—Miranda —la llamó Kuyen mientras ella se encontraba estudiando en la biblioteca del palacio—, quiero hacerte una pregunta.
La aludida levantó una ceja y lo miró sin levantar el rostro de los libros ni soltar su pluma.
—Ese día... —comenzó mientras se sentaba en la silla frente a ella—, ¿me salvaste a mí porque estabas enamorada?
Se atoró con su propia saliva y no pudo evitar toser desesperadamente hasta el punto de ponerse roja.
Estaba enojada, muy enojada.
—¿Cómo sugerís una cosa así, ridículo? —respondió entre dientes para no matarlo.
—Te escuche hablando con Kami y también me llamó la atención que ese demonio se haya disfrazado de mí. —Lo decía con la tranquilidad de un lago en una montaña y Miranda solamente quería volver a ese momento y dejarlo morir.
A parte en, qué momento podía escuchar la conversación con Kami y creer que estaba enamorada de él. Era más tarado de lo que ella podía asumir.
—Actué en base a las normas establecidas y si escuchaste mi conversación con Kami no es posible que deduzcas esa estupidez —explicó tratando de tener el suficiente tacto posible y no perder la calma—. También... no se disfrazó de vos.
El hombre la miraba con el ceño fruncido y sus mejillas comenzaron a tomar color, ahora comprendía la conversación y el miedo de lo que podría haber pasado si no confundía a su hermano con él.
La vergüenza empezaba a hacerse presente en el cuerpo de Kuyen que no sabía dónde meterse.
Hacía unos años Miranda y Kuyen habían compartido la misión que definiría no solamente sus caracteres a la hora de trabajar, sino también la relación que mantendrían.
Todos los gremios debieron unirse para evitar que el reino de Valus los invada en una guerra sangrienta, todo valía, lo único que estaba prohibido era rendirse y dejar que los civiles sufran las consecuencias.
Miranda, Kami y Kuyen se encontraban en el mismo escuadrón.
La invasión había durado días, pero se llevó muchas vidas al mismo tiempo, fueron momentos de cansancio, sufrimiento y dolor, pero tenían un compromiso con el reino y lo cumplirían.
Kami y Miranda habían destacado notablemente contra los enemigos, llegando a ser incluso piezas claves en la frontera marítima, aunque su valía y poder nunca hayan sido reconocidas, fueron el dúo que más atemorizaba a los de Valus.
La fuerza destructiva que tenían ambas era suficiente para cubrir un radio con el que se necesitaría mínimo diez hechiceros de rango medio.
Las experiencias de vida de Kami le daban una perspectiva única en una guerra, y el apoyo incondicional de Miranda lograba que sus planes no fallen.
Hasta que llegaron los últimos días, donde el enemigo usó un recurso suicida.
—Imposible —dijo Kami al ver como se levantaba un hechicero que estaba trayendo lo que parecía un meteorito.
—Nos van a matar a todos, incluso a ellos mismos. —Miranda retrocedió por instinto al ver la escena, pero debían accionar en ese momento y evitar que esa bestialidad tocase la tierra.
Una gran luz se vio antes que el ataque impacte contra el mar, generando una onda expansiva abismal. Combinada con agua a una velocidad que cortaba lo que se le cruzaba y el calor mismo del ataque era sin dudas un plan suicida.
Kami y Miranda crearon entre las dos una capa protectora para ellas y otras para sus compañeros, pero eran más débiles.
Cuando pasó, el hechicero que había invocado semejante poder estaba muerto, al igual que sus compañeros y los de ellas dos, así que comenzaron a buscar sobrevivientes.
Entre los escombros del asentamiento a unos kilómetros del mar Miranda halló a Kuyen gravemente herido sobre una mujer.
—Sálvala a ella. —Le pidió con la voz entrecortada y sangre brotando de su boca.
—Por favor, sálvala a ella. —Insistió.
Miranda vio el cuerpo que cubría Kuyen y le tomó el pulso, si bien estaba viva era más débil que el de él, no era viable rescatarla.
Ella lo movió levemente y le dio primeros auxilios aunque lloraba que no era a él a quién debía atender, seguía pidiendo por favor que rescate y atienda a la mujer.
Le hubiera gustado salvarlos a ambos o incluso cumplirle el deseo, ya que parecía en su lecho de muerte, pero debía actuar como le enseñaron y en ese momento la vida con más chances de seguir era la de Kuyen.
Kuyen la culpó mucho tiempo por la muerte de su amada, y ella jamás se gastó en explicarle la razón de haberlo salvado, aunque le parecía que se daba por sentado, el hombre delante de ella le confirmaba todo lo contrario.
—Nunca me disculpé por como actué después de eso. —Confesó.
—Está bien, entiendo la frustración que implica querer proteger a quienes amas y terminar sobreviviendo vos. —Miranda se había recostado sobre la silla y miraba el techo.
—¿Nila era insalvable? —preguntó rompiendo el silencio incómodo que los estaba inundando.
—Sus latidos eran débiles, murió segundos después de que te saqué de encima de ella, posiblemente tu cuerpo estaba presionando algo que evitaba que muera más rápido —respondió.
—Es decir... mientras yo te rogaba por su vida, ella ya había muerto. —Dedujo.
—Exactamente.
Kuyen se levantó y se fue sin decir una palabra, pero Miranda entendía que tal vez quería estar solo, al fin y al cabo estaba descubriendo eso después de años.
Dimas, que se encontraba sentado escuchando atentamente la conversación, no pudo contener sus lágrimas cuando comenzaron a brotar y tuvo que salir de la biblioteca rápidamente para evitar que lo vean.
Miranda estudiaba sobre los demonios y algunos grimorios antiguos de generales que pudieron contra la primera amenaza de esas fuerzas. Como lo sabía de antemano, en sus ojos se mostraba su poder, así que mientras más difícil sea el color de encontrar en un humano, más fuerte el demonio.
Por lo que leyó los más fuertes tenían ojos violetas, rojos y amarillos, relucientes y brillantes.
La información que tenían era bastante escasa porque al solo tener en la historia un solo ataque demoníaco, no le dieron importancia a seguir investigando.
«A esta gente no le importa nada» pensaba Miranda mientras buscaba más libros; primero con el poder que tenía Débora, ahora con los demonios, necesitaban a alguien que les diga que si los atacó algo tan importante, mínimo deberían tener una sección dedicada a ellos.
En su reino se solía hablar de los demonios como una amenaza constante, incluso las canciones de cuna trataban sobre ellos.
Recordó que en el reino de Kami sucedía algo similar, también se tenían muy en cuenta esas historias, así que decidió buscarla para tratar de hilar cabos.
ESTÁS LEYENDO
Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...