Parte sin título 41

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Al cabo de diez años Dialum se convirtió en un reino próspero y temido, al ser gobernado por demonios y humanos entrenados por éstos era casi imposible pasar sus defensas.

Estaban separados de los otros reinos y un par de veces habían querido entrar en guerra, pero ellos los derrotaron rápidamente. Al estar sellados Lilith y Asmodeo no podían participar y le restaba poder a sus súbditos de la iglesia de luz.

Contrario a lo que se creía de su reino, era pacífico y ya no respondía a los mandatos infernales gracias a los híbridos que lograron su independencia.

Posiblemente en el momento que ese sello pierda fuerza, o esa iglesia logre liberarlos, Sephon y los otros dos hijos de Débora y Supribia, Camilla y Viktor, serían grandes y poderosos.

Débora estudió todo ese tiempo para crear una barrera por la cual no puedan entrar otros demonios que no sean autorizados por ella y le enseñó a sus hijos como sostenerla mientras le recordaba constantemente que los quieren muertos por su poder.

Sephon no recordaba mucho sobre el día que tan mal le había hecho a su madre, ni sobre su misteriosa salvadora que vaya uno a saber dónde se encontraba; la única información que tenía era que fue castigada por los dioses.

—¿Era más fuerte que usted, madre? —preguntó una tarde a Débora, que observaban desde el balcón del castillo toda la capital de su reino.

Ella lo miró casi aterrorizada, cómo si la duda le hubiera penetrado hasta lo más profundo de su ser.

—Inmensamente más fuerte e inteligente —la mujer observó el horizonte—. Si ella vuelve algún día y yo no estoy viva, te prohíbo terminantemente meterte con ella.

Recordar como asesinó todo un ejército, destruyó el sistema del anterior reino que ya no quedaba ni los cimientos y luego se enfrentó a ella y los reyes de los demonios, se burló de Lilith y su magia; le daba una puntada en el estómago.

La única razón por la cual pudo hacerle frente y terminó por apuñalarla fue gracias a que Supribia usó una fuerza asquerosamente potente para bajarla, él mismo le había admitido que incluso mientras peleaba contra ella su gravedad era afectada por la magia de su esposo.

Teniendo la magia de él sobre su cuerpo era capaz de moverse con la misma liviandad que ella, mientras ese árbol y sus cruces masacraban a su ejército.

Sephon le tomó la mano a su madre que estaba temblorosa.

Acordarse que unificó su magia con la de Lilith para así poder seguir viva incluso decapitada o con el cuerpo destruido le daba terror y ni siquiera quería pensar en su mente.

Miranda había descendido a la locura en todos esos años, ya no pensaba como antes ni tenía los mismos ideales, era una mujer desequilibrada.

—Está bien madre, te prometo que jamás la tendré de enemiga.

—De amiga tampoco.

El pequeño heredero asintió.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora