Capítulo 1

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Había una vez, en una tierra muy lejana, un hermoso joven príncipe con el nombre de William Kaulitz II. Junto con sus madres, la reina Elena y la reina Arabella, vivía en un gran palacio en el reino de Geranea, el cual había caído en una guerra de cien años con el reino vecino de Begonia. Dicha guerra había desgarrado los dos reinos, todo debido a un lago que separaba sus tierras, y del cual ningún reino estaba dispuesto a dar marcha atrás.

Aunque el príncipe fue bendecido con astuta inteligencia y una belleza que era bien conocido en toda la tierra, era igual de arrogante y frío, sin jamás preocuparse por alguien mas.

-Buenos días su alteza!

El Príncipe Bill gruñó, parpadeando hacia el sol. -¡Fuera! - Gruñó con enojo a la sirvienta que estaba tirando hacia atrás las cortinas.

-Pero, su alteza, sus madres están esperando para el desayuno.... o el almuerzo ... - dijo con urgencia, continuando con su tarea.

-Estoy cansado y quiero dormir. ¡Le ordeno que deje mi recámara de inmediato! - Bill ordenó furiosamente, llevandose las mantas sobre la cabeza. Él sabía por qué sus madres querían verlo; querían hablar sobre mañana. Mañana. Otro de esos terribles días en que tenía que escuchar a un sinnúmero de pretendientes que querían casarse con él debido a su tierra y heredero; al demonio con todos ellos.

-¡Pero, su alteza! - Continuó la sirvienta.

-¡¡Largo!! - gritó el príncipe, lanzando la hermosa jarra de agua de porcelana que siempre mantuvo en su mesita de noche, en caso de que tuviera sed por la noche.

La sirvienta dio un grito de horror y salió corriendo de su habitación, cerrando la puerta al salir. Genial, ahora tenía que cerrar las cortinas por su cuenta. Bill decidió que era demasiado esfuerzo, así que se acurrucó bajo las sábanas, tratando de encontrar un poco de sueño de nuevo.

Por supuesto que no sucedió porque sólo unos pocos momentos después, su sirviente, Andreas, entró con su ropa, acompañado de varios funcionarios que arreglaban su baño por las mañanas.

-Buenos días su alteza - Andreas lo saludó en la forma educada de costumbre, mientras Bill se asomó por debajo de las sábanas; hoy prometía ser un día horrible.

-Sus madres lo están esperando para el almuerzo en una hora, y después el sastre real está aquí para una última prueba de su atuendo para mañana - Andreas continuó mientras colocaba la ropa de Bill sobre la pantalla desplegable tras la cual el príncipe solía desvestirse.

Bill murmuró unas palabras poco favorecedoras mientras salía de la cama malhumorado, apartando un sirviente que estaba tratando de ayudarlo a levantarse. -No me toques con tus garras sucias, campesino! - Gruñó al hombre que retrocedió de inmediato, inclinando profundamente la cabeza a modo de disculpa.

Colérico, Bill fue hacia la pileta de lavar y ordenó a sus sirvientes que lo lavasen , era demasiado vago para hacer algo tan mundano por sí mismo.

-¡Ay! No uses una esponja tan dura! Está hecha de madera o qué ?! - chilló con rabia, lanzando la esponja infractora a través del cuarto. -Tráeme una nueva!

Uno de los sirvientes corrió a toda prisa para conseguir una nueva esponja mientras los otros utilizaban dos paños para lavarlo hasta que hubiera otra esponja.

La esponja no regresó a tiempo para lavar a Bill, así que los dos sirvientes comenzaron a secarlo con cuidado, mientras que un tercero peinaba a través de su pelo desordenado.

-¡Ah! ¡Me estás arrancando el pelo! ¡Un pollo podría hacer un mejor trabajo con sus garras! - El príncipe se quejó airadamente con una mirada feroz al hombre cual trataba peinarlo.

El Rey Pico De Tordo - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora