Desde el abismo: el ascenso.

5 1 0
                                    

Marta García era oriunda de un pequeño pueblo de Entre Ríos, Argentina, pero desempeñaba en la capital del país su labor como profesora de ciencias de la religión en la facultad.

La fascinación que tenía sobre los estudios relacionados no solamente a los ritos y prácticas religiosas, sino que al ocultismo también, no lo comprendía del todo pero estaban ligada a extraños sueños que tenía desde chica.

Ante ella se presentaban distintos dioses y la condenaban, al mismo tiempo que se enfrentaba a Lilith y Asmodeo, pero no encontraba relación en su día a día para que se aparezcan en su mente constantemente esos recuerdos que no eran suyos.

Había buscado de todas las soluciones posibles para parar esos pensamientos y sueños que la amedrentaban y evitaban que descanse como era debido, pero nada funcionaba; ni siquiera el traumático exorcismo que le practicó su abuela con la iglesia del pueblo a escondidas de sus padres.

Se encontraba yendo a tomar el subte habitual para ir a su lugar de trabajo, ese día no descansó absolutamente nada, menos que otras veces; oía los latidos de su corazón por el cansancio pero al mismo tiempo sentía que una mujer la seguía.

Mientras bajaba las escaleras en hora pico, chocaba con gente que estaba absorta en sus pensamientos, que salía de trabajar, entraba o iban a la escuela, también algún que otro borracho que no seguía los días de la semana como el común denominador de las personas.

Detrás de ella podía ver el reflejo de una mujer con una capa negra y el pelo mitad blanco, pero cuando quería enfrentársele, ésta desaparecía.

Se estaba volviendo loca.

Mientras esperaba detrás de la línea amarilla, pudo ver a alguien lanzarse a las vías, la misma que la seguía, y casi por inercia, ella también se tiró, siendo aplastada por el subte y generándole un trauma a todos a su alrededor.


Miranda vio esa luz y sintió nuevamente una muerte, aunque esa era mejor que en la cual una nave llegaba a su planeta y la derretía en ácido luego de robarle el pene para algún experimento extraño.

Pero esa vez era diferente, por alguna razón en esa vida ella sentía que su cuerpo estaba en otro lado y podía tener leves recuerdos de lo que le había pasado.

Comenzó a abrir los ojos de a poco, pero no estaba en un hospital, ni una aldea, ni era bebé, sino que pudo ver la oscuridad del tártaro, ya habían pasado los cien años.

—¡Estoy viva! —exlcamó fingiendo ser un personaje famoso de lo que en otra tierra llamaban película de culto.

—Si, ya se —respondió Hades desganado quitándole los grilletes y sacándola del lugar de su condena.


Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora