Parte sin título 6

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Al día siguiente cuando se levantó, Han Ze y Miranda estaban sentados en la sala jugando al ajedrez aunque parecía que peleaban a muerte.

—Esa regla te la sacaste del culo. —Se quejaba la mujer.

—Jaque. —Reía el maestro.

Miranda agachó la mirada pero podía notar que estaba enojada, mientras Han Ze revoloteaba arriba de su bastón festejando su éxito en el juego.

Ambos se miraron seriamente unos segundos.

—¿No te acordas de alguien que nos sacaba estas dudas? —preguntó Miranda.

—Ahora que lo mencionas...

Débora los miraba curiosa desde la puerta, estaban pensando mucho en alguien.

—¡Kami! —exclamó Miranda levantándose bruscamente de su asiento.

«¿Quién será?» se preguntó la menor al oír su nombre.

—Ya recuerdo —Han Ze se había quedado quieto—, el albino me dijo que estaba arrestada en su gremio.

—¿Cómo? ¿Hace cuánto? —Lo interrogó Miranda.

Por eso le habían dicho que tenían cargos en la misión, era porque tenían un miembro arrestado, aunque Miranda le dijo que eran ellos tres.

—Me dijiste que éramos nosotros tres —susurró Débora recordando la conversación.

—Claro, nosotros tres, el viejo, Kami y yo, y ahora vos —explicó Miranda.

—Bueno van a tener que buscar a Kami —ordenó el viejo mientras recordaba algo y agregó—: Debe estar ahí hace un par de meses.

Las dos mujeres lo miraron totalmente descolocadas por la tranquilidad al decir que tenían un miembro privado de la libertad en otro gremio y ni siquiera les había dicho.

—No me miren así, Miranda, si tanto te preocupaba podrías haberla buscado. —Se justificó.

—Es que a veces desaparece por mucho tiempo... —dijo con un poco de vergüenza jugando con un mechón de su cabello.

Ninguno de los dos tenía justificación alguna.

Débora comenzó a preocuparse.

—¿Cuánto tiempo debe pasar para que se preocupen por mí si desaparezco? —preguntó la menor horrorizada.

—Tal vez un mes, eres nueva así que sería un tiempo corto —respondió su maestro.

—¡¿Qué?! En un mes ya pude haber muerto. —Débora estaba comenzando a sentir miedo e inseguridad.

—Y sobreviví nenita. —Le quitó peso Miranda a los dichos de su maestro como si era algo fácil en los escenarios catastróficos que Débora creó en su mente.

Comenzaba a preguntarse cómo ese gremio aún se mantenía en pie, eran descuidados, maleducados –ignorando la capacidad de elocuencia de Miranda-, ninguno emanaba mucho poder mágico, ponían la vida de su novata en riesgo cada vez que podían. Así nunca se convertiría en la más fuerte, no ahí.

Pero mientras su mente iba desmotivándola cada vez más, esos dos jugaban a piedra, papel o tijeras para ver quien buscaba a Kami, ¡ni siquiera querían buscarla!

—¡Gané viejo gagá! —Festejó Miranda— Vas a tener que sacarte el bastón del culo y moverlo de acá. —Se burló descaradamente.

Han Ze se rascaba su ceja larga que llegaba hasta la altura de la barbilla recorriendo sus pómulos, aceptando la derrota.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora