capítulo 4:

18 7 0
                                    

Capítulo 4: El Soldado de Invierno

Rachel alcanzó el maletero con una precisión calculada, sus manos se cerraron alrededor del Teseracto. Al sentir el frío del cubo, una extraña energía recorrió su cuerpo, pero no tenía tiempo para reflexionar sobre ello. Se dio la vuelta y caminó con paso rápido, murmurando para sí misma:
—Misión cumplida.
Pero en el fondo sabía que no lo era. Aún no estaba fuera de peligro. Mientras avanzaba por el oscuro pasillo, algo hizo que se detuviera en seco. Frente a ella, una figura se perfilaba en las sombras, esperando. Su presencia era imponente, y lo primero que notó fue su brazo: de metal, brillante bajo las luces tenues del museo. Rachel lo observó con cautela, reconociéndolo al instante: el Soldado de Invierno. Bucky Barnes. Y aunque él no dijo una palabra, su postura lo decía todo: no iba a dejarla salir de allí tan fácilmente.
Rachel maldijo en silencio. Sabía que era una mala idea venir sola a enfrentarse a los Vengadores. Y ahora, como si todo no fuera lo suficientemente complicado, se encontraba cara a cara con un adversario tan letal como ella.
El Soldado de Invierno la miraba con frialdad, su brazo metálico reflejaba la luz del cubo que ella sostenía. Con un ligero movimiento, Bucky se preparó, como si supiera que Rachel no cedería el Teseracto sin luchar.
—No será tan fácil, ¿verdad? —murmuró Rachel, sus ojos entrecerrándose.
Bucky no respondió. Simplemente dio un paso adelante, dejando claro que la pelea estaba a punto de comenzar. Rachel, con el Teseracto aún en sus manos, sabía que este enfrentamiento era inevitable. Y ahora, todo dependía de si podría salir de allí con vida… y con el cubo en su poder.
Rachel no estaba dispuesta a perder, menos aún contra un Vengador. Su instinto de supervivencia, entrenado desde niña, la impulsaba a mantenerse firme. No dejaría que Bucky le arrebatara el maletero. Ella lo miraba fijamente, sus ojos llenos de determinación. Sentía cómo la energía del Teseracto aún recorria su cuerpo, dándole una extraña sensación de poder. Pero sabía que eso no sería suficiente; tendría que luchar.
Bucky avanzó sin decir una palabra, sus movimientos calculados, su mirada fija en el maletero. Rachel, sin embargo, no era una novata en el combate cuerpo a cuerpo. Era una de las mejores asesinas de Hydra, y no iba a rendirse tan fácilmente. Con un rápido movimiento, lanzó una patada lateral hacia Bucky, quien la bloqueó con su brazo metálico, pero el impacto la hizo retroceder unos pasos.
—No voy a dejar que te lo lleves gruñó Bucky, finalmente rompiendo el silencio.
—No tienes opción —respondió Rachel con frialdad, tomando una posición defensiva mientras sentía el cubo vibrar en sus manos.
Sin perder tiempo, Bucky contraatacó, lanzando un puñetazo con su brazo de metal. Rachel lo esquivó por poco, girando sobre sí misma con agilidad y aprovechando el impulso para intentar golpear a Bucky en el costado. Él, con su experiencia en combate, bloqueó su ataque, pero no contaba con que Rachel usaría la energía del Teseracto a su favor.
La chispa de energía que recorrió el maletero se amplificó, y cuando Bucky intentó arrebatarle el cubo, una descarga lo golpeó, haciéndolo tambalearse por un segundo. Era la oportunidad de Rachel. Sin pensarlo dos veces, utilizó su velocidad para golpearlo en el estómago, lanzándolo contra una pared cercana.
—¡Vamos! —se dijo a sí misma, sabiendo que su tiempo se estaba acabando.
Bucky se levantó rápidamente, pero Rachel ya había ganado unos metros. Sin embargo, no estaba fuera de peligro. Él era rápido, y sabía que si no conseguía neutralizarlo de una vez, el enfrentamiento solo se intensificaría. Rachel estaba a punto de huir con el maletero cuando, de repente, sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo. Bucky había lanzado una pequeña pero potente arma eléctrica que la hizo caer al suelo. El dolor era insoportable, pero Rachel, entrenada para soportar el sufrimiento, luchaba contra la parálisis que la descarga le provocaba. Apretando los dientes, intentó agarrar el maletero nuevamente, su mirada llena de furia dirigida hacia Bucky, quien la observaba sorprendido.
—¿Cómo diablos sigue en pie? —murmuró Bucky, impresionado por su resistencia.
Aunque su cuerpo no le respondía del todo, Rachel se negaba a rendirse. La descarga había sido más fuerte de lo esperado, y cada músculo de su cuerpo temblaba, resistiendo el dolor. Bucky aprovechó el momento para recuperar el maletero con el Teseracto, entregándoselo a Steve, que acababa de llegar.
—Ella intentó robárselo —dijo Bucky, entregando el maletero a Steve mientras ambos miraban a Rachel, ahora tendida en el suelo.
Natasha, junto con los demás, se acercó rápidamente, observando a Rachel con una mezcla de desconfianza y cautela. Sabían que una asesina entrenada como ella no se rendiría tan fácilmente, y todos estaban listos para capturarla y comenzar un interrogatorio. Sin embargo, Rachel, incluso en su estado debilitado, no estaba dispuesta a caer en sus manos.
Aunque su cuerpo apenas le respondía, logró sacar un pequeño dispositivo de su bolsillo. Con un último esfuerzo y antes de que pudieran detenerla, lo lanzó hacia donde estaban los Vengadores. El dispositivo estalló en una explosión cegadora, llenando la sala de humo y escombros. Los héroes se cubrieron instintivamente, perdiendo de vista a Rachel por unos momentos.
Aprovechando la confusión y el caos, Rachel, aún débil pero determinada, se obligó a ponerse de pie. Cada paso era un esfuerzo doloroso, pero su entrenamiento y fuerza de voluntad la impulsaban a seguir. Antes de que pudieran reaccionar, escapó en medio del humo, desapareciendo entre las sombras del edificio. Mientras los Vengadores se recuperaban de la explosión, Natasha frunció el ceño, sabiendo que Rachel no sería fácil de rastrear.
—No estábamos preparados para que ella aparezca —dijo Natasha, con una mezcla de respeto y frustración.
—No se detendrá —respondió Steve, observando la dirección por donde Rachel había huido—. Y nosotros tampoco.
Rachel llegó finalmente a la base de Hydra, adolorida y frustrada. Nunca antes había fallado una misión, y el peso del fracaso la agobiaba más de lo que quería admitir. Se dejó caer sobre una camilla, sintiendo cada músculo arder por la descarga eléctrica que Bucky le había lanzado. No podía dejar de pensar en cómo todo se había torcido tan rápidamente. Los Vengadores no eran oponentes cualquiera. Tony con su tecnología, Thor con su poder divino, y Bucky con su brutalidad. Y ella… solo era humana, entrenada al límite, pero sin los poderes o sueros que los hacían invencibles.
—¿Qué podía hacer contra ellos? —murmuró para sí misma, golpeando la camilla con frustración.
El miedo a la reacción de su "padre" la atormentaba. Sabía que él no perdonaba fracasos, y este era un golpe importante. De no haber sido por el Soldado del Invierno, ahora tendría el maletín con el Teseracto, cumpliendo su misión. La ira la consumía al recordar la mirada de Bucky, la forma en que había logrado detenerla.
Mientras sus pensamientos giraban en torno al fracaso, algo la incomodaba profundamente. El Teseracto… ese maldito cubo le había hecho sentir algo extraño cuando lo vio. Se miró las manos, recordando la intensa sensación que había sentido en su presencia. No era solo atracción hacia el poder del cubo. Era como si el Teseracto hubiera despertado algo dentro de ella, algo que ni siquiera entendía.
Rachel cerró los ojos por un momento, intentando sacudir la sensación, pero era imposible ignorarla. Algo había cambiado en su interior, una chispa de algo desconocido. No sabía qué era, pero tenía la certeza de que el Teseracto no era un simple objeto de poder. Había una conexión, algo más profundo, y aunque no lo entendiera del todo, sabía que debía descubrirlo.
—Voy a volver por él —murmuró con determinación, mirando hacia el techo. Fracasar no era una opción, pero ahora no era solo una cuestión de cumplir una misión. Tenía que descubrir qué relación tenía con ese cubo y por qué había sentido esa extraña llamada.
El dolor en su cuerpo era intenso, pero Rachel estaba acostumbrada a él. Aun así, la verdadera batalla estaba por comenzar. Y esta vez, no solo tendría que enfrentarse a los Vengadores, sino también a lo que estaba despertando dentro de ella. La voz grave y firme de su padre la sacó bruscamente de sus pensamientos.
—Rachel —gruñó, cargado de molestia.
Rachel levantó la cabeza desde la camilla y lo miró con una mezcla de cansancio e indiferencia, ya sabía lo que venía. No había necesidad de fingir sorpresa. La figura imponente de su "padre" llenaba el espacio con su presencia intimidante, y el ambiente se cargaba de tensión.
—¿Qué quieres? —dijo con frialdad, sin levantarse de la camilla. Sabía que él estaba furioso, y no tenía energía para enfrentarse a su rabia en ese momento. El dolor de su cuerpo aún persistía, y la frustración de la misión fallida seguía latiendo en su mente.
Su padre la miró con una mezcla de disgusto y desaprobación. Sabía perfectamente que había fracasado, y no le dejaría olvidar ese hecho fácilmente. Caminó lentamente hacia ella, con pasos pesados, como si cada movimiento fuera un recordatorio de la decepción que sentía.
—Fracasaste —dijo en voz baja pero cargada de amenaza—. Te di una misión simple, una tarea que cualquiera de tus compañeros habría cumplido sin titubear. Y, sin embargo, aquí estás, derrotada, sin el Teseracto.
Rachel lo miró fijamente, sin inmutarse ante su tono. Estaba cansada, agotada no solo físicamente, sino mentalmente. Pero dentro de ella, la sensación que el Teseracto le había dejado aún hervía. Era más que un simple fracaso.
—Los Vengadores no son cualquier enemigo —respondió, manteniendo su compostura a pesar del dolor—. No estamos hablando de un simple museo ni de guardias de bajo nivel. Ellos tienen poder, habilidades. Yo soy solo una humana, y aun así… estuve cerca.
Su padre soltó una risa amarga, que resonó en el cuarto con un eco frío.
—¿Cerca? ¿Cerca es suficiente para ti ahora? —se inclinó sobre ella, sus ojos duros—. No te entrené para estar cerca. Te entrené para ganar, para cumplir cada misión sin excusas. No me interesa si eran los Vengadores o cualquier otro. Tu trabajo era robar el Teseracto, y fallaste.
Rachel lo miró fijamente, sabiendo que nada de lo que dijera cambiaría su enojo. Pero algo en ella había cambiado también, algo que no podía controlar o explicar. El Teseracto había despertado una chispa en su interior, y eso era lo que ahora la empujaba a no rendirse.
—Voy a recuperarlo —dijo con determinación, sentándose en la camilla a pesar del dolor que recorría su cuerpo—. Sea como sea, lo traeré. Pero primero, necesito saber qué es lo que me está ocurriendo.
Su padre la miró con curiosidad por un momento, pero la ira seguía latente en su mirada.
—Más te vale, Rachel. Porque no habrá una segunda oportunidad si fallas de nuevo.
Rachel se quitaba las armas de su traje, lanzándolas sobre la mesa con frustración.
—Tenía el cubo en mis manos si no fuera por ese maldito soldado —dijo con rabia contenida, mirando a su "padre" directamente a los ojos.
Él la observaba, sus ojos fríos y calculadores. Se mantenía inmóvil, pero había una tensión en su postura.
—¿Qué soldado? —preguntó con un tono casi aburrido—. ¿El Capitán América?
Rachel negó con la cabeza, sus manos apretadas en puños mientras recordaba el momento.
—No, no peleé con él. Estoy hablando del Soldado del Invierno.
Eso fue suficiente para que su padre cambiara de actitud. Su rostro, antes lleno de desaprobación, se tensó con un interés renovado. Se acercó un poco más a ella, cruzando los brazos.
—Así que... Bucky está con ellos —dijo con voz profunda y analítica.
Rachel asintió, su molestia evidente.
—Así es. Por eso no fue fácil robarlo. Ese maldito tiene un brazo de metal, es fuerte por el suero y tiene más experiencia que yo. Es más fuerte que yo. —Su tono se volvió más amargo a medida que las palabras salían de su boca. La frustración de haber sido superada por alguien tan letal como Bucky aún la carcomía.
Su padre la miraba en silencio, pero Rachel sabía que su mente trabajaba a toda velocidad. El Soldado del Invierno era un activo valioso, uno que habían perdido hace años. Y ahora estaba con los Vengadores, uniendo fuerzas contra ellos.
—Esto complica las cosas —murmuró para sí mismo, alejándose de Rachel unos pasos mientras reflexionaba—. Pero también abre una nueva oportunidad.
Rachel frunció el ceño, cansada pero atenta a cada palabra.
—¿Qué estás pensando? —preguntó, aunque parte de ella ya intuía que esto iba más allá de la misión fallida. Había algo más grande en juego, algo que su padre no tardaría en usar en su contra.
El hombre la miró fijamente, con sus ojos entrecerrados, buscando algún rastro de debilidad en su protegida.
—Hace tiempo Bucky fue uno de mis mejores agentes. Espectacular —dijo con seriedad, su voz cargada de nostalgia oscura—. Pero eso ya no importa, ahora lo que quiero es el cubo.
Rachel lo observaba sin emoción, su cuerpo adolorido en la camilla. Su paciencia se agotaba con cada palabra que él pronunciaba.
—¿Y eso qué me importa? —respondió con indiferencia.
Él sonrió, una sonrisa llena de malicia.
—Se me escapó de las manos, pero no cometí el mismo error contigo. Te encontré, te entrené, y ahora tú me conseguirás lo que necesito. Traerás ese maldito cubo, y no te preocupes por el Soldado del Invierno, mandaré a alguien más a encargarse de él. —Soltó una risa cruel, su mente ya orquestando planes.
Rachel suspiró, cansada.
—Está bien, te lo traeré. ¿Y luego qué? ¿Qué harás con el poder que el cubo ofrece? —preguntó, sin quitarle la mirada de encima.
Su "padre" se detuvo en seco, su sonrisa desvaneciéndose. Algo en su tono le hizo sospechar. Se inclinó hacia ella, escrutándola con intensidad.
—¿Cómo sabes del poder que el cubo ofrece? —preguntó, la desconfianza evidente en su voz.
Rachel lo miró con frialdad, su mente trabajando rápidamente para ocultar la verdad. No iba a contarle lo que había sentido al estar tan cerca del Teseracto, esa sensación extraña que la había hecho temblar por dentro, como si algo dentro de ella respondiera al llamado del cubo.
—Simplemente lo sé —dijo, sin darle más detalles. No iba a compartir más de lo necesario. Sabía que la verdad le daría aún más poder sobre ella, y eso no podía permitirlo.
Su padre la observó un momento más, pero decidió dejarlo pasar, al menos por ahora.
—Bien, Rachel. Confío en que no me fallarás esta vez —dijo, pero en su voz había una amenaza implícita.
Rachel no dijo nada más, observando en silencio cómo su "padre" se alejaba, su figura oscura perdiéndose en la penumbra del pasillo. Sabía que sus palabras siempre venían cargadas de expectativas y amenazas veladas, pero ahora no tenía fuerzas para responder. Simplemente suspiró, su cuerpo aún adolorido por el choque con los Vengadores.
Se recostó mejor en la camilla, tratando de acomodarse para descansar. Aunque su mente seguía ocupada con pensamientos sobre el Teseracto y la extraña conexión que había sentido, decidió dejarlo ir por ahora. Necesitaba recuperarse, prepararse para lo que vendría.
Cerró los ojos, dejando que el agotamiento finalmente la venciera, sabiendo que este fracaso solo sería un pequeño obstáculo en su camino. Tendría otra oportunidad, y la próxima vez, no fallaría.

Entré el amor y el odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora