capitulo 23

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  Rachel entró en la oscura y fría sala de la base abandonada de Hydra. Sus pasos resonaban en el piso de concreto mientras avanzaba hacia el centro, donde "su padre" ya la esperaba con una sonrisa que no prometía nada bueno. Ella apretó la mandíbula, manteniendo su postura firme.
—¿Lo tienes? —preguntó el hombre, observándola con ojos penetrantes.
Rachel asintió y sacó el dispositivo que contenía la información robada. Con una mezcla de dudas y decisión, lo colocó sobre la mesa metálica frente a él.
—Aquí está. Ahora cumple tu parte del trato —dijo, cruzándose de brazos, tratando de no mostrar nerviosismo.
El hombre tomó el dispositivo y lo examinó con calma. Luego, sin apartar la mirada de ella, sonrió con satisfacción.
—Muy bien, Rachel. Sabía que no me decepcionarías. Ahora, sobre lo que quieres saber… ¿estás segura de que estás lista para la verdad?
Rachel sintió un nudo en el estómago, pero no iba a retroceder. —Habla. Quiero saber qué pasó con mis padres y quién es mi hermana.
El hombre la miró fijamente por un momento, evaluando su determinación. Finalmente, se recostó en la silla y cruzó las manos sobre la mesa.
—Tus padres… bueno, digamos que se interpusieron en los planes de Hydra. Eran brillantes, sí, pero demasiado peligrosos para lo que queríamos lograr. No teníamos otra opción.
Rachel frunció el ceño, su corazón latiendo con fuerza. —¿Qué estás diciendo?
El hombre sonrió, disfrutando de su confusión. —El Soldado del Invierno. Él los eliminó.
El impacto de sus palabras golpeó a Rachel como un balde de agua helada. Sintió que el aire abandonaba sus pulmones mientras retrocedía un paso.
—No… no puede ser… —murmuró, negando con la cabeza.
—Oh, sí, Rachel. Bucky Barnes, el mismo hombre con el que ahora compartes largas miradas y momentos tiernos. Él fue quien puso fin a sus vidas, por orden de Hydra, claro está.
Rachel sintió que todo su mundo se desmoronaba. Las piezas comenzaron a encajar en su mente de una manera que no quería aceptar. Recordó los destellos de recuerdos, los momentos de incomodidad que había sentido cerca de Bucky, como si su subconsciente hubiera intentado advertirle.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó finalmente, su voz temblorosa pero cargada de ira.
—Porque quiero que entiendas, Rachel, que los Vengadores no son tu familia. Ellos sabían esto, o al menos sospechaban. Pero nunca te lo dijeron, ¿verdad? Te lo ocultaron porque prefieren mantenerte bajo control. Pero yo… yo te doy la verdad.
Rachel apretó los puños, sintiendo una mezcla de rabia, dolor y traición. Quería gritar, quería golpear algo, pero en su lugar, simplemente cerró los ojos y trató de recuperar la compostura.
—Esto no cambia nada —dijo finalmente, su voz más firme. —No soy como tú. No voy a convertirme en lo que Hydra quiere que sea.
El hombre soltó una carcajada. —Oh, querida, ya eres más como nosotros de lo que te gustaría admitir. Pero adelante, juega a ser la heroína. Eventualmente, todos muestran su verdadera naturaleza.
Rachel dio un paso atrás, alejándose de la mesa. No podía quedarse ahí ni un segundo más. Sin mirar atrás, salió de la sala, sus pensamientos un torbellino mientras procesaba la verdad que acababa de escuchar. Sabía que enfrentar a Bucky sería inevitable, pero antes de hacerlo, necesitaba entender cómo manejar el caos que ahora habitaba en su mente y en su corazón.
Rachel se detuvo en seco, desconfiando de la sonrisa maliciosa de su "padre".
—¿Qué hay ahí abajo? —preguntó, su tono cauteloso.
Él le tendió un pequeño dispositivo, un reproductor de video compacto.
—Solo baja y lo descubrirás. Este video responderá a muchas de tus preguntas, pero… te advierto, no será fácil de digerir. Ah, y un consejo, querida: ellos ya vienen. Yo me retiraré. No quiero estar aquí cuando todo explote.
Antes de que Rachel pudiera replicar, el hombre se giró y desapareció por una puerta lateral. Ella lo observó irse, sintiendo que cada fibra de su ser le decía que no confiara en él, pero la curiosidad y la necesidad de respuestas la empujaron a actuar.
Con pasos firmes pero cautelosos, Rachel descendió por la escalera oxidada que conducía al nivel inferior de la base. El aire era más frío, húmedo, y había un leve olor a moho mezclado con metal. Su corazón latía con fuerza mientras su mirada recorría la oscuridad. Al llegar al fondo, las luces automáticas se encendieron, iluminando una sala amplia con viejas pantallas, documentos apilados y cápsulas de contención vacías.
En el centro de la habitación, había un monitor con un reproductor conectado. Rachel colocó el dispositivo que le había dado el hombre en el puerto correspondiente. La pantalla parpadeó unos segundos antes de comenzar a reproducir el video.
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Entré el amor y el odio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora