5 Daria

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Han pasado tres días desde que acepte casarme con ese hombre, al que no he visto. Aun dudo si ese trato fue real, pero las condiciones de mi aislamiento cambiaron desde entonces. Me separaron de Lord Baltus sin tiempo para despedirme y me trajeron a una de las habitaciones del palacio, cerraron con llave y dispusieron dos guardias como custodios.

Estos últimos días los he pasado en suspenso, de vez en cuando un guardia me trae una guarnición, pero nadie me dice nada. Mi ventana da hacia la plazuela, aunque un tanto alejada, apenas y puedo distinguir los rostros que sobre ella desfilan, aunque ha sido lo mejor, por lo que he presenciado. Día tras día traen a hombres, soldados y nobles, mientras el nuevo monarca observa desde su asiento el juicio y dictamen que sus soldados proclaman acusando a los hombres de traición y condenándolos a muerte.

Hasta ahora, y para mi alivio no he escuchado el nombre de mi lord, ni de ninguna de las mujeres con las que estuve en la celda, aunque no se si el rey aceptó o no mis condiciones, porque no dijo nada.

Contemplo la plazuela que a esta hora de la tarde ha quedado desierta, cuando escucho el cerrojo de la puerta soltarse. Una mujer entra a la habitación, es joven y delgada, aunque sus hombros son un tanto anchos. En su cabellera no existe otro tono que el más reluciente dorado tejido en una sola trenza que llega hasta sus hombros. Su atuendo luce un tanto varonil, usando una chaqueta que le llega a las rodillas y pantaloncillos como los que usan los caballeros, sobre su cadera lleva un cinturón con varios bolsillos de cuero.

Tiene una cicatriz por debajo de la mejilla derecha, una larga marca que llega hasta su mentón.

―El rey ha ordenado que se prepare, mañana antes del amanecer partiremos a Zoria ―exclama la mujer con un tono poco cordial haciendo amago apenas de una reverencia―. Hemos encontrado un baúl con sus pertenencias en la habitación donde se hospedaba, nos encargaremos de llevarlo con nosotros.

¿Mañana? ¿Zoria?

―Entonces ¿No nos quedaremos? Creí que lo que más deseaba el rey era gobernar sobre Asteria.

―Es mi deber informar las órdenes de mi rey, no cuestionarlas ―responde con voz arisca y se dispone a marcharse.

―Espere, ¿Sabe algo de mi consejero? Se llama Lord Baltus, ¿Sabe dónde se encuentra, acaso él partirá también a Zoria?

―Debe esperar a su majestad, solo él puede responder sus dudas.

Esta mujer no va a decirme nada.

―¿Disculpe, pero quisiera decirme su nombre o también debo preguntárselo al rey?

La mujer resopla con orgullo antes de responder:

―Daria. Mi nombre es Daria, soldado y fiel súbdita de su majestad el rey de Zoria.

Ya lo veo. 

El rey de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora