El escuadrón de Débora llegó primero que todos los demás, la zona que había tomado el demonio era enorme y se sentía una gran presión mágica incluso sin ingresar a la capa que lo protegía.
Los que cuidaban el lugar eran hechiceros que fueron fortalecidos por ese monstruo y habían demostrado serle más útiles que los que explotaba.
Débora debía despejar el campo para que los de más alto rango en su orden puedan pelear sin problema, es decir, Kuyen y Fiary.
Ese plan le parecía una idiotez, pero se iba a adaptar en la medida de lo necesario.
—Veo a cuatro hechiceros —dijo Dimas desde su posición a unos metros de Débora.
La orden de los leones estaba dividida en los que se quedaron protegiendo zonas rurales cercanas y los que fueron mandados a pelear.
Con una señal de mano ambos se lanzaron a luchar contra esos cuatro, los demás debían esperar las órdenes de Fiary para ingresar a la capa.
El primer hechicero que notó la presencia de los dos abrió un portal con el cual desplazó a uno de sus compañeros para enfrentarse a Dimas, que con un rápido reflejo logró lanzar una llamarada que fue esquivada pero desvió el ataque inicial.
Debían separar a los cuatro en dos grupos, pero para Débora su compañero seguía siendo un clavo al cual no podía confiarle dos enemigos.
—Yo me quedo con estos tres. —Ordenó la mujer que iba corriendo casi a la altura del piso con su lanza a un costado.
Dimas no iba a pararse a discutir con su teniente así que decidió encargarse del que había salido de un portal.
—¿Quién te crees que eres? ¿Crees que tú sola podría derrotarnos? —preguntó el hechicero capaz de crear portales.
Débora respondió desapareciendo de la vista de ellos y apareciendo desde arriba con su lanza que se acercaba a una velocidad casi imperceptible.
Los tres se dispersaron para esquivar el golpe de la mujer que iba potenciando su cuerpo con la magia, creando una fuerza que los partiría en dos si se cruzaban en el camino.
Uno de los hechiceros usaba magia elemental de aire y el que faltaba era capaz de crear árboles y raíces que brotaban de la tierra o de la nada misma.
Pero posiblemente estaban potenciados y tenían un as bajo la manga, seguramente se lo reservarían; pero ella ya conocía ese tipo de hechiceros y eran débiles antes de buscar a Desvidia.
Aunque no quería sacar conclusiones adelantadas que puedan llevarla a perder o peor, necesitar ayuda de Dimas.
Miró a su compañero, el enemigo también era usuario elemento fuego pero las llamas de Dimas eran claramente más catastróficas, tal vez ahora si servía para algo.
Mientras esquivaba los brotes del suelo y los iba cortando con la lanza, un fuerte tornado se creó detrás de ella que la absorbió por completo.
Dentro del hechizo potenció su cuerpo así no salía volando y esperó que cese, eso le daría tiempo de crear una estrategia y confundir a sus enemigos.
El viento levantaba muchas rocas y rompía árboles a su alrededor, era realmente algo muy potente. Sin saberlo le estaba generándo una ventaja para usar su magia más que otra cosa.
—Conciencia terrenal plena —susurró y abrió un gran círculo mágico que abarcaba un radio del mismo tamaño que la zona mágica de Desvidia.
Con ese hechizo Débora era capaz de percibir todo lo que pasaba en el terreno afectado por su poder y crear una estrategia más certera para su situación, ya que podía sentir la energía de todo lo que podía controlar.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...