Miranda ingresó a la cueva, aunque parecía normal podía sentir un desdoblamiento dimensional.
Seguramente la fuente de poder estaba cerca pero si seguía en su dimensión no podría encontrarla y Frederick estaba del otro lado, lo percibía.
Suspiró, ese día tenía ganas de limarse las durezas de sus pies y hacerse una mascarilla mientras veía algún evento gracioso en la fuente, no trabajar de imprevisto; ni siquiera le iban a pagar horas extras.
Todo era sufrimiento y dolor para Miranda, aunque bueno, ella había decidido ser parte de un gremio de hechiceros.
Pensó en llamar a los caballeros pero tardarían mucho esperando que tal vez la maten.
Llegó hasta un espacio de la cueva donde se encontraban huesos de animales, seguramente otros comían allí dentro pero cuando la hechizaron para que sea una entrada a otra dimensión abandonaron el lugar.
Revisó entre los cadáveres, probablemente había alguna inscripción que pueda abrirle la puerta y así buscar a Frederick. Por un lado debía apurarse para lograr que quede vivo, pero por otro quería tardar así la pasaba mal por todas las veces que la insultó.
Oía un goteo inexplicable desde la oscuridad abrumante del lugar que resonaba en todo su cuerpo, así que decidió seguirlo ya que el agua era el conector, por ese lado seguro hallaba la puerta.
Y no se equivocó, una gota caía al suelo y desaparecía en una manta mucho más oscura que todo el lugar.
Respiró profundo y se lanzó, si se metía sin aire en los pulmones y trataba de respirar en el camino seguro se marearía y no tenía ganas.
La presencia demoníaca era fuerte, pesada, y a medida que se adentraba a la dimensión, el olor a putrefacción se hacía más potente.
No lo quería a Frederick pero tal vez no se merecía eso... o sí.
Llegó hasta el otro lado de la cueva que era completamente igual pero más apestosa y el aire se sentía macizo, como respirar algo tangible; la gravedad pesaba más podía percibirlo en sus músculos que se cansaban con más rapidez.
Mientras caminaba podía oír gritos de desesperación, seres que pedían ayuda, pero no eran más que ilusiones, incluso su pasado se hacía presente con las voces de su infancia.
Frederick estaba pegado a una pared con algún tipo de sustancia viscosa, noqueado y muy golpeado, tenía la cara hinchada y salía sangre de sus dos fosas nasales.
Se acercó, aún tenía pulso, pero la presión sobre sus órganos lo iba a hacer estallar en cualquier momento.
—Dissolvere. —Susurró Miranda mientras apoyaba su mano en lo que mantenía al hombre pegado a la pared y un triángulo se formaba disolviendo todo.
Frederick cayó y ella esquivó el cuerpo, un golpe más no lo iba a matar y ya lo había liberado.
Detrás de Miranda apareció un hombre encapuchado casi sin que ella se percatara que estaba allí.
—¿Quién eres? —Le preguntó mientras volteaba pero no tuvo tiempo de oír la respuesta ya que tuvo que esquivar un hechizo que derritió la pared detrás de ella.
Seguramente era a quien Frederick se enfrentó, no tenía aura de humano, pero tampoco de demonio.
—Me llamo Arton. —Se presentó con una mano en el pecho.
La desconfianza que emanaba del cuerpo casi podría traducirse a dolor en el de Miranda, no tenía ni siquiera un pequeño atisbo de bondad u honestidad en él.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...