Parte sin título 2

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El momento más esperado por Débora había por fin llegado, la capital estaba repleta de personas y no por casualidad, era el día en el que los aspirantes a hechiceros rendirían sus exámenes de admisión a los distintos gremios.

Mientras caminaba y se perdía entre la gente no podía evitar sentir todo su cuerpo tembloroso y una enorme excitación que le recorría cada célula, había estudiado por años y hoy por fin podría dar un paso más que la acercaría a su sueño: ser la hechicera más poderosa.

Recordaba los momentos sin dormir, el cansancio de su cuerpo y mente en las jornadas de estudio y entrenamiento mientras las personas la chocaban apurados en el afán de llegar al anfiteatro donde rendían.

El examen originalmente era teórico y práctico, pero por alguna razón que desconocía ahora solamente era práctico y constaba de reunir a todos los aspirantes en la arena y pelear unos con otros.

Los maestros de los gremios observan desde los palcos y deciden a quien van a tomar como novatos en sus gremios.

La idea le parecía salvaje y sanguinaria, pero haría lo que sea para lograr conseguir un puesto.

Aunque en el momento decisivo dudo de sí y sus capacidades, lo único que lograba hacer era esquivar golpes y hechizos que no tenían ningún tipo de lógica ni sentido, era incapaz de preverlos o prevenirlos, solo podía confiar en sus reflejos, que la abandonaban a medida que se cansaba.

Algunos ingresantes, posiblemente de la nobleza y entrenados con los mejores se movían como peces en el agua, realmente no podía ver sus movimientos, solamente sentía la brisa de lo rápido que actuaban.

No supo cuántos minutos pasaron, ni en qué momento algunos golpes la habían alcanzado pero se sentía exhausta, sus piernas temblaban y cada vez le costaba más mantenerse en pie. No pasaría.

Por su cabeza las imágenes de su infancia y entrenamiento pasaban como una novela velozmente, las voces de sus allegados y ella misma la presionaban a seguir luchando por lo que tanto se había esforzado, pero le parecía inútil.

Seguía milagrosamente de pie y esquivando todo tipo de agresiones, las que su cuerpo le permitía, lanzó algunos hechizos defensivos para evitar el impacto de algunas bolas de fuego que parecían brotar de la nada misma.

Hasta ese momento se sentía poderosa, pero pudo comprender que su estado era mediocre y su poder nulo al lado de los demás aspirantes.

«¿Qué carajos desayunaron?» se preguntó mientras esquivaba una patada de un chico que parecía de su edad y que no le hacía ni fresco estar allí.

El tiempo estaba acabando y no hizo absolutamente nada significativo como para ingresar a un gremio, estaba derrotada y la campana sonó.

Solamente quedaron cinco en pie, de los más de cincuenta que se presentaron. Ella fue una.

Los maestros se levantaron y una voz resonó en todo el lugar.

—Mañana recibirán los resultados.

Débora salió derrotada, aunque pudo quedar parada al finalizar la prueba sentía que no había hecho absolutamente nada y mientras sus pensamientos la atacaban, iba arrancándose algunos pelos de la nuca hasta que el cuero cabelludo sangró.

Ahora debía esperar hasta el otro día para tener la confirmación que nadie la quería y que se dedique a cosechar papas en un campo.

Se sentó rendida en la cama de la habitación que había logrado alquilar y se tiró sobre la frazada áspera y marrón que cubría un colchón de paja incómodo, pero era lo único que podía costear.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora