Capítulo 17: Dryya, La Feroz

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   Antiguamente se conocía a la guerrera Dryya, por ser implacable a la hora de la batalla, tanto, que se ganó el apodo de, La Feroz, quien jamás tuvo miedo, quien jamás se rindió, aunque eso, la llevó a la muerte y a pesar de que fue una de las cinco, de la corte del rey, en el presente, solo la recuerdan aquellos que la conocieron.

● ¿Exiliada, majestad? — pregunta la feroz, completamente desconcertada.
● No me hagas repetir mis palabras, Dryya — un inamovible rey Pálido, advierte, agregando — he dicho, la Dama Blanca, ha sido condenada por tradición y se ha removido su posición como reina.
● ¿Traición? — resuena en la cabeza de la guerrera.
● La llevarás al lugar indicado en esté pergamino, y te quedarás a custodiar que nadie intente sacarla — ordena el rey, sin un ápice de remordimiento.
● ¡Sí, majestad! — reverencia Dryya, rodilla al suelo y sale del lugar, pergamino en garra.

Y al verla alejarse, perdiéndose por completo de la entrada principal, comienza un “monólogo”.

● Dos de mis mejores caballeros me han traicionado y uno de ellos, ha desaparecido — suspira —… Dryya, podría ponerse del lado de la Dama Blanca, ya que, es su guarda personal, así que cabe la posibilidad, de que también me traicione.
● Entonces, quiere que acabe con ella, ¿o me equivoco? — habla Lord mantis, tras el trono del rey.
● Dragón, eso es obvio — asiente de forma tajante el monarca y continúa — recuerda que con esto, te doy la oportunidad de redimir, el error que cometiste, al dejar la aldea mantis.
● Sabe muy bien, que mi hija fue desterrada, por culpa de su primer caballero, además, no me quedó otra opción, por la idiotez que cometieron mis hermanas — se defiende Dragón.
● Pero, dejar entrar a las arañas, fue una venganza muy cruel contra la aldea, aunque, eso demuestra, que, harás lo que sea, por defender lo tuyo — continúa hablando el rey Pálido y luego de una pequeña risa, prosigue — tú y yo, nos parecemos, así que, sigue mi orden, desaparece a Dryya, y te dejaré matar, al culpable del destierro de tu hija — hace una pausa y finaliza —… claro, si es que, lo encuentras, otra cosa, no importa en que lugar lo mates y frente a quien, yo me encargaré de que no seas juzgado por ello.
● Delo por hecho, majestad, acabaré con esos dos — asiente Dragón y sale del salón, sin ser visto.

En tanto, Dryya, camina con paso firme por los pasillos de White Palace, con dirección a la sala de la reina, cuando es interceptada por alguien, tras ella, quien tapa su boca y la sujeta por la cintura, arrastrándola a una habitación secreta, la que se encuentra tras la cortina, al otro lado de la pared.

● No grites — la voz suave de Ze’mer, se escucha sobre de ella, continuando — te soltare, pero no me golpees.

El joven, primer caballero de la corte del rey, suelta a su cautiva, alejándose unos pasos de ella, cuando de pronto, la ve girar hacia él, con un rostro, no muy feliz.

● ¿Qué es lo que haces?, ¿dónde estabas?, y ¿por qué no has aparecido en el palacio? — gruñe Dryya, encarando a su compañero, agregando — me estaba muriendo de la preocupación, por no saber de ti y luego de lo que ocurrió con Isma y Ogrim, todo aquí está patas arriba.
● Gracias por preocuparte por mí, Dryya, pero, eres tú, la que me preocupa más — habla Ze’mer, casi en un susurro, de pronto, se acerca un poco a la guerrera, mirándola con tristeza — Dryya, no lleves a la reina, donde te indicó el rey — aconseja, luego toma a la insecto por los hombros, susurrando —… por favor, vete con la reina fuera de los límites de Hallownest y no vuelvan.
● ¿De qué estás hablando, Ze’mer? — pregunta la feroz, quitando las garras del guerrero de sobre sus hombros y continúa — no voy hacer eso, la Dama Blanca, traicionó al rey y me ha encomendado custodiarla, él, no quiere hacerle daño, así que, no entiendo, ¿por qué me pides eso?

De pronto, el joven insecto la abraza, casi llorando.

● Dryya, eres mi amiga, huye de ese destino, por favor — súplica Ze’mer, sin dar más detalles.
● Sí, fuera tu amiga, me hubieras contado sobre la relación que tenías con esa mantis — recrimina Dryya, agregando — te hubiese aconsejado que no siguieras con eso — resopla — aunque, sé, que no me hubieses escuchado de todas formas.
● No, no te hubiese escuchado — asiente Ze’mer, pero, también recrimina algo —… y, tú, tampoco me contaste de tus sentimientos hacia el príncipe y nunca dije nada.
● No valía la pena contarte, conocía muy bien el destino del príncipe, así que, no tenía sentido — responde la feroz, soltándose del abrazo de su amigo, concluyendo — es una lástima, pero, creo que ambos, en eso nos parecemos, porque yo, tampoco haré caso a tu consejo, lo siento.
● ¡Espera! — Ze’mer, intenta alcanzar a su amiga, pero, está es mas rápida y se le escapa de las garras, quedando solo, mientras ruega — por favor, está vez, escucha Dryya.

Hallownest; El Reino por Reconstruir (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora