11 La boda

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Creí que la boda se celebraría a más tardar al medio día, pero el sol esta por ocultarse y aun sigo en esta habitación, con mi mente siendo torturada por los sucesos que ocurrieron en la primera.

Solo que esta vez el atuendo ha cambiado, no solo en la indumentaria sino también en el color. Han traído para mí tres vestidos, cada uno de color blanco, un color que nunca había escuchado que se usara para casarse, a lo que una de las doncellas me ha dicho que se trata del "Color de la pureza". Los tres vestidos tienen el escote descubierto y son de corte largo, aunque alguno con más detalles que el otro. Me he decidido por el segundo, con las mangas largas, aunque anchas al final de las muñecas, con detalles de hilo plateado sobre los bordes y una cintilla del mismo tono sobre la cintura.

Una de las doncellas, Faris, me ha hecho dos trenzas uniéndolas justo a la mitad de la cabeza, dejando el resto del pelo libre, mientras que Lilia, me ha colocado una corona de flores, como corresponde a una novia zoriana.

¿Sera posible que esta boda también sea interrumpida por algún suceso trágico?

Mi puerta se abre, es Daria acompañada de un par de guardias, me dice que ya es hora. Respiro profundo y la sigo, preguntándole donde queda la iglesia.

―No vamos a una iglesia.

Salimos del palacio cruzando varios pasajes hasta alejarnos de las edificaciones rumbo al espacio abierto cerca de donde inicia el bosque, de fondo las montañas rocosas se alzan incautas de la noche joven. El sitio no está solo, hay un sendero marcado por antorchas clavadas sobre el suelo, a los extremos se han reunido los invitados, hombres y mujeres desconocidos que me observan con cautela.

―Desde aquí debe avanzar sola, su alteza.

Camino con pasos lentos porque mis piernas se han vuelto pesadas. Paso junto a lord Tomas que sonríe, y justo al final de mi trayecto me encuentro con él, Kirian me espera junto a un montículo de piedra que nos dobla la altura. Me aproximo y descubro su atuendo que, en este ambiente saturado de oscuridad, define su figura con las líneas doradas de los detalles de su traje negro y su capa que concuerdan con su máscara.

Su mirada se estampa de la mía en cuanto estamos de frente, a pesar de que tengo la intención de apartarla, no puedo, puesto que estoy a punto de volverme su esposa, y eso me deja inmovilizada ante él.

Una tercera persona aparece junto a nosotros. Se trata de una mujer de pelo blanco con el rostro y las manos cubiertas de arrugas que viste una larga túnica aterciopelada.

―¡Confiamos en que la noche nos conceda resguardo, que la luna atestigüé esta ceremonia, que Dios bendiga esta unión y que el sol conceda largos y placenteros días a este matrimonio! ―proclama la mujer levantando los brazos al cielo―. ¡Entregamos ante los ojos del padre cielo y de la madre tierra a este hombre y a esta mujer!

Y los invitados en coro exclaman "Los entregamos".

―¡Para que conformen en ellos una alianza de compromiso ante nosotros como testigos!

Una de las sirvientas acerca una charola al rey, donde se encuentra una daga plateada. Kirian la empuña con su mano derecha y con la otra sujeta mi mano. No puedo dejar de mirar como mi mano tiembla, suponiendo lo peor, Kirian la retiene y con un solo corte desliza el filo, haciendo que de inmediato brote la sangre.

Luego, realiza el mismo corte en la palma de su mano. De inmediato, el cuchillo es retirado y nuestras manos sangrantes son entrelazadas por la anciana que las amarra con dos cuerdas, una blanca y otra roja.

―¡Un solo cuerpo una sola carne!

Y eso mismo declaman los invitados.

La mujer, que intuyo es una sacerdotisa, se dirige al rey y recita el juramento que él repite:

El rey de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora