Parte sin título 13

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En todo el tiempo que estuvo leyendo y estudiando se dio cuenta que en realidad no era un poder débil, sino que las personas habían quedado obnubiladas con los otros, y al ser común pensaban que eso lo hacía vacío y vulgar.

A veces reía mientras leía los libros que tomaba de la biblioteca, la gente se dejaba llevar tanto por los demás que no experimentaron nunca batallar con su magia.

La desventaja más clara que tenía era no ser capaz de controlar la magia ajena, pero lo que nacía en la tierra, podía ser dominado por ella.

Pensaba cada tanto en Miranda, ella tampoco sabía los alcances de su poder pero le dio una clave muy importante, los humanos, animales y árboles venían de la tierra, y todo lo que provenga de ahí puede ser manipulado.

Había leído de usuarios elementales que hundieron poblaciones enteras con catástrofes naturales, eran capaces de crear zonas consumidas por su magia, era obvio que todo el mundo dejaría de lado su magia.

Recordó la primera vez que había logrado manipular su propio cuerpo, fue en ese momento que experimentó con el de alguien más para ver si podía hacer lo mismo.

Aunque el suyo le costaba mucho, un día volviendo a su casa pudo ver un ebrio desmayado cerca de un callejón y se preguntó: ¿por qué no?

Se concentró en moverlo y para su sorpresa pudo hacer que cambie de posición, motivada por ese acontecimiento siempre pasaba por el mismo lugar, donde caía el hombre borracho y de a poco lo comenzaba a mover.

Allí pensó que tal vez no había heredado el poder de mover objetos como sus padres, sino que era capaz de algo más, pero al contarlo en su casa le dijeron que se concentre en otras cosas, eso no significaba nada.

Débora fue felicitada por su fuerza y valentía, también porque consiguieron que Arton hable y cuente con quien trabaja.

La ascendieron de posición y logró obtener una estrella y el grado de teniente, así que cambio su uniforme.

Ahora usaba una armadura color rojo con toques dorados combinados con su lanza.

Ya no debía cruzarse con Alana y los demás que a medida que pasaba el tiempo crecía la envidia hacia ella, pero eso en cierta forma la alimentaba.

Podía enterarse de más cosas y la enviaban a trabajos a tierras lejanas con equipos dirigidos por ella.

Entrenando descubrió que tampoco era capaz de cambiar la forma de los objetos que manipulaba, es decir, si alzaba un árbol, quedaría de esa forma, a menos que lo destroce con su arma, no podía cambiarlo.

Pero, había una cosa que si lograba hacer y era encastrar con presión los objetos, creando uno más grande y poderoso.

Arton había declarado que trabajaba con un demonio llamado Desvidia, a él recurrían las personas con poco poder para que les otorgue más y luchar a su lado.

Débora al oír la declaración del hechicero con los brazos cruzados no pudo evitar ahogar una risa, era tan patético.

Personas buscando la forma de fortalecerse con seres que en todos los cuentos y libros buscan asesinar a los humanos.

—Teniente —la llamó un caballero de la unidad que protegía al rey—, el rey quiere verla, acompáñeme.

Con su expresión seria que había adquirido en ese tiempo suspiró y siguió al hombre, ver al rey era de las cosas más aburridas. Seguía pareciendo embalsamado pero su presencia había cambiado, no parecía el mismo que mandó a asesinar a los débiles.

Eso le molestaba, incluso tenía la sensación de arrepentirse de tal acto, pero para ella ya no estaba mal, en su momento le dolió porque sabía que perdería a Miranda y Kami, pero al fin y al cabo se merecían eso por culpa de su mediocridad.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora