Supribia había llegado con Débora, que se encontraba abrazada a su hijo de una forma casi asfixiante.
—Los dioses se llevaron a Miranda y mandaron al infierno a los reyes —dijo sentándose a su lado y acariciando al pequeño.
Débora no entendía por qué esa mujer había salvado a su hijo, ni tampoco la razón de defender al reino, pero cuando pensaba en ella sus piernas temblaban y se aferraba aún más a su hijo.
—Fui débil —sollozó.
Supribia la acercó a su pecho.
—Fuiste la única que le dio pelea Débora.
—No pude defender a mi propio hijo.
Ambos apretaron sus dientes, quieran o no, la razón de que ese pequeño esté entre ellos era Miranda, que ahora estaba siendo juzgada por los dioses.
Ganaron esa batalla, pero era una victoria amarga y habían perdido una gran cantidad de personas, aunque todo el reino fue sometido por ellos; debían concentrarse en reconstruirlo.
Gracias al plan que habían estado ideando, encontraron el momento justo para expandirse luego de que Miranda totalmente desequilibrada destruyó casi todo.
Ellos no estaban a favor de la iglesia de luz, en parte porque los reyes de los demonios trabajaban con esos sacerdotes y en consecuencia los obligaban a servirles, evitando sus castigos divinos y dándoles poder. Tampoco les gustaba estar del lado de los humanos que solamente los veían como una pieza en su juego de manipulación y no reflexionaban sobre su existencia.
Nunca creyeron que Miranda iba a hacerle frente a un demonio como Lilith, que parecía podía manejarla a voluntad. Todos, incluída Débora habían juzgado la inteligencia y los límites que tenía esa mujer... o la falta de ellos.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...