Mis doncellas han corrido a mi habitación al ser informadas de que he sido herida, pero, les he dicho que es algo superficial, pareciendo peor de lo que en realidad es. Me han informado que mandaran por el médico real, pero a regañadientes han aceptado mi petición para no hacerlo.
Les pedí que me trajesen algunas hierbas medicinales que serán suficientes para limpiarme y poder descansar, después de este agotador día. Durante mi encierro en el monasterio aprendí algunos de los trucos que usaban las monjas con los enfermos en el sanatorio. Unas cuantas gustaban de usar infusiones y mezclas a base de plantas para curarlos, una labor que realizaban con moderación, pues con ello otras religiosas se sentían ofendidas por usar un método diferente al de las plegarias.
Le he dicho a mis damas que yo puedo aplicarme el ungüento, pues no es nada grave. Tengo tantas cosas en la cabeza en que pensar, que deseo estar sola y no dar explicaciones por el momento.
Pero ¿Cuándo mi destino se ha compadecido de lo que dictan mis deseos? Nunca al parecer, solo falta con mirar donde me encuentro.
El rey aparece para rebatirme por no gustar de los servicios del médico real, y al parecer de otra de sus órdenes.
―Solo es un golpe menor, me encuentro bien.
―¿Así que se siente bien?
Asiento a la espera de que se vaya.
―Entonces supongo que ya puede pagar sus deudas.
―¿Deudas?
―Gane la apuesta, ¿recuerda? Además, sacrifique un caballo por su sandez.
¿Cómo puede pensar en eso ahora?
―Quisiera descansar, majestad.
Pero en poco valen mis palabras cuando el monarca me alza con frenesí tomándome de los hombros para lanzarme a la cama y caerme encima.
―¡No quiero, estoy cansada!
―¡Me harta con su actitud!
―¡Ahora sabe lo que yo siento!
Empujo su torso para apartarlo, pero no funciona. Sin embargo, mis dedos se manchan de algo, una sustancia rojiza... ¡sangre!
Apresa mi cuerpo nuevamente, mientras conjeturo la causa del sangrado. No se trata de una herida nueva, es la misma que tenía aquella mañana.
―¡Sangra! ―señalo con mi mirada su vientre.
El rey se lleva la mano a su torso y descubre que lo que he dicho es cierto, haciendo que se aparte de golpe. Momento que aprovecho para levantarme.
Se alza un poco el borde de su atuendo para inspeccionar su herida. Tiene un prolongado corte sobre la costilla del lado izquierdo.
―¡Maldición! ―murmura entre dientes―. ¿Y usted que mira? ―inquiere al descubrirme.
―Con una herida así debió tener reposo, ¿el médico no se lo dijo?
―¡Lo hizo, pero no tenía la intención de salir a cabalgar este día!
Ahora me echa la culpa.
―He visto antes esas heridas, tal vez yo podría...
―¿Qué podría saber usted de medicina? ¿Por qué dejaría que interviniera?
Me pregunto lo mismo, no lo sé, ¿Por qué debería ayudarlo?
―Debo irme ―apunta el rey con miras a hacerlo, pero lo atajo parándome frente a él.

ESTÁS LEYENDO
El rey de hierro
Historical FictionEloise está por casarse con el príncipe de Asteria, pero su boda se ve interrumpida cuando el cruel rey Kirian ataca al reino. Por amor a su pueblo Eloise se verá obligada a casarse con el nuevo monarca, descubrir los secretos que oculta y conocer e...