12 El festejo

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Soñé con ese maldito anoche, lo vi en mis pesadillas parado en una esquina de la habitación observándome en silencio, lo maldije carcomida por mi miedo y mi dolor.

Me duele la cabeza, mi entrepierna, mi mano y lo peor... me duele el alma.

Ya es un nuevo día, lo sé porque la luz alumbra tras la cortina que cubre la ventana. Sigo aquí, sumida entre las sábanas y encerrada en esta habitación de la que no pienso salir. Masajeo mis sienes, entonces noto algo diferente en mi mano, el vendaje ha vuelto a su sitio.

Lo último que recuerdo poco antes de dormirme es la palma de mi mano goteando de sangre. ¿Acaso alguna de las doncellas la vendó, mientras estaba dormida?

👑

El rey ha solicitado mi presencia en dos ocasiones, enviando primero a Faris, y después a Daria, quienes a pesar de su insistencia he dado la misma respuesta, un rotundo "no".

Aquí pienso permanecer...pero...

Súbitamente un golpe brusco empuja la puerta y el rey entra. Me cubro con la sábana como si eso pudiera ocultarme.

―¡MANDE POR TI DOS VECES! ―grita acusándome con su mano―. ¡SAL AHORA MISMO!

―No. ―Mis dedos se aferran a las sábanas―. ¡No quiero!

―¡NO ES UNA PREGUNTA!

Exclama furioso acercándose a mí y jala las sábanas de golpe arrancándolas de mis manos.

―¡Harás lo que yo ordene! ¡Vas a bajar y conocerás a nuestros invitados!

―No-no ―mi voz tiembla.

Mi negación lo obliga a sujetarme de los hombros enterrándome los dedos hasta que punzan.

―Lo odio ―mascullo entre dientes obligándome a no llorar, aunque me ardan los ojos―. ¡Lo odio tanto!

Quisiera proferir mil maldiciones, pero las palabras desaparecen en cuanto intentan cruzar por mi lengua.

Su brazo se mueve desde mi hombro hasta mi nuca, sus dedos se enredan en mi pelo.

―¿Crees que eso me importa? ¡Ódiame, maldíceme si así lo deseas, pero harás lo que te ordene!

Sus dedos tiran de mi pelo obligándome a mirarlo de frente. Su rabiosa mirada arrincona mi rostro para amenazarme:

―Si es preciso te llevare a rastras.

―No iré―replico.

―¡MUJER SOBERBIA, SI ASÍ LO QUIERES!

Y diciendo esto me sujeta con mayor fuerza del pelo tratando de empujarme fuera de la cama.

Un grito sale de mi boca pidiendo que me suelte.

―¡¡Majestad!!

Exclama una voz ronca, impendiendo que el rey me arroje al suelo.

―¡Majestad, por favor, deténgase, le ruego!

Se trata de Lord Tomas, lo descubro de reojo.

―¿Te atreves a darme órdenes? ―la voz del rey arde volviéndose a él.

―Mi rey, primero perdería la cordura, antes de hacer eso.

El lord se inclina hasta doblar su cintura.

―... solo le ruego un momento de reflexión.

―¡Habla! ―le ordena.

―Los gobernadores elogian sus nupcias y el dominio sobre Asteria... Si presenta de esta forma a la reina, ellos podrían suponer inestabilidad en su soberano, y ensombrecer este ambiente festivo que no se tenía hace mucho.

El rey de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora