capitulo 21

5 5 0
                                    

Rachel guardó silencio sobre la llamada que había recibido; aún procesaba la revelación y el dilema al que la voz la había lanzado. La posibilidad de tener una hermana y de descubrir los secretos sobre su familia la inquietaban profundamente, pero también le generaban un profundo anhelo por entender de dónde venía y quién era en realidad. Esa noche, le costó conciliar el sueño, y cuando finalmente lo logró, sus sueños estaban plagados de imágenes confusas y rostros que no lograba identificar.
Al día siguiente, mantuvo su rutina en la Torre sin dejar entrever su perturbación. Evitaba cruzarse con Tony o Natasha, quienes la conocían demasiado bien y podrían notar que algo estaba mal. Sin embargo, su mente no dejaba de volver a la misteriosa llamada y la oferta que Hydra le había hecho.
Más tarde, mientras estaba en el gimnasio descargando su frustración en el saco de boxeo, Bucky se le acercó, observándola con curiosidad y cierta preocupación.
—¿Todo bien, Rachel? —preguntó, notando la intensidad de sus golpes.
Rachel dudó un segundo antes de responder, esforzándose por sonreír. —Sí, solo… mucha energía acumulada —respondió, evitando mirarlo a los ojos.
Bucky entrecerró los ojos, claramente sin convencerse del todo. —Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? No tienes que cargar con todo sola.
Rachel soltó el saco y se pasó una mano por el cabello, suspirando. —Lo sé, Bucky. Solo… estoy intentando procesar algunas cosas. Prometo que te contaré cuando esté lista.
Él asintió, respetando su espacio, pero no sin lanzar una mirada de advertencia. —No dejes que te consuma. He visto cómo esos pensamientos oscuros pueden destruir a alguien desde adentro.
Más tarde, en su habitación, Rachel comenzó a considerar seriamente la posibilidad de aceptar la oferta de Hydra, aunque sabía el riesgo que eso conllevaba. Sabía que no podía confiar en ellos, pero la curiosidad y el deseo de conocer la verdad la impulsaban.
Esa noche, sin decirle nada a nadie, Rachel dejó la Torre. Abandonó su dispositivo de comunicación para evitar ser rastreada, tomando un pequeño bolso con lo esencial. Antes de salir, se detuvo en la puerta y lanzó una última mirada a la Torre, con una mezcla de determinación y tristeza.
Mientras caminaba hacia el punto de encuentro que la voz le había indicado en la llamada, Rachel se repetía a sí misma que solo quería respuestas. Sabía que la estarían esperando, y probablemente tratarían de manipularla, pero estaba decidida a enfrentarlos.
—Soldado —la voz de su supuesto padre resonó en la penumbra, cargada de sarcasmo y desprecio.
—Ya no soy soldado de Hydra —respondió Rachel, su mirada fría y firme—. Eso quedó atrás.
Él soltó una risa burlona, observándola como si fuera un juego que solo él conocía. —¿En serio? Para mí sigues siendo la misma. Puedes vestirte de vengadora, fingir que eres buena y gentil, pero en el fondo sabes que lo tuyo es... matar, torturar. Esa es tu verdadera naturaleza.
Rachel apretó los puños, luchando por no dejarse provocar. —Deja los rodeos. Vine por respuestas. Habla.
Él sonrió, satisfecho con su reacción, y asintió. —Bien, sígueme. Te contaré lo que tanto quieres saber.
La llevó por un pasillo oscuro hasta una oficina aislada. Cada paso que daba la hacía sentir más extraña; una parte de ella estaba inquieta por regresar a un lugar al que alguna vez perteneció, aunque sus recuerdos eran fragmentados y dolorosos. Finalmente, llegaron, y él la miró con una expresión entre el desprecio y la curiosidad.
—Has cambiado… mucho. No pareces la misma chica que entrené —dijo con voz burlona.
—Mi pasado no te importa. Vine aquí por una razón. —Rachel se cruzó de brazos, sin apartar la mirada.
Él se acomodó en su asiento, apoyando las manos sobre el escritorio mientras la estudiaba. —¿De verdad quieres conocer la verdad? —dijo en un tono calculador—. Porque saberla podría hacerte odiar a todos esos "amigos" que ahora llamas familia.
Rachel tragó en seco, manteniendo su expresión de acero. —Estoy lista. Dime todo.
La sonrisa de él se ensanchó, como si esperara ese momento desde hacía años.
—¿La verdad? —repitió su "padre", esbozando una sonrisa astuta—. Ah, claro, claro… pero no es tan simple, Rachel. La verdad tiene un precio.
Rachel frunció el ceño, su paciencia agotándose. —¿Qué quieres decir?
Él se recostó en la silla, cruzando las manos con calma. —Primero, tendrás que hacerme un favor. Digamos que… un trabajo sucio. Demuéstrame que todavía puedes ser útil. Luego, te daré todas las respuestas que buscas.
Rachel apretó los puños, luchando por controlar la rabia que le provocaban sus palabras. —¿Y si me niego?
—Entonces te quedarás en la oscuridad, ignorante de tu propio pasado y de quién eres en realidad. Ignorante de tu familia… —hizo una pausa, observándola—. Y de tu hermana.
El corazón de Rachel latía con fuerza. Ese era el tipo de manipulación que ella había aprendido a resistir, pero la promesa de saber más sobre su familia, sobre esa hermana que él mencionaba, era demasiado tentadora.
—¿Qué quieres que haga? —dijo finalmente, su voz baja, llena de resentimiento.
Él sonrió, sabiendo que la había atrapado. —Es simple. Necesito cierta información que solo los Vengadores tienen. Algo que tú puedes conseguir fácilmente… si estás dispuesta.
Rachel sintió una punzada de traición en su pecho. Sabía que, al aceptar, cruzaría una línea que podría poner en peligro a quienes la habían ayudado y le habían dado un hogar. Pero también sabía que, si no lo hacía, nunca obtendría las respuestas que buscaba.
Rachel apretó los labios, sintiendo el peso de su decisión. La promesa de obtener respuestas acerca de su pasado y, sobre todo, de su hermana, le revolvía el alma. Sin embargo, la idea de traicionar a los Vengadores, quienes se habían convertido en su familia, era algo que la desgarraba por dentro.
—¿Qué información? —preguntó finalmente, tratando de sonar indiferente.
Su "padre" sonrió, como si hubiera estado esperando ese momento. —Algo muy sencillo, en realidad. Un archivo oculto dentro de las bases de datos de los Vengadores. Lo llaman "Proyecto Centinela".
Rachel sintió que un escalofrío le recorría la espalda; había oído ese nombre en una conversación entre Tony y Fury. Era un archivo altamente clasificado que involucraba inteligencia de S.H.I.E.L.D. y los Vengadores sobre Hydra y sus experimentos más oscuros. Incluso había escuchado a Tony mencionar que quería mantenerlo alejado de todos, incluido ella misma.
—¿Por qué quieres eso? —preguntó, su tono incrédulo y lleno de desconfianza.
—Rachel, querida, esa información podría ayudarte a entender mejor no solo tus habilidades, sino también tu propio origen. Crees que los Vengadores te están ayudando, pero... ¿por qué no te han contado todo? —Él hizo una pausa y la miró intensamente—. Porque saben que, al conocer la verdad, podrías volverte contra ellos.
Las palabras penetraron en sus pensamientos como agujas, sembrando semillas de duda. Ella miró hacia un lado, recordando todos los momentos en que Tony, Nat y el resto la habían ayudado. Pero también recordó esos momentos en que parecían ocultarle cosas, en que sus conversaciones se detenían repentinamente cuando entraba en la habitación. ¿Estaban protegiéndola… o estaban protegiéndose de ella?
—Haz esto por mí —continuó él, con un tono calculador— y te contaré todo lo que los Vengadores no han tenido el valor de decirte. La verdad completa sobre quién eres… y sobre tu hermana.
Rachel respiró hondo, sintiendo que la decisión era como un peso que presionaba en su pecho. Estaba atrapada entre la lealtad hacia quienes la habían acogido y la necesidad desesperada de entender su propio pasado.
—Bien. Lo haré —dijo finalmente, sin atreverse a mirarlo a los ojos.
Él sonrió, complacido. —Sabía que tomarías la decisión correcta.
Mientras se daba la vuelta para salir, una parte de ella sintió que estaba entrando en un camino oscuro, uno del que tal vez no habría retorno. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorar el eco de sus propias preguntas.


Entré el amor y el odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora