Parte sin título 17

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Miranda observó a Dimas y el rey que estaban claramente conmocionados. Kami no se alejaba mucho de ese estado.

Ninguna tenía idea de que acababa de suceder, así que decidieron optar por llevar a los heridos hasta el palacio.

Dimas fue cargado por Miranda, tenía el tacto suave y un olor a jazmines delicioso. Podía caminar por sí solo, pero fingía más dolor del que tenía debido a que seguramente no volvería a estar tan cerca de esa mujer en toda su vida.

Recordaba que fue la que los salvó junto con la otra, pero ella había acompañado a Débora a su primer misión, desde ese momento había quedado encantado con esa mujer.

Seguía siendo igual de imponente, pero no como su ex general, sino alguien que generaba respeto antes que miedo, podías sentirte seguro a su lado.

Realmente había hablado con Frederick sobre la muerte de ellas dos, ambos estaban sorprendidos, si bien no se llevaban bien, Miranda lo había salvado de una muerte segura.

Cuando llegaron hasta el palacio llamaron solamente a un general a una reunión de urgencia mientras un médico atendía a Dimas y al rey.

Miranda y Kami estaban sentadas en la oficina principal mirando un florero, absortas en sus pensamientos, aunque ninguna hablaba pensaban en exactamente lo mismo: ¿qué le pasó a Débora?

Kuyen ingresó a la sala y al verlas su cara se desfiguro completamente entre miedo y duda, esas dos estaban muertas para todo el mundo, él incluido; tuvo que parpadear un par de veces para asegurarse que no alucinaba.

Miranda lo miró como si no hubiera vuelto de la muerte, como lo miraba todas las veces que lo cruzaba en algún lado: con desprecio.

—Ustedes... —dijo sorprendido y miró al rey que estaba siendo atendido, al igual que Dimas.

—Yo también me sorprendí general. —Lo acompañó en sentimiento el menor.

Por alguna razón la presencia viva de Miranda y Kami era como un soplo de vida, respirar aire puro luego de estar en la guerra.

El rey les pidió que cuenten lo que había sucedido y sobre su relación con Débora, que pasó de ser general a prófuga.

—Creo que la general terminó siendo consecuencia mía. —Se culpó el monarca bajando la vista.

Todos comenzaron a justificarlo pero se escuchó una voz que los hizo callar.

—Y si... ¿qué esperabas?

Kami, Dimas, Kuyen, el médico y el rey quedaron en un silencio póstumo, jamás se habían referido a la autoridad real de esa manera tan descortés.

—Miranda. —Quiso calmarla Kami.

—Miranda nada, mandas a matar a quienes desaprobaron tu examen de mierda, inculcas desde el principio que sobrevive el más fuerte, tu sociedad y los de tu clase se encargan de reprimir y suprimir a los que consideran inferiores y son respaldados; Débora era plebeya y tenía una de las magias más ninguneadas del mundo, así que pregunto yo, ¿esperaban otra cosa?

Todos hicieron silencio ante lo que Miranda planteaba, tenía razón.

Ella estaba furiosa, la ira parecía no entrarle en el cuerpo, ni siquiera Kami que la conocía hace tantos años la vio tan enojada como en ese momento.

Toda la serenidad y calma que solía transmitir fueron reemplazados por un aura negra y sombría que ocupaba todo el lugar.

—No puedes dirigirte al rey de esa manera —Kuyen se había parado a pocos centímetros de la cara de la mujer—, aunque lo que digas sea cierto, eso no te da derecho a tratar de esa forma a la persona que gobierna el suelo en el cual vives.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora