24 Astrolabio

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El bosque se ha vuelto más lóbrego a medida que mis pies descalzos se hunden en la hierba húmeda, dejando huellas que se borran al instante, mientras huyo hacia lo desconocido. Tropiezo y cuando levanto la vista me veo rodeada por los hombres de las mazmorras que me suplican los libere de las cadenas que penden de sus manos y tobillos. Sus cuerpos famélicos se acercan hasta sofocarme. Sus manos se prenden de mi cuello para cortar mi respiración, pero entonces sin esperarlo, algo tira mi brazo apartándome de los encadenados. Es la oscuridad que se adhiere a mi mano, es la oscuridad que toma forma de él, del hombre sin rostro, que me aparta para echarnos a correr hasta detenernos junto a un riachuelo.

Lleva el torso desnudo cuando sus brazos se entornan a mi cintura. Su abrazo es helado al contacto con mi cuerpo. De la nada, siento que algo empapa mi vientre, es la sangre que nace de mi pecho cercenado por el cuchillo que empuña la mano del rey.

"¿Por qué?" Le pregunto sin que exista una pizca de dolor en mí...

"Porque tú me lo pediste", responde sin una pizca de remordimiento.

He tenido el mismo sueño durante los días siguientes a cuando lo vi por última vez. Y es algo que no he podido sacarme de la cabeza.

―El rey estará aquí pronto ―apunta el soldado que ha ido por mí, ahuyentando el recuerdo de mis pesadillas.

Se marcha dejándome sola en aquella estancia saturada por hojas, libros y otros artefactos desordenados sobre las rinconeras que colman la pequeña sala, provista de un techo abovedado que descansa sobre una triada de anchos ventanales, sobre los cuales puede observarse a lo lejos la Ciudad de Zoria y la entrada al castillo.

En el centro hay una amplia mesa donde se encuentran varios pergaminos apilados, pero hay uno en especial que resalta sobre los demás, pues esta desenrollado y sus puntas cuidadosamente sostenidas por estatuillas de mármol. Sobre el puede apreciarse el trazado de un mapa, "Asteria, Elea, Zoria" son nombres conocidos, pero hay otros que no lo son e incluso carecen de uno. Recorro con mi dedo la línea punteada que inicia con las tierras eleanas, pasando por Belemir y Laurados, como si así pudiese sentir que deambulo por ellas. Aquella línea rojiza abandona mi reino y cruza por tierras desconocidas sin encontrarse con Zoria ni con Asteria, perdiéndose entre las fronteras sin nombre.

¿Qué significa este mapa?

Abro uno de los pergaminos enrollados y me encuentro con un dibujo finamente detallado de una nave enorme. El autor del dibujo fijó con detalle el contorno de las seis velas, el castillo de la popa y la proa, y del bauprés, el mástil saliente de la proa. No puedo recordar si se trata de una carabela o de una carraca, pero sé que se trata de un barco para emprender largos viajes.

Todo aquello me deja pensativa, hasta que veo bajo la pila de papeles un curioso objeto metalizado. Trato de no desacomodar los pliegos, cuando jalo aquel artefacto dorado que es más grande que la palma de mi mano. No puedo creer lo que ven mis ojos, Torrel lo ha mencionado muchas veces en sus viajes, pero no había tenido la dicha de tocar uno.

La yema de mis dedos recorre el latón para sentir los grabados del disco.

―Se llama Astrolabio.

Pronuncia Kirian en una frase simple, observándome desde la puerta, no sé cuánto tiempo lleva ahí, pues me he perdido bastante contemplando este objeto que remueve mi curiosidad.

―Es usado por los navegantes para conocer la posición de los astros... ―explica la figura que emana de la sombra―. Su altura, movimiento, se puede incluso determinar la hora o medir la distancia, tiene muchos usos. Se trata de un buscador...

―Un buscador de estrellas ―interrumpo volviendo la vista al objeto que yace en mis manos, haciéndole saber que lo conozco―. Es un instrumento astronómico y...

El rey de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora