Parte sin título 39

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Supribia había llegado con Débora, que se encontraba abrazada a su hijo de una forma casi asfixiante.

—Los dioses se llevaron a Miranda y mandaron al infierno a los reyes —dijo sentándose a su lado y acariciando al pequeño.

Débora no entendía por qué esa mujer había salvado a su hijo, ni tampoco la razón de defender al reino, pero cuando pensaba en ella sus piernas temblaban y se aferraba aún más a su hijo.

—Fui débil —sollozó.

Supribia la acercó a su pecho.

—Fuiste la única que le dio pelea Débora.

—No pude defender a mi propio hijo.

Ambos apretaron sus dientes, quieran o no, la razón de que ese pequeño esté entre ellos era Miranda, que ahora estaba siendo juzgada por los dioses.

Ganaron esa batalla, pero era una victoria amarga y habían perdido una gran cantidad de personas, aunque todo el reino fue sometido por ellos; debían concentrarse en reconstruirlo.

Gracias al plan que habían estado ideando, encontraron el momento justo para expandirse luego de que Miranda totalmente desequilibrada destruyó casi todo.

Ellos no estaban a favor de la iglesia de luz, en parte porque los reyes de los demonios trabajaban con esos sacerdotes y en consecuencia los obligaban a servirles, evitando sus castigos divinos y dándoles poder. Tampoco les gustaba estar del lado de los humanos que solamente los veían como una pieza en su juego de manipulación y no reflexionaban sobre su existencia.

Nunca creyeron que Miranda iba a hacerle frente a un demonio como Lilith, que parecía podía manejarla a voluntad. Todos, incluída Débora habían juzgado la inteligencia y los límites que tenía esa mujer... o la falta de ellos.


Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora