Capítulo 31

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Pero no lo encontraron.

Durante siete largos años, todos los guardias disponibles en Begonia, así como Geranea, habían buscado las tierras por el príncipe desaparecido, pero no se había encontrado ni un solo rastro de él. Desde el frío norte hasta el sur profundo, cada rincón de la tierra había sido buscada una y otra vez por el rey que se negó a renunciar a la esperanza, a pesar de que el resto del mundo se había dado por vencido hace mucho tiempo.

Cansado, Tom levantó la vista del mapa mientras sus caballeros entraban. —¿Y bien?

—Nada— Georg negó con la cabeza, entregándole el informe de sus guardias en el oeste.

Tom asintió, mirando hacia el mapa. Debía de haber algún lugar que no hubiesen visto. Un pequeño pueblo en algún lugar donde Bill estaba escondido.

—¿Qué hay de aquí?— Señaló una pequeña mota en el mapa.

—Ya hemos buscado allí, Majestad— dijo Gustav en voz baja.

—¿Aquí?— Tom señaló otro lugar.

—Ahí también.

Tom estaba a punto de señalar en otro lugar, pero Georg era más rápido. —Ahí también, mi rey. Hemos buscado por todas partes. Varias veces…

—¡No!— Dijo Tom enojado. —¡Tiene que estar en alguna parte!

—Tom— dijo Georg suavemente, arrodillándose junto a su silla. —Tal vez la razón por la que no podemos encontrarlo es porque ya no existe...—

—¡No!— Gruñó Tom, más enojado que antes. —¡Vuelve a buscarlo!

—No podemos— dijo Gustav, acercándose al escritorio. —Usted gastó toda la fortuna del reino en esto - no queda dinero ni otros recursos para seguir la busqueda. Su reino está completamente quebrado.

—¿Qué? —preguntó Tom molesto. —¿De qué estás hablando?

Los Gs intercambiaron una mirada preocupada. —Su Majestad, ya le hemos dicho esto hace un tiempo... También le dimos todos los informes financieros, pero nunca los miró... No queda nada.

—¡Entonces evoca impuestos!— gruñó Tom con enojo.

—Ya lo hizo hace dos años... Y antes de eso hace cuatro. Por eso su gente esta pobre y casi muerta de hambre. No tienen nada más para darle— dijo Georg con urgencia, —Tiene que detener esto.

—No. No puedo... Bill está ahí fuera...— murmuró Tom.

—No está ahí afuera, Tom. Bill murió hace mucho tiempo y usted llevó su país a ruinas— continuó Gustav con dureza. —Si no se detienen ahora, su pueblo morirá de hambre! Tiene una responsabilidad - ¿se ha olvidado de quién es? ¡Usted es el rey! ¡Es responsable de su país! ¡Abra los ojos!—

Tom lo miró aturdido; por más que lo odiara, sabía que su amigo tenía razón. Pero... —No me importa. Tengo que encontrarlo— murmuró débilmente.

—Venga conmigo. Voy a mostrarle algo— dijo Gustav, agarrándole por el brazo y arrastrándolo hacia el vestíbulo con dureza.

—Ay. ¿Qué estás haciendo, Gustav?— Tom gruñó enojado cuando el caballero lo arrastró hacia las puertas principales. Tom no había salido del palacio en casi dos años.

Gustav lo atrajo hacia el patio del palacio y luego hacia la ciudad que Tom apenas reconocía. El mercado, antes animado, estaba prácticamente vacío, con sólo unos pocos vendedores que apenas tenían algo que vender. La música de calle que había estado casi siempre presente había desaparecido, así como todas las flores, banderas y otros símbolos begonianos que una vez habían decorado toda la ciudad.

El Rey Pico De Tordo - TollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora