entendía lo que estaba pasando entre nosotros, pero ambos estábamos demasiado inmersos en esta conexión para retroceder ahora.

Cuando llegamos a la sala del sanador Kalonet, el aire fresco y perfumado de hierbas extrañas nos envolvió. Las paredes tenían un brillo tenue, casi relajante, pero mi ansiedad no disminuía. El sanador estaba allí, alto, de postura firme y serena, como si supiera exactamente qué esperar.

—Bienvenidos, Apolo, Agatha —nos saludó Kalonet, inclinando ligeramente la cabeza—. Antes de comenzar, debo explicarles lo que haremos. Este proceso es delicado y requerirá un análisis minucioso de sus cuerpos y energías. Recopilaré muestras de fluidos y les haré algunas pruebas. Es importante que ambos se sientan cómodos, aunque sé que puede ser incómodo.

Mi estómago se revolvió al escuchar las palabras "fluidos". Traté de disimular mi incomodidad, pero la mirada penetrante de Kalonet no dejó de observarme.

—Primero, analizaremos sus fluidos vitales. Necesito sangre, saliva, cabello y fluidos sexuales para completar el estudio. Será breve, pero esencial.

Un estremecimiento recorrió mi columna. Apolo mantuvo su postura impasible, asintiendo con resignación. Yo, en cambio, sentí cómo mi cuerpo se tensaba ante la idea de compartir algo tan íntimo.

Comenzaron con lo sencillo. Kalonet extrajo una muestra de sangre de mi brazo, el pinchazo fue leve, pero no pude evitar apretar los puños. El sanador continuó con la saliva y el cabello, moviéndose de manera metódica y profesional. Luego fue el turno de Apolo, quien se sometió al mismo proceso con un semblante imperturbable.

—Ahora, pasaremos a la parte más delicada —anunció Kalonet, en un tono que intentaba ser tranquilizador—. Deberé recolectar fluidos sexuales. Para mayor privacidad, una asistente los guiará a habitaciones separadas.

Mis ojos se ampliaron de sorpresa, pero antes de que pudiera protestar, una mujer de mirada neutral y gesto profesional entró en la sala. Vestía una túnica clara, y en sus manos sostenía lo que parecía una esponja redonda y suave, similar a las de ducha.

—Por favor, acompáñame, Agatha —dijo en tono sereno.

Con un nudo en la garganta, la seguí a una pequeña habitación contigua. El ambiente era tan frío como impersonal. La mujer me indicó que me recostara sobre una camilla, su mirada carente de cualquier juicio, pero la incomodidad que sentía era imposible de ignorar.

—Esto no tomará mucho tiempo —dijo mientras sacaba la esponja—. Este dispositivo ha sido diseñado para absorber con cuidado los fluidos sin causar molestias. Solo relájate.

Relajarse parecía una tarea imposible en ese momento. Sentí un escalofrío al notar el contacto de la esponja en mi piel. Cerré los ojos, deseando que todo terminara rápidamente. La sensación era extraña, invasiva, pero la asistente se movía con delicadeza. Cuando finalmente la esponja había absorbido todo lo necesario, la colocó con sumo cuidado en una mesa al costado.

—Ya está —dijo con una sonrisa profesional que no hacía mucho para aliviar mi incomodidad—. Puedes regresar.

Me levanté lentamente, sintiendo como si algo de mí hubiera sido dejado en esa esponja. Volví a la sala principal, donde vi a Apolo ya sentado, aparentemente igual de afectado por la experiencia, aunque lo ocultaba mejor que yo. Los frascos con nuestros fluidos ya estaban sobre una mesa metálica, perfectamente alineados.

Apolo ArsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora