—Parece que al final se están matando entre ellos —susurró Débora observando la fuente a Luxur que pasaba por allí.
Zaprigui, quien casi nunca aparecía, había dicho que dejen a los humanos matarse entre ellos, luego tendrían el camino totalmente libre para crear su imperio; resultó tener razón.
Luxur se acercó curioso a observar lo mismo que Débora, realmente se estaban acabando entre ellos.
Ambos observaban detenidamente el transcurso de la batalla cuando Supribia apareció con una mujer sostenida del antebrazo, claramente había sido capturada.
Al mirar a Débora, ésta se acercó casi rogando; con las rodillas en el suelo la observaba.
—Insistió en verte —dijo Supribia.
—Soy de la isla Solarum —comenzó a hablar la mujer—, usted asesinó a la sacerdotisa y los cuatro guardianes.
Débora recordaba esa experiencia, allí fue que consiguió su espada, pero se preguntaba la razón de la visita de la mujer, ¿venganza?
—Sé que puede resultarle extraño pero... —se enderezó sin levantarse y colocó sus manos sobre su pecho, mirándola decisiva— Los habitantes de la isla estamos profundamente agradecidos y queríamos ofrecerles nuestra devoción.
Los tres quedaron tiesos, con los ojos abiertos de par en par, le estaba ofreciendo lealtad a la mujer que mató a sus gobernantes.
Al ver la expresión, la mujer siguió explicando la razón por la cual la isla entera le estaba profundamente agradecida.
La sacerdotisa era una mujer avara y de muy mal genio, sometiendo a todo el mundo a sus caprichos, creando pequeños campos y espacios de castigos y torturas para cuando se encontraba de malhumor; incluso atacando mujeres que consideraba hermosas.
Nadie tenía el valor de enfrentarse, no porque sea fuerte, sino porque no conocían otra cosa y no sabrían lidiar con toda la responsabilidad de atacarla junto a sus cuatro guerreros.
El día que Débora los asesinó, sin darse cuenta, liberó un pueblo sometido.
—¿Por qué creen que soy mejor que esa mujer? —preguntó Débora.
—No lo sabemos, pero no nos atacó a nosotros, ya sea por considerarnos débiles o porque no estábamos en su objetivo, por favor... acéptenos. —Rogó la mujer poniendo sus manos en el suelo.
Para Débora, que jamás había obtenido una aceptación tan masiva, era una experiencia que le erizaba todos los vellos del cuerpo, generando también una pequeña descarga en su columna vertebral.
Miró con súplica a Supribia, ya que no sabía que debía hacer en tal situación.
Él la observaba con un gran orgullo, puesto que consiguió sin ninguna artimaña la lealtad completa de una población, y no cualquiera, sino la que poseía el metal que cortaba la magia.
Sin querer ella se acercó de un solo paso al objetivo que los demonios tenían, pero que casi lograron con métodos cuestionables y relacionándose con humanos aún más dudosos que ellos.
—¿Son fuertes? —preguntó Débora acercándose.
No sabía que era lo que sentía en ese momento, en realidad, nunca creyó que algo así podría pasarle.
Solamente lograba el respeto por miedo, por eso le gustaba Dimas, porque le temía y reconocía su fuerza, pero esa gente... ese pueblo, tenía otro tipo de respeto.
Uno casi tan similar al que ella tuvo por sus superioras en su momento y luego el que le expresaron los demonios.
—Nos haremos fuertes por usted, no le aseguraré acercarnos siquiera a su nivel, pero nos esforzaremos. —La mujer la observaba con tal firmeza que sus piernas parecieron temblar por un segundo.
Supribia y Luxur miraban encantados la escena, al fin y al cabo esa mujer se convirtió en una más de ellos y colaboraba activamente en la causa, sus logros eran tomados con gran admiración por todos.
—Está bien —accedió Débora sin saber como proseguir, pero estaba segura que los otros la ayudarían.
Mientras el reino de Lilian se debilitaba solo, ellos ya construyeron uno; una leve sonrisa apareció en el rostro de Débora.
Ella quería un reino donde las personas busquen hacerse fuertes sin importar el nacimiento, aplastar los valores contra los que tuvo que luchar toda su vida, al mismo tiempo que los demonios buscaban su reino e independencia sin importar qué.
El día que Supribia le contó sus planes de construir un imperio, pero sin tener las bases fijas, solo una idea, entendió que su trabajo sería el de ordenar todo el sistema con el que se manejarían.
Humanos, demonios e híbridos vivirían en él, convirtiéndose en el más variado y al mismo tiempo, más fuerte de todos.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...