Parte sin título 9

3 2 0
                                    

Cuando llegaron al castillo el maestro se prendió una pipa y obligó a las tres mujeres a sentarse.

—Van a tener que asistir a la ceremonia de coronación. —Ordenó sin derecho a réplica.

—¿Qué dijeron en la reunión? —preguntó Débora que por estar sanándose se perdió todo.

—Posiblemente hay un grupo terrorista que está atacando desde las sombras, por eso no se dio nueva información sobre el rey, aparte, van a hacer una nueva reforma de caballeros en el cual ustedes tres deberán tomar el examen obligatoriamente —explicó el hombre.

La cara que tenía era porque debía hacer que sus miembros adquieran más responsabilidades y se mezclen con las personas que las despreciaron toda la vida.

Kami y Miranda miraron al suelo con disgusto, pero para Débora era una oportunidad inigualable. Si quería ser la hechicera más fuerte, convertirse en caballero le daba más posibilidades de ascender.

Los hechiceros de gremio podían ser maestros, el grado más alto, pero los caballeros podían aspirar a ser generales, quienes tenían el mayor rango.

En ese momento el hechicero más fuerte era el general de los caballeros por lo que había averiguado, así que hacía unos meses aspiró a tener esas estrellas en su pecho.

—¿Por qué tenemos que ir a la ceremonia? —preguntó resignada Miranda.

—Se necesitan personas que ya hayan peleado con esos hechiceros manipulados en caso de que suceda algo —respondió Han Ze.

—Los caballeros tienen rangos más altos. —Se quejó Kami.

—Los caballeros hace años dejaron de ser lo que eran, son inservibles y el general se da cuenta de eso. —Han Ze tenía razón, si bien tenían rangos más altos, entre ellas podían tener un nivel que las posicione sobre la mayoría de ellos, o incluso con los mismos maestros.

Miranda y Kami se miraron con complicidad, ambas pensaban exactamente en lo mismo, ninguna tenía ánimos de relacionarse con ellos.

No importaban los años que pasen o los avances que puedan tener socialmente, a ninguna de las dos les interesaba tener más contacto del que ya tenían.

Débora se fue a dormir esa noche pensando en todo lo que podría haber mejorado en la batalla, recreándola una y otra, y otra vez en su mente para encontrar sus puntos débiles y fuertes.

Si quería unirse a los caballeros en ese examen no bastaba con su nivel actual, lo más fuerte que tenía era el hechizo que atraía todas las cosas que podía en un radio de doscientos metros, necesitaba aumentar la circunferencia del ataque e implementar nuevos.

Hasta ese momento su habilidad más destacada era el combate cuerpo a cuerpo, así que necesitaba algo de corta distancia, tal vez un arma.

A la mañana siguiente el ambiente había cambiado, todo se volvió más serio y desanimado, notaba que sus superiores no querían adquirir más responsabilidades, lo que la llevaba a preguntarse la razón de unirse a un gremio.

Nunca había hablado de eso con ninguna, ni con su maestro y ellos no parecían interesados en explicar esa parte de su vida.

En el entrenamiento Débora le planteó a su capitana el uso de un arma en sus batallas, no era algo común entre los hechiceros a menos que ellos las creen con su magia.

—Es una idea extraña, pero creo que podrías usar algo liviano y de corta distancia. —Recomendó Kami.

—Tienes razón, podrían ser dagas. —Reflexionó.

Miranda las estaba escuchando sentada en la copa de un árbol cercano.

—Podrías usar una lanza de tu altura lo suficientemente liviana para manipularla con tu magia y así cubrir más aristas en una batalla, además de las dagas —dijo antes de morder un durazno.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora