18 La justa del rey

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Deseo reprocharle, gritarle ahí mismo que no lo permitiré, pero entonces la multitud aclama cuando un nuevo combate es anunciado, y mi lengua se entume, cohibiéndose de él y de su recuerdo una vez más.

En algún momento, la justa termina, y de no ser porque el combatiente se acerca a nuestro estrado, mi mente seguiría extraviada en buscar un pretexto, lo que sea con tal de que no llegue la noche.

El vencedor se ha despojado del yelmo, dejando ver su rostro cubierto de sudor y también por una larga barba oscura.

―¡Majestades! ―Nos saluda―. ¡Mi triunfo es para ti! ―declara el hombre con el escudo de Zoria, con el perfil de un casco de soldado añadido al centro, la insignia del ejército del reino. Extiende su mano para señalar mi lugar. ―¡Lady Daria, recibe esta victoria en tu honor!

Su mano ha señalado detrás de mí, y me vuelvo para ver el rostro de Daria. Sus ojos se han tornado oscuros y sus facciones muestran una clara mueca de desaprobación y asombro. La mujer da unos pasos delante.

―¡Cómo te atreves, quítate de mí vista y llévate tus nefastas pretensiones! ―exclama llena de rabia, su mano sujeta su arco dispuesta a usarlo.

―¡Te haré mi esposa, lo juro ante Dios y ante mis reyes!

―¡Despreciable! ―le grita ella y dispone su arco con una flecha hacia el soldado.

―¡Es suficiente! ―interviene Kirian y de inmediato la guerrera baja su arma―. ¡Retírese comandante, trataran sus asuntos en otro lugar!

El caballero hace una reverencia con una gran sonrisa que bordea su rostro y cabalga entre la ovación del público.

Daria se inclina y le pide perdón al rey por lo que acaba de suceder. Kirian la manda callar y le pide que se marche, que hablaran en otro momento.

―¡Que escándalo, un comandante deseando casarse con una mujer así!

―¿Una mujer así, a que se refiere, lady Eleanor? ―pregunta Bastian.

La mujer levanta una ceja como si aquello pudiera inferir sus pensamientos.

―Una mujer del ejército, claro está, que viste como un varón, además no posee apellido ni familia que la respalde, es una desconocida... ―Pone énfasis en sus palabras―. ¡Que valiente o más bien, ingenuo hombre para casarse con tal mujer!

Sus palabras resultan chocantes.

―Creo que alguna cualidad única debe tener para estar en el ejército del rey, ¿No lo cree, lady Eleanor? ―vuelve a cuestionarla Bastian.

―Podría ser.

―¿Es que duda de la capacidad del rey para elegir a sus soldados?

Intervengo y mi pregunta la pone nerviosa, tartamudea queriendo corregir sus palabras disculpándose con el rey, pero él la ignora.

―Lord Bastian, me ha sorprendido no verlo competir ―señala Soraya en un intento por desviar la atención de su madre.

―No he encontrado motivos para hacerlo...

―¿Acaso no hay ninguna dama que quiera impresionar? ―interrumpe lady Eleanor.

―¿Mujer no atosigues al joven Lancaser? ―refuta Lord Fausto.

―Sí, lady Eleanor, si existe la dama... pero no creo que un combate sea de su agrado, sino más bien otros temas doctos ―explica con un tono de voz agradable y desvía un tanto la mirada hacia donde me encuentro junto a mis doncellas.

El rey de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora