Parte sin título 22

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Kami se encontraba meditando a las afueras de la capital, tratando de encontrar un poco de paz en todo lo que estaba sucediendo. Buscaba no culparse por los actos de Débora pero era algo que la atormentaba más de lo que controlaba.

De repente una brisa cálida chocó su rostro y se levantó enseguida, el éter del lugar se volvió muy diferente, como si hubiera entrado en una dimensión pero sin notarlo.

Comenzó a observar su alrededor, no había nada extraño, solo el repentino cambio en el aire, aunque era sutil podía sentirlo.

—Puedo sentirte —dijo llamando a la persona que se escondía detrás de un árbol.

Con un poco de timidez salió el rey que se disculpaba con la mano.

—Lo siento mucho, estaba paseando y no pude evitar querer observarte mientras meditabas. —Admitió con la cabeza gacha y un leve sonrojo.

Kami se acercó con el entrecejo fruncido y colocó su mano en la cabeza del monarca buscando su mirada.

—La última vez que salió a pasear solo casi lo mata una de sus generales. —Se preocupó.

Pero sabía que estaba en una dimensión, lo notaba en el éter.

—¿Por qué se levantó de golpe? —preguntó el rey sin sacar la mano de Kami de su cabeza.

—Sentí algo raro en el aire y me altere, debe ser por el estrés de estos días —respondió sin quitar su mano.

El rey la tomó y bajó suavemente para quitársela.

—No soy un niño.

El hombre la miró fijamente de una forma que ella no podía terminar de descifrar.

—Tampoco el rey... ¿no es así? —Debía arriesgarse si quería huir lo más rápido posible de esa dimensión.

Él retrocedió unos pasos y la observó confundido, Kami parecía muy decidida con esa pregunta, pero no cambiaba su rostro y sonrisa amable.

Solamente estaba esperando la respuesta.

Por más que tenga esa aura de amabilidad, detrás de ella parecía brotar una nube negra plagada de terror y catástrofe.

—No estoy escuchando su respuesta... —Reclamó la mujer que inclinó su cabeza y no borraba esa sonrisa de su rostro.

Aunque fingía calidez algo delataba que no iba a dudar en arrancarle la cabeza.

—¿Por qué crees que no? —preguntó el monarca retrocediendo.

—No lo sé, usted dígame. —Esa expresión no se iba.

Lo estaba sacando de quicio y ese rostro le molestaba, Kami había caminado hasta quedar a escasos pasos de él y volvió a colocarle la mano en la cabeza.

—¿No sabe responder una simple pregunta? —Estaba más cerca que la primera vez.

—¿Y usted no sabe respetar a la máxima autoridad del reino?

—Yo no veo a la máxima autoridad del reino por ningún lado —los ojos de ella habían cambiado y su sonrisa se borró mientras apretaba la cabeza del hombre ejerciendo mucha presión—, puedo sentir el éter que te rodea, no es el mismo que el del rey.

Luxur sonrió y apretó el antebrazo de la mujer mientras iba tomando su verdadera forma.

Kami lo atrajo para pegarle un cabezazo, sin dudas ella y Miranda entrenaban juntas más de lo que demostraban, y de una forma mucho más rápida y mortal cruzó una pierna debajo de las de Luxur y lo lanzó contra el suelo, generando un cráter con su cuerpo.

Desde el abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora