Al fin estoy sola, la última de las doncellas se ha ido y por fin puedo respirar tranquila. El ritual de vestirme inicio desde muy temprano y ahora ya es casi medio día. Todos esos rostros desconocidos en torno a mi ataviándome con diferentes vestidos hasta encontrar el adecuado me han abrumado.
Me siento abochornada, quizás se debe al encaje de las mangas largas del vestido o al corsé demasiado ajustado que llevo puesto debajo de todas estas capas de lazos y volantes de seda. Me observo en el espejo, el rojo intenso de la tela se ha impregnado a mis mejillas y a mis labios. Sin duda ese tono hará que resalte al entrar a la iglesia, el típico color del atuendo de las mujeres cuando van a casarse, demasiado llamativo que hace que todas las miradas se posen en la novia, y cualquier paso en falso hará que todo el cotilleo de la corte se centre también en ella.
Trato de respirar profundo y pausadamente, y entonces observo mis manos, mis dedos están cubiertos por varios anillos de oro y llevo puesto brazaletes con incrustaciones de piedras preciosas. Sobre mi cuello descansa un collar de diamantes a juego con los aretes, y mi tocado se compone de un birrete de corte circular con una tela transparente que cubrirá mi rostro durante toda la ceremonia. Todo en regla de acuerdo con lo que dicta el protocolo de bodas del reino de Asteria con su indumentaria y joyas extravagantes. Todo diferente a la vida que llevaba como princesa de un reino pequeño y costero.
Esta no soy yo.
La primera campanada resuena en el aire anunciando a los invitados que esperan abajo que deben ingresar al recinto religioso que está cruzando los jardines del palacio. Mi respiración se acelera y busco con desesperación un taburete donde sentarme porque de otra manera voy a caerme, pero con este vestido es imposible hacerlo, así que permanezco de pie.
"Esto es lo correcto", solo eso debe importar, me repito a mí misma, dejando de lado que conocí a mi futuro esposo apenas ayer durante la cena. Recién cumplió su vigésimo quinto año de vida convirtiéndolo en un monarca demasiado joven. Edmund II, príncipe de Asteria, tiene un porte alto con cabellera rubia y los ojos del añil más claro que jamás había visto. Cuando nos conocimos me sonrió de una forma amable, tomó mi mano y la besó, y haciendo una reverencia me dio la bienvenida y agradeció mi consentimiento para esta boda. Apenas y cruzamos un par de frases y eso fue todo.
Mi futuro esposo parece encantador y perfecto, quizás eso es lo que me pone más nerviosa.
"Es normal que te sientas extraña, imagino que el joven Edmund se sentirá igual, pero conforme avancen las tertulias de su matrimonio olvidaran ese escepticismo" me dijo Lord Baltus, mi consejero real y gran amigo de mi difunto padre.
Sé que es mi deber casarme con el rey Edmund para consolidar el acuerdo comercial entre nuestros reinos, pero a pesar de que él parece de los más cordial, no termino por entender la urgencia de contraer matrimonio ahora, conmigo, siendo que desde muy joven fue el príncipe más cotizado del reino, recibiendo múltiples peticiones de matrimonio a las que siempre rechazó.
De repente, un segundo eco resuena en el aire, pero no proviene del campanario, es más bien un rugido atronador y destellante, mas no el único, de un momento a otro se cuelan por la ventana múltiples ecos, ahora inconfundibles, furiosos rugidos de cañones de pólvora. En un instante el ambiente se envuelve en gritos, detonaciones que surcan el aire y el olor inconfundible del fuego abriéndose paso.
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Te invito a conocer cómo se va construyendo la pasión entre Kirian y Eloise, además de las intrigas y vivencias en su día a día en este reino que descubriremos juntos.
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El rey de hierro
RomanceEloise está por casarse con el príncipe de Asteria, pero su boda se ve interrumpida cuando el cruel rey Kirian ataca al reino. Por amor a su pueblo Eloise se verá obligada a casarse con el nuevo monarca, descubrir los secretos que oculta y conocer e...