A la tarde siguiente cuando despertó buscó a su maestro por todos lados pero parecía que no estaba, al igual que Miranda.
Salió a los alrededores a entrenar su control sobre ella misma, la única forma de ser fuerte era con la constancia, el mundo no la había bendecido con un poder increíble, pero sí con terquedad que sabía dónde direccionarla.
Primero comenzó elevando algunas rocas y dividiéndolas a la mitad, parecía sencillo, pero eran movimientos que requerían gran motricidad y concentración, para luego tratar de levitar.
Controlar su cuerpo no era fácil, debía evitar pensar en ella como un ser complejo y convertirse en algo igual a una roca o un objeto, sino no podía y por esa razón era capaz de levantar personas desmayadas o muertas.
Nadie le enseñó nada de su poder porque era común y poco vistoso, le recomendaron dedicarse a cultivar papas y cuando dijo su deseo solamente se rieron.
«Ser la hechicera más fuerte está reservado a alguien como Alana, tu vecina que fue bendecida con un poder celestial» recordaba las palabras de todas las personas de su aldea, incluso sus padres repetían lo mismo.
En su mundo existían tres tipos de poderes: celestial, elemental y demoníaco, siendo el del medio el más común.
Los poderes elementales eran aquellos que se encontraban en la naturaleza misma, partiendo de los cuatro elementos primordiales, su poder pertenecía a la tierra.
Una vez había leído una fábula donde un gran hechicero con su poder era capaz de controlar todos los elementos así que desde ese día se había decidido a tratar de hacerlo... sin éxito.
Pero cuando descubrió que era capaz de mover su cuerpo con su magia, un fuego dentro de ella se encendió y no lo apagaría nadie más.
Se emocionó de más y en vez de levitar se tiró como una roca para arriba y comenzó a caer por su propia culpa.
Debía poder controlar su cuerpo para asimilar la caída o se moriría y si no, se rompería todos los huesos y la mataría Miranda por idiota.
Se concentró en su cuerpo como una pluma liviana y se rodeó de una luz celeste, el color de su poder logrando llegar al piso sin quebrarse.
Perdió un poco el equilibrio al tocar el suelo pero no se mató, así que para festejar liberó una gran cantidad de poder que levantó y arrojó varias rocas de diversos tamaños.
Escuchó un quejido así que fue a ver que era y la escena no le agradó.
Todas las piedras que habían volado estaban rodeando a Miranda que estaba riéndose descontroladamente mientras señalaba al maestro que estaba caído de su bastón.
—La edad te hizo perder los reflejos, viejo tarado. —Se burlaba la mayor mientras Débora no sabía cómo disculparse.
Se acercó tímidamente tratando de preservar su vida porque Han Ze parecía levantarse furiosamente y clavó su mirada en ella.
Por fin le veía los ojos, eran de un color negro tan profundo como un abismo, las cejas no le tapaban su rostro de furia.
—¿Qué fue eso? —preguntó el hombre que no volvió a subirse a su bastón.
Débora comenzó a explicarle de forma rápida y atolondrada lo que había sucedido, con muchas disculpas de por medio, pero el viejo pareció iluminarse.
—¿Puedes controlar tu propio cuerpo? —Se acercó a ella para inspeccionarla a su ritmo de tortuga habitual.
—No, aún no lo logré del todo, mi objetivo es controlar los cuatro elementos, como el mago Mars —comentó y Miranda frunció el entrecejo.
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Desde el abismo
Fantasy¿Qué es lo justo? ¿Qué lleva a las personas a enfrentarse o aliarse con otras? En el reino de Lilian conviven diferentes gremios de hechiceros encargados de sostener un sistema que poco a poco se caerá a pedazos. Las personas del gremio del abismo f...