Hades no parecía contento de tener que llevarla hasta su reino y estar a su cargo, pero ella tampoco saltaba de felicidad.
Arrastraba los pies detrás del dios, siguiéndolo pero sin mirarlo, tenía la vista fija y por su mente pasaban muchas cosas que evitaban que sea capaz de darse cuenta sobre todo lo que estaba pasando.
—¿Qué va a pasar con Lilith y Asmodeo? —preguntó mientras descendían cada vez más.
La brisa fría y la oscuridad la abrazaban, su cuerpo se sentía incómodo, tenía los músculos entumecidos por la temperatura y no adaptaba su vista.
Él no volteó a verla.
—Fueron sellados, así que hasta que no debiliten o rompan el sello, quedarán allí.
Cuando llegaron hasta un río del cual salían gritos y penas, el lugar pareció iluminarse, de una forma tenue y color verdoso.
Hades subió a un pequeño bote, y Miranda se sorprendió al ver que la persona que lo manejaba era igual a ella pero sin ojos.
No le daba miedo, pero se sentía incómoda, cómo si no perteneciese allí.
—¿No van a castigarlos como a mí? —preguntó observando las aguas turbias, que parecían hipnotizarla para que nade en ellas.
Su cuerpo se había acostumbrado al frío y sus ojos a la poca luz.
—Estás obsesionada con no ser la única en ser castigada... —suspiró.
Cuando Hades volteó a verla y responderle que ellos no tenían mucho más que hacer sobre ese tema, solamente acataban las normas universales predispuestas, la mujer tenía la mitad del cuerpo hundido en las aguas que estaban navegando.
—¿¡Qué haces!? —preguntó sacándola de un movimiento brusco y los ojos desorbitados.
Revisó el cuerpo de la mujer y su alma, normalmente los que se metían al río quedaban atrapados para siempre.
Miranda tragó algo y él la zamarreó de los hombros mientras la reprendía ya que era nocivo para los humanos vivos; hasta meterse por la seducción de las ninfas podía comprenderlo, pero ¿beberlo?
—Puedes perder todos tus recuerdos por esa estupidez —decía mientras trataba de abrirle la boca, aunque ella se resistía.
Tal vez quería olvidar su vida completamente.
Llegaron hasta una pequeña montaña y la hizo caminar delante de él, estaba desquiciada y si no cumplía su castigo los otros dioses iban a atacarlo por no cumplir el trabajo como corresponde.
Siguieron hasta lo que sería conocido como el tártaro, una zona calurosa por más que todo lo demás era frío; se levantaban grandes rejas color negras y con un grosor del tamaño de un humano.
Desde dentro solamente se oían respiraciones, pero no podía verse nada, era tan oscuro que no podría compararlo ni siquiera con tener los ojos cerrados en una cueva.
Miranda volteó a ver al dios que recitaba palabras que no comprendía para, lo que ella asumía, abrir la puerta de su castigo.
Tenía las manos con unos grilletes, parecía que se le estaba haciendo costumbre eso de estar atada, pero, la razón por la cual había fingido tragar algo era otra, ya que no bebió nada y sabía que eso no estaba interfiriendo con su magia.
Con una sonrisa lo miró y comenzó a deshacer su cuerpo, había dejado su lengua en el agua.
En realidad no quería huir, solamente probar mezclarse con las partículas tan extrañas que había allí, así que dejó que su lengua se acostumbre para luego viajar hasta ese lugar y entender mejor la naturaleza de esa zona tan rara.
Hades frunció el entrecejo mientras observaba como iba desapareciendo, pero sabía que su alma seguía en su mundo y nada se escapaba de su visión; volvió a buscarla.
No había pasado ni un día y ya lo estaba estresando, por esas razones él elegía hacerse cargo del inframundo y no salir a la humanidad, porque eran insoportables y poco entretenidos, siempre probando límites que no debían cruzar; su mundo era lo suficientemente entretenido como para salir más de lo que lo hacía.
Miranda sacó la cabeza para respirar, el agua era mucho más pesada que la ya conocida, y claramente no había tantas almas humanas como allí.
Podía sentir emociones, aspiraciones y deseos que no le pertenecían y creía que eso hacía que sea tan densa; no era algo físico, sino una sensación.
Si trataba de dejar flotando su cuerpo, se hundía, cómo si hubiera algo más allá abajo.
Tomó aire y volvió a entrar pero una mano la sacó de los pelos.
«Llegó rápido»
Creía que tendría más tiempo para investigar pero no fue así.
Ahora sí la encerrarían por cien años en el tártaro, aunque por la mirada del dios de ese lugar, parece que prefería tenerla muerta.
Hades la ató colgando de piernas y manos y le cerró los ojos, para luego susurrarle al oído:
—Ojalá la pases muy mal.
Se había ofendido por el pequeño escape de la mujer, pero ya por un centenario no podría moverse de ese lugar; una pequeña travesura no le hacía mal a nadie.
Su consciencia será adormecida por todo ese tiempo en ese lugar, su cuerpo quedaría colgado en un estado de trance por el cual el alma se pasearía por muchos mundos y cuerpos, mostrándole la esencia más pura de la humanidad.
Ese sería el castigo de Miranda, iba a morir y renacer por ese tiempo en diferentes lados, años, espacios y tiempos. En algunas vidas sería más consciente que otra, pero no se acordaría dónde está su cuerpo verdadero hasta que la despierten.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...